INTRODUCCIÓN
Hay fechas que siempre recordamos, por distintas razones personales: cumpleaños, aniversario de bodas, etc. Hay otras que, siendo universales, también son personales por otros motivos. Una de ellas es el día de inicio de la Reforma Protestante en el siglo XVI. Y es que para todos aquellos que hemos conocido a Jesucristo y hemos experimentado la salvación que Él obró en nuestro favor, esa fecha es crucial. Significó el redescubrimiento de la verdad bíblica (salvación por fe solamente) que estuvo escondida por siglos en la enseñanza y práctica de la iglesia romana.
La enseñanza bíblica de la justificación por fe solamente fue el principio material que impulsó la Reforma Protestante. Siendo la pregunta crucial: ¿cómo es posible que el pecador reciba la salvación que necesita? Lutero, redescubriendo Ro. 1:17, afirmó que la doctrina de la justificación por la fe solo es el artículo sobre el cual se sostiene o se cae la Iglesia. Esta doctrina de la justificación por la sola fe es la verdad central del cristianismo y la verdadera prueba de la fidelidad de una iglesia al Evangelio.
JUSTIFICACIÓN
Justificación es un término legal, que pertenece propiamente a la esfera del derecho y los tribunales de justicia. Estrictamente hablando es la declaración emitida, por una persona encargada de la administración de justicia, de que alguien que había sido acusado por infracción de la ley es justo ante los ojos de la ley; además, ese veredicto es inapelable.
La controversia con el romanismo se dio por el significado de la palabra justificación. Como sabemos el romanismo se basa en el latín (justificare) mientras que el protestantismo lo hace en el griego (dikaioo). Desde el latín la palabra justificación tendría como significado hacer justo, mientras que desde el griego sería declarar justo. Es como decir que no se ha encontrado suficiente evidencia para probar la culpabilidad, por tanto, el imputado no es inocente, sino que es declarado justo por falta de pruebas. Eso en base a la obra de Cristo en la cruz.
Permítanme poner esta analogía. Es como si Dios, aparte de Cristo no viera en toda nuestra indignidad, somos culpables por no glorificarlo. El sacrificio vicario de Cristo logra que nuestras culpas sean cubiertas por su sangre y, entonces, cuando Dios nos ve no están nuestras miserias a la vista sino la sangre de Cristo, en virtud de ello no somos considerados culpables. Cristo lo hizo todo, nosotros recibimos los beneficios de su obra en la medida que el Espíritu Santo nos mueve al reconocimiento del pecado y al arrepentimiento. Cuando Dios justifica a los pecadores – y eso es lo que Él hace – los declara exentos de castigo y con derecho a ser recompensados sólo sobre la base de lo que Cristo ha hecho por ellos.
El lema Sola fide, define cual es el único medio por el que se puede alcanzar salvación; esto es cuando Dios por Su gracia da fe al pecador para creer en Cristo y ser justificado por Él, y en consecuencia ser salvo. La fe es un don de Dios (Ef. 2:8), no es autogenerada. Solo la fe salva, y esa fe es en Cristo; el objeto de la fe es Cristo; las obras son la respuesta de amor a lo que Cristo hizo en nuestro favor (Ef. 2:10). Para el romanismo la fe no es suficiente, tiene que ser suplementada con las obras; una forma de decir que es gracia más mérito.
El cristianismo bíblico no es autosotérico; es decir que cada uno puede lograr la salvación por sí mismo, en base a obras meritorias o por pago / compra de indulgencias. Tampoco es sacerdotal o litúrgico, en tanto la salvación no se logra por la intermediación de algún hombre que realiza ciertos ritos particulares. Ni es universalista, por cuanto no enseña que todos los seres humanos han de ser salvos, no se es cristiano en automático. El cristianismo bíblico histórico, neotestamentario, enseña que la salvación solo es posible por la fe en Jesucristo.
Martín Lutero, quien fue un monje agustino, fue liberado de su angustia existencial, de sus tormentos de conciencia cuando estaba enseñando la epístola a los romanos. De nada servía su sacrificio, su flagelación, si no tenía fe. Los castigos autoinfligidos no podían justificarlo, no podían salvarlo. Solo la fe en Jesucristo podía hacerlo. El pecado es un agravio a la majestad de Dios, por tanto, para recibir la exoneración del castigo merecido, debemos sujetarnos a la disposición divina. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados” dice He. 9:22; pero el sacrificio debe ser consistente con la dignidad del ofendido, no según lo considere el ofensor. No hay hombre alguno que pueda ofrecer un sacrificio digno, solo Dios hecho hombre (Mt. 1:21-23). Solo Jesucristo fue capaz de ofrecer el sacrificio que Dios estableció (Hch. 4:11-12).
Este fue el aspecto crucial de la Reforma Protestante en oposición a la enseñanza del catolicismo romano. Martín Lutero fue el personaje central del inicio de la Reforma Protestante, que recordamos todos los años el 31 de Octubre. No fue el único, por supuesto hay otros nombres que lo siguieron: Juan Calvino, Ulrico Zuinglio, John Knox, etc. y hubo otros nombres de los precursores de la reforma: John Wycliffe, Jan Hus. Todos ellos se caracterizaron no solo por su respeto a las Escrituras sino por el reconocimiento que la justificación, la salvación es recibida solo por fe.
Leamos, finalmente, esta declaración del gestor de la Reforma Protestante:
Yo, Martín Lutero, un indigno predicador del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de esta manera profesa y cree; que este artículo, que la fe sola, sin obras, puede justificar ante Dios, nunca será derribado… Este es el verdadero Evangelio… Ésta es la doctrina que enseñaré; y esto el Espíritu Santo y la Iglesia de los fieles han declarado. En esto permaneceré. Amén
Martín Lutero
1483-1546