El Impacto de la Reforma en la Predicación Bíblica

La Reforma Protestante, uno de los movimientos más determinantes de la historia de la cristiandad, trajo consigo una transformación radical en la vida de la iglesia, afectando especialmente el núcleo de la práctica cristiana: la predicación bíblica. Iniciada por figuras como Martín Lutero, Ulrico Zwinglio y Juan Calvino, este movimiento del siglo XVI buscó una reforma profunda de la iglesia en todos sus aspectos. Al cuestionar las prácticas y doctrinas del catolicismo medieval, los reformadores impulsaron un retorno a las Escrituras como única fuente de autoridad divina, transformando la predicación en un medio poderoso para comunicar la verdad bíblica a cada creyente.

1. El Sola Scriptura: Fundamento para la Predicación

Uno de los principios más decisivos de la Reforma fue el Sola Scriptura, que significa “Solo la Escritura”. En el contexto del siglo XVI, este principio fue una afirmación revolucionaria frente a una iglesia que había acumulado autoridad en la tradición, los concilios y la figura papal. En una época en que el clero y la jerarquía eclesiástica interpretaban las Escrituras a conveniencia, el Sola Scriptura devolvió la centralidad a la Biblia misma, afirmando que es la única fuente inerrante y suficiente de la verdad revelada de Dios. Lutero, Calvino y sus contemporáneos argumentaron que la verdadera autoridad no recaía en el hombre ni en las instituciones, sino en la palabra escrita de Dios.

Esto significaba que la predicación debía someterse enteramente al texto bíblico. En lugar de añadir interpretaciones tradicionales o doctrinas humanas, la labor del predicador consistía en exponer la Escritura de manera que los oyentes comprendieran su mensaje puro y sin adulteración. Esta orientación hacia la Biblia como única regla de fe y práctica marcó un giro hacia la exposición fiel y clara del texto, eliminando las opiniones humanas como fuente de autoridad espiritual.

2. La Centralidad de la Exposición Bíblica

Antes de la Reforma, el sermón ocupaba un lugar marginal en el culto, a menudo siendo eclipsado por los sacramentos, particularmente la misa. La predicación era limitada, a menudo en latín y de manera accesible solo a unos pocos entendidos. El cambio radical traído por los reformadores incluyó la traducción de las Escrituras a las lenguas vernáculas y un énfasis en que cada creyente debía escuchar y comprender el mensaje de Dios en su propio idioma.

Lutero y Calvino defendieron una predicación expositiva que interpretara el significado literal del texto, abordando los contextos históricos y teológicos para extraer el mensaje original. Este enfoque requería una profunda preparación y conocimiento del texto bíblico y, en muchos casos, un regreso a los idiomas originales de las Escrituras: el hebreo y el griego. La predicación expositiva se convirtió así en la esencia del ministerio pastoral reformado. Cada sermón debía extraer la doctrina y la aplicación directamente del texto bíblico, en lugar de estructurarse en torno a temas preconcebidos o tradiciones eclesiásticas.

Este cambio no solo afectó la estructura de la predicación sino también su contenido y propósito. La predicación expositiva tenía como objetivo principal revelar a Cristo y comunicar su obra redentora a través de cada pasaje de las Escrituras, en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La Palabra, fielmente expuesta, no solo informaba, sino que también transformaba el corazón de los oyentes, apuntándolos hacia una vida de santidad y obediencia.

3. La Congregación como Receptora Activa de la Palabra

La Reforma también implicó un cambio en la percepción de la congregación. La predicación expositiva tenía un objetivo claro: edificar la iglesia, instruyéndola en la doctrina y exhortándola a una vida conforme al evangelio. Esto marcó un contraste con la iglesia medieval, donde los feligreses eran espectadores pasivos, que debían confiar en las interpretaciones del clero sin posibilidad de una verificación personal.

Los reformadores defendieron que cada creyente debía escuchar, interpretar y aplicar la Palabra de Dios en su propia vida. Calvino enseñaba que la fe en Cristo y el entendimiento de las Escrituras estaban al alcance de todos aquellos en quienes el Espíritu Santo obró, y Lutero afirmó la idea del sacerdocio de todos los creyentes. Esto significaba que el creyente común tenía la capacidad y el derecho de conocer la Palabra de Dios por sí mismo, sin intermediarios.

4. El Ministerio Pastoral como Llamado a la Predicación

El impacto de la Reforma en la predicación también redefinió la función del pastor en la iglesia. A partir de entonces, el predicador ya no era simplemente un administrador de sacramentos, sino un maestro de la Escritura. La predicación expositiva demandaba que el pastor fuera un conocedor profundo de la Biblia, comprometido con la oración y capacitado en una interpretación cuidadosa del texto. Juan Calvino, por ejemplo, dedicaba largas horas a la preparación de sermones, y sus extensas series de predicaciones reflejaban su compromiso con el estudio bíblico sistemático.

Los reformadores comprendían que la predicación es un medio por el cual el Espíritu Santo obra poderosamente en la vida del creyente. De ahí que Calvino, entre otros, afirmara que el púlpito es el “trono de Dios”, pues a través de la predicación, Dios mismo habla a su pueblo. La responsabilidad pastoral se entendía entonces como un ministerio esencialmente vinculado a la Palabra. Todo ministro debía procurar alimentar a su congregación con la Palabra de Dios, conforme a las enseñanzas apostólicas.

5. La Reforma y la Formación Teológica

Dado el énfasis en la exposición bíblica y la precisión doctrinal, la Reforma también impulsó la formación teológica y el establecimiento de instituciones de formación ministerial. Uno de los casos más influyentes fue el de la Academia de Ginebra, fundada por Calvino en 1559, con la visión de entrenar a pastores en la correcta interpretación y enseñanza de las Escrituras. Esta formación teológica rigurosa contribuyó a la expansión de la Reforma en Europa y sentó las bases para el desarrollo de la teología reformada.

La teología y la predicación se entrelazaron de manera inextricable. Los sermones de la Reforma no eran meros discursos de motivación, sino explicaciones teológicas y exegéticas que apuntaban a una comprensión integral de la doctrina cristiana. Esto incluyó temas complejos como la justificación por la fe, la soberanía de Dios y la necesidad de la santificación, expuestos de forma accesible y aplicable. La teología se convirtió en el corazón de la predicación reformada y en el estándar que guiaría la fe y la práctica de la iglesia reformada.

6. La Transformación de la Sociedad a través de la Predicación

Finalmente, la Reforma tuvo un impacto profundo y duradero en la sociedad europea a través de la predicación. Al abrir la Biblia a la audiencia general y exponer su contenido, los reformadores despertaron una conciencia de responsabilidad y virtud en la vida cotidiana. La predicación no solo instaba a la vida espiritual, sino que también abordaba temas éticos y sociales, formando ciudadanos instruidos en los principios de justicia, verdad y servicio.

En ciudades como Ginebra, el sermón dominical influía directamente en la ética pública. Los pastores enseñaban sobre la honestidad en el trabajo, el respeto a la ley y la integridad en el hogar. Así, la predicación reformada se convirtió en un motor de cambio social, promoviendo comunidades centradas en los principios bíblicos, donde el carácter de los ciudadanos reflejara la santidad de Dios en todos los ámbitos de la vida.

Conclusión

El impacto de la Reforma en la predicación bíblica fue profundo y multifacético, estableciendo un modelo de predicación expositiva que devolvió a la iglesia la centralidad de la Escritura. Al mismo tiempo, redefinió el rol del predicador, empoderó al creyente común y promovió una transformación que afectó tanto la vida espiritual como la social de Europa. En el corazón de este movimiento estuvo la convicción de que la Biblia es la voz viva de Dios, y que, al ser proclamada fielmente, tiene el poder de transformar a individuos, iglesias y naciones.

La Reforma, en su esencia, renovó la iglesia a través de la predicación fiel y comprometida con la verdad bíblica. Los ecos de esa reforma siguen resonando hoy, recordándonos que la predicación bíblica no es simplemente un acto de comunicación, sino una proclamación divina que desafía, consuela y fortalece al creyente en su peregrinaje de fe.

Tú puedes entender el Antiguo Testamento mejor que quienes lo vivieron

Por JASON S. DEROUCHIE

Fuente: Coalición por el Evangelio

«No se servían a sí mismos» (1 Pedro 1:12).

Según los autores del Nuevo Testamento, los autores del Antiguo Testamento sabían que estaban hablando y escribiendo para los creyentes del nuevo pacto, y también tenían cierto nivel de conciencia sobre quién sería Cristo y cuándo aparecería. Con la venida de Cristo, la anticipación da lugar al cumplimiento y los tipos encuentran su antitipo, lo que significa que los miembros del nuevo pacto pueden comprender la plenitud del significado del Antiguo Testamento mejor que los rebeldes y el remanente del antiguo pacto.

La audiencia del Antiguo Testamento

Romanos 4:23-2415:4 y 1 Corintios 10:11 resaltan que el autor del Antiguo Testamento escribió su texto en beneficio de los creyentes que viven a este lado de la cruz. Para Pablo, el Antiguo Testamento es Escritura cristiana y plenamente aplicable a los creyentes cuando se lee a través de Cristo.

El apóstol también se lo dijo a Timoteo. Hablando de las Escrituras judías, escribió que las «Sagradas Escrituras… te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Ti 3:15). Así, Pablo afirma: «Toda la Escritura es… útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Ti 3:16-17).

Basándose en este hecho, los autores del Nuevo Testamento citan con frecuencia instrucciones del Antiguo Testamento, asumiendo su relevancia para los creyentes de hoy. Por ejemplo, Pablo recurre a los Diez Mandamientos cuando se dirige a los hijos (Ef 6:2-3Éx 20:12Dt 5:16) y toma de textos sobre ejecución de Deuteronomio cuando habla sobre la excomunión (1 Co 5:13Dt 22:212224). Pedro también recuerda el estribillo de Levítico cuando escribe: «sean ustedes santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: “Sean santos, porque Yo soy santo”» (1 P 1:15-16Lv 11:44-4519,22026).

Dado que ahora formamos parte del nuevo pacto y no del antiguo, es natural que surjan preguntas sobre cómo debe relacionarse exactamente el cristiano con determinadas leyes o promesas del antiguo pacto. Sin embargo, el punto es que Dios dio el Antiguo Testamento para la instrucción cristiana.

Pablo no fue explícito en cuanto a si era solo intención de Dios, como Autor supremo, escribir el Antiguo Testamento para nuestra instrucción, o si esa era también la intención de los autores humanos. Pedro, sin embargo, lo dejó claro cuando escribió que «a ellos les fue revelado que no se servían a sí mismos, sino a ustedes» (1 P 1:12). Enfatizó que los propios autores humanos sabían que sus palabras en el Antiguo Testamento no eran principalmente para ellos, sino para los que vivirían después de la venida de Cristo. Por tanto, el Antiguo Testamento es más relevante para los cristianos de hoy que para la mayoría en la época del antiguo pacto.

La interpretación de los profetas del Antiguo Testamento sobre la persona y el tiempo de Cristo

En Juan 8:56, Jesús declaró que Abraham esperaba ansiosamente la venida del Mesías. Del mismo modo, Pedro creía que el propio David anticipó la venida de Cristo en el Salmo 16 (Hch 2:30-31), y las últimas palabras de David afirman que esperaba un gobernante justo, quien vencería la maldición e iniciaría una nueva creación (2 S 23:3-7). Asimismo, el escritor de Hebreos enfatizó: «Todos estos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto desde lejos» (He 11:13). El remanente del Antiguo Testamento disfrutó de cierta luz; ellos mismos escribieron sobre el Cristo y esperaron en Él.

Por otra parte, Jesús también declaró que «muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron» (Lc 10:24). Parece que debemos entender que los antiguos profetas de Yahvé veían realmente la belleza y los propósitos de Dios y la esperanza que les aguardaba, aunque también afirmamos que no experimentaron y, por tanto, no comprendieron todo lo que nosotros experimentamos en Cristo. Para ellos, la revelación plena aguardaba un día posterior.

1 Pedro 1:10-12 refleja las dos vertientes de este marco interpretativo. Según Pedro, los profetas eran estudiosos de la revelación previa. Bajo la guía del Espíritu (2 P 1:21), «diligentemente inquirieron y averiguaron» para saber quién sería el Mesías y cuándo aparecería. Aunque tal vez no supieran el nombre de Jesús, tenían una idea general del tipo de persona que sería y de cuándo vendría, y a menudo lo aprendían estudiando las Escrituras (p. ej., Sal 119:2Dan 9:2). En efecto, la revelación progresó del Antiguo al Nuevo Testamento, pero el desarrollo fue a menudo de la predicción consciente al cumplimiento realizado, no simplemente una predicción de la que solo Dios era consciente originalmente y que ahora reconocemos retrospectivamente.

Como en el caso de Daniel (Dn 12:8-10), el significado completo de algunos textos del Antiguo Testamento trasciende la comprensión de los autores humanos. No obstante, el Nuevo Testamento da testimonio de que estos autores solían comprender sus visiones del final de los tiempos, esperaban verdaderamente al Mesías y sabían algo de cuándo vendría. Además, los intérpretes deben esperar que el uso que los autores bíblicos hacen de la Escritura antecedente surja orgánicamente de los materiales anteriores, sin contradecirlos nunca, porque toda la Escritura viene de Dios (2 Ti 3:16) y los profetas «diligentemente inquirieron y averiguaron» (1 P 1:10) e hicieron interpretaciones guiadas por el Espíritu (2 P 1:20-21).

La incapacidad de los rebeldes para comprender el Antiguo Testamento

El Nuevo Testamento deja claro que la ceguera asociada a la mayoría incrédula del antiguo pacto continuó en tiempos de Cristo. Vemos esta incapacidad, por ejemplo, en los líderes religiosos a los que Jesús se enfrentó en numerosas ocasiones (p. ej., Mt 12:3-7Lc 16:31Jn 5:39-40). Los líderes judíos estaban espiritualmente ciegos, incapaces de ver cómo el Antiguo Testamento mismo señalaba a Cristo.

Los evangelios indican las raíces de esa ceguera. En resumen, hablan de una maldad innata hostil a Dios, de corazones duros, de deseos alineados con el diablo y de una pasión por la alabanza de los hombres por encima de la gloria de Dios (Mt 16:3-423:6Mc 3:5Lc 11:4320:46Jn 8:42-44). El resultado fue que no podían oír la voz de Dios ni saborear la belleza y los propósitos de Dios en las Escrituras. Allí donde iban los líderes, iba también el resto de la nación (Juan 12:37-41).

Asimismo, otros pasajes del Nuevo Testamento enseñan que la era del antiguo pacto era una era de ignorancia y dureza (Hch 17:30Ef 4:181 Pe 1:14), en la que el diablo mantenía ciega a la mayor parte del mundo ante las glorias de Dios que culminaban en Cristo (2 Co 4:3-4). Pero en Jesús amanece la nueva creación, con la luz del evangelio rompiendo el horizonte y dispersando las tinieblas y las sombras (4:6).

¿Por qué prolongaría Dios tal temporada de dureza, ignorancia y ceguera? Si Romanos 9:22-24 nos sirve de indicación, Pablo cree que Dios se propuso mover a los que recibían Su misericordia a maravillarse más de Su multiforme gloria en Cristo. El Señor hizo las tinieblas tan profundas y la noche tan larga, para que nosotros, sobre los que ha amanecido la luz, podamos saborear aún más el calor, el brillo y la gloria misericordiosa de Dios envuelta en el don de Cristo.

El retraso del remanente en comprender el Antiguo Testamento

El Nuevo Testamento deja claro que algunos, como Simeón, anticipaban la venida de Cristo y comprendían correctamente Su persona y Su obra, incluida Su misión de sufrimiento (Lc 2:25-35). Sin embargo, muchos de los discípulos más cercanos a Jesús no reconocieron plenamente quién era ni todo lo que las Escrituras anticipaban sobre Él (ver, p. ej., Mr 4:138:31-33).

Lucas enfatizó especialmente el desconocimiento del Antiguo Testamento por parte de los discípulos. Después de Su resurrección, Jesús desafió a aquellos dos en el camino de Emaús por no haber «creído todo lo que los profetas han dicho» (Lc 24:25). Sin embargo, les hizo comprender el significado del Antiguo Testamento (v. 27), cumpliendo así lo que Isaías y Daniel dijeron que sucedería (Is 29:18Dn 12:10). Del mismo modo, Cristo se apareció más tarde a los seguidores que le quedaban y «les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24:45). El Cristo resucitado permite ahora a Sus seguidores ver en la Biblia cosas que siempre estuvieron ahí, pero que eran inaprehensibles sin la luz y la lente correctas (ver Ro 16:25-262 Co 3:14). En Cristo, Dios «ilumina» los ojos de nuestros corazones (Ef 1:18).

El Evangelio de Juan, en particular, destaca cómo la resurrección y glorificación de Cristo marcan un punto de inflexión en la comprensión de la Escritura por parte de los discípulos. En Juan 2:20-22, por ejemplo, la resurrección de Jesús movió a los discípulos a abrazar de una forma nueva «la Escritura y la palabra que Jesús había hablado». Asimismo, como deja claro Juan 12:13-16, solo cuando el Padre glorificó a Su Hijo, los seguidores de Cristo relacionaron el modo en que las Escrituras del Antiguo Testamento daban testimonio de la entrada triunfal de Cristo.

Conclusión

Los autores del Nuevo Testamento afirman que el Antiguo Testamento fue escrito para los cristianos y que los profetas sabían que escribían para nuestro provecho. Los profetas también sabían algo sobre Cristo y el momento de Su venida, pero el significado completo de sus textos a veces trascendía su entendimiento.

Cumpliendo la profecía de Isaías (Is 6:1053:1), la maldad innata y la dureza de corazón de la mayoría de la población judía los incapacitó espiritualmente. En juicio, Dios los endureció, de modo que fueron incapaces de entender Su Palabra o ver Sus propósitos culminando en Jesús (Ro 11:7-8). Solo «por medio de Cristo» esta ceguera es quitada (2 Co 3:14).

Desde el nacimiento de Jesús, algunos como Simeón comprendieron correctamente que el triunfo de Cristo solo llegaría a través de sufrimientos. Sin embargo, la mayoría de los discípulos no comprendieron plenamente el testimonio de las Escrituras sobre la muerte, resurrección y misión global de Jesús hasta después de Su resurrección.


Publicado originalmente en For the ChurchTraducido por Eduardo Fergusson.

Sobre el autor

Jason S. DeRouchie (PhD, The Southern Baptist Theological Seminary) es profesor de investigación del Antiguo Testamento y teología bíblica en el Midwestern Baptist Theological Seminary en Kansas City, Missouri. Él editor contribuyente en What the Old Testament Authors Really Cared About: A Survey of Jesus’ Bible (Grand Rapids: Kregel, 2013) y el autor de How to Understand and Apply the Old Testament: Twelve Steps from Exegesis to Theology (P&R, 2017). Su sitio web de recursos es jasonderouchie.com.

La Reforma

Por: Nick Davies

Celebramos la reforma cada año porque la vemos como nuestro nacimiento como evangélicos, recordando el día en el que Lutero clavó 95 temas de debate en la puerta de una iglesia. Afirmamos las cinco solas, y contamos la historia de Lutero en la dieta de Worms, “…me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía…” Fortalecemos este vínculo por declararnos como hijos de la reforma, y pronunciarnos que siempre estamos reformando.

Pero algunos han observado con precisión que a veces podemos estar enamorados más con la idea de la reforma que con la reforma misma. Simplificamos esta época de casi 400 años entre aquel día en 1517 hasta el siglo 20 cuando esta idea de las cinco solas, tan emblemáticas de la reforma, fue formulada finalmente. Podemos querer una versión refinada de la reforma para poder señalar a nuestro origen como linaje, usando la reforma como un espejo para vernos reflejado en las caras de Lutero, Calvino, Zwinglio.

Sin embargo, nuestro linaje es más rico que la idea que celebramos cada año, y quiero animarlo profundizar en ello. Entre los reformadores hubo desacuerdos, a veces vehemente, sobre la cena del Señor, la relación entre la iglesia y el poder política, lo que sucede en el bautismo, como deben ser los cultos, como interpretar y aplicar la Biblia a la vida cristiana, el alcance de la uniformidad de doctrina en la iglesia, la función de la Ley en la vida cristiana…y esto es solo entre los tres arriba de las primeras dos generaciones de reformadores, sin tocar a Beza, Bucero, Simmons, Cranmer, Melanchthon, Dentière, Knox, Morata, Bucero, y más figuras antes y después. La reforma es liosa, pero ¡hay oro y joyas allá esperandole descubrir!

El día de la reforma es una oportunidad de recordarnos de la riqueza de la enseñanza y doctrina de las primeras décadas de la reforma y los siglos después. Antes de leer uno de los varios “Un nuevo 95 tesis para este siglo”, lea un libro por los reformadores para empezar de conocer de verdad nuestro linaje. Antes de publicar en Facebook o Instagram un meme con las cinco solas, primero lea un credo o libro de la reforma. No va a estar de acuerdo con ellos en todo, pero lo van a desafiar de pensar más profundo sobre la Biblia y nuestra práctica.

En Desarrollo Cristiano hay:

También se puede encontrar online transcripciones los credos y documentos claves de la reforma, como Las Confesiones de Augsburgo (Melanchthon con Lutero), Los 67 tesis de Zwinglio, La Confesión Escocesa (Knox), el Libro de Oración Común (Cranmer con ayuda por Bucero).

Que Dios siga fortaleciendo su iglesia en la proclamación de su Hijo, Jesucristo, para su gloria Sola Scriptura, Sola Fide, Sola Gratia, Solus Christus, Soli Deo Gloria

Nicolas Davies es misionero de CMS Australia en Perú.

Libros sugeridos

La Predestinación y la Providencia de Dios

Autor: JUAN CALVINO
Editorial: FARO DE GRACIA

Oracion: El Ejercicio Continuo de la Fe

Autor: JUAN CALVINO
Editorial: PENIEL
Estatua de Martin Lutero

QUINIENTOS SEIS AÑOS DESPUÉS…

Por: Pepe Mendoza

El tiempo pasa volando. Algunos no lo ven pasar tan rápido y solo dicen que pasa «sin prisa, pero sin pausas». Lo cierto es que el tiempo no se detiene y en nuestra sociedad contemporánea pareciera que todo tiene fecha de caducidad casi inmediata. La tecnología, por ejemplo, nos lleva a descartar un avance tras otro a una velocidad increíble. En el plano de las ideas ocurre lo mismo. Hace poco me sorprendí a mí mismo descartando algunos libros porque me parecían anticuados y solo tenían más de una década de publicados.

Sin embargo, en medio de estos cambios cada vez más acelerados y de estas declaraciones de obsolescencia cada vez más inmediatas, también es cierto que hay ciertos ejemplos, y sucesos de la vida humana que son inconmovibles porque son fundamentales y representan las bases imperturbables de nuestro entendimiento de la realidad humana. Podremos estar de acuerdo o en desacuerdo con ellos, pero no podremos obviarlos ni pasarlos por alto. Uno de ellos ocurrió el 31 de octubre de 1517.

Martín Lutero, un joven monje agustino alemán, decidió hacer pública su oposición a la práctica de venta de indulgencias papales que ofrecían salvación espiritual a cambio de dinero. Él monje no dudó en clavar el documento con sus 95 tesis o argumentos en contra de tal práctica en la puerta de la iglesia en Wittenberg en esa fecha memorable. Ese documento corrió como reguero de pólvora en la sociedad de la época y pronto fue publicado, difundido y discutido en toda Alemania y luego por toda Europa.

Lutero no tuvo la intención de rebelarse contra la iglesia, sino buscar el diálogo y un posible cambio necesario en las estructuras y prácticas de la iglesia que consideraba contrarias a las Escrituras. Sin embargo, sin desearlo se vio inmerso en una profunda oposición y persecución oficial inesperada que terminó con el cisma de la iglesia y la creación de la Iglesia protestante.

No quisiera entrar en los detalles particulares de las discrepancias doctrinales y teológicas que son conocidas y de las que se han escrito innumerables obras. Solo quisiera resaltar algunos aspectos del carácter de Martín Lutero que es importante recordar y emular en nuestros días.

En primer lugar, Lutero fue un hombre que amó y estudió profundamente las Escrituras. Él no se caracterizó por ser un lector pasivo o superficial de la Biblia. Por el contrario, a través de su biografía descubrimos que Lutero buscó con pasión comprender el mensaje de Dios y, más importante aún, Martín buscó ser impactado por esa verdad al contemplar cómo Dios percibe y considera su creación y a la humanidad. El reconocimiento de la autoridad suprema de la Escritura es notable en su vida y a lo largo de todas sus enseñanzas.

El 18 de abril de 1521, ya algunos años después de su famosa publicación de las tesis, Lutero estaba frente al mismísimo Emperador Carlos V, quien lo había convocado para responder los cargos que se habían levantado contra él debido a la profusa difusión de sus enseñanzas. Se pusieron en una mesa sus libros y panfletos y se le preguntó si eran suyos. Luego de afirmar su autoría, el fiscal Eck lo conminó a retractarse de sus enseñanzas. Su respuesta es una de las frases más profundas jamás dichas sobre el sometimiento a la autoridad de las Escrituras en la vida de un hombre. Él dijo:

«A menos que se me convenza por el testimonio de las Escrituras o por una razón clara, pues no confío ni en el Papa ni en los concilios por sí solos, ya que es bien sabido que a menudo han errado y se han contradicho, estoy obligado por las Escrituras que he citado, y mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo y no me retractaré de nada ya que no es seguro ni correcto ir en contra de la conciencia. No puedo hacer otra cosa. Aquí estoy, que Dios me ayude».

La supremacía de las Escrituras y su sujeción a la verdad inalterable de Dios se demuestra en cada una de sus palabras. Él sabía que su vida estaba en juego e imagino que no fueron fáciles de pronunciar. Era como si estuviera declarando su propia declaración de muerte en ese mismo momento. Sin embargo, él sabía que estaba hablando de un libro único porque estaba convencido de que se trataba de la Palabra de Dios, viva, eficaz y revelada de forma inspirada e inerrante a la humanidad. Tal era su pasión y dedicación por conocer y difundir las Escrituras que tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán en solo once semanas. No se trataba de un plazo de entrega editorial, sino de la necesidad urgente de que sus contemporáneos pudieran también decir con el salmista: «¡Cuánto amo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Sal 119:97).

Se le atribuyen a Lutero las siguientes palabras: «La Biblia está viva; me habla. Tiene pies; corre detrás de mí. Tiene manos; se apodera de mí». Ese amor por la Palabra y esa sujeción a ella no son características particulares y especiales del reformador, sino que deben caracterizar naturalmente a los cristianos de todos los tiempos. Son de esos aspectos de la vida cristiana que el tiempo, la tecnología o la cultura no pueden cambiar porque son fundamentales para ser simplemente cristianos. Si perdemos esa pasión por profundizar en nuestro conocimiento de las Escrituras y vivirlo en nuestro tiempo, pues simplemente tendremos una etiqueta vacía que no tendrá la más mínima repercusión en nuestras vidas. No debemos olvidar que nuestra espiritualidad es auditiva, crecemos espiritualmente oyendo, maduramos como cristianos al prestar atención a todo el consejo de Dios revelado en su Palabra.

En segundo lugar, Lutero fue un hombre sincero. Quizás esta característica te tome por sorpresa, pero es una gran virtud muy necesaria, pero bastante olvidada en nuestro tiempo. Mucho se ha hablado de la personalidad abierta, transparente y hasta extrovertida de Lutero. Aunque era un académico y un gran pensador, él no se dedicó a solo teorizar alrededor de la teología y la doctrina, simplemente buscando diferencias, aciertos o estableciendo nuevas teorías eclesiásticas.

Por lo que sabemos de su vida, es evidente que su preocupación principal era encontrar respuestas para la propia salud de su alma. Es cierto que sus pensamientos movilizaron un cambio mayúsculo en el mundo entero, pero me parece que el cambio mayúsculo que él realmente anhelaba y se esforzaba por alcanzar era en fortalecer su relación personal con Dios. No es algo inusual porque se trata de la misma actitud que encontramos en el apóstol Pablo:

«Porque nuestra satisfacción es esta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia ustedes» (2 Corintios 1:12).

Encontrar satisfacción en la sinceridad no es fácil porque requiere de la determinación anímica que nos permitirá reconocernos vulnerables, meros humanos y, como dice Pablo, inmensamente necesitados de la gracia de Dios. Además, no se trata de una sinceridad humana que puede ser engañosa, sino de una que «viene de Dios». Martín sufrió al tratar de observar una religión que no le proveía esperanza y menos sanidad a la realidad de un alma muerta en sus delitos y pecados. Los rituales, las confesiones y hasta la vida monacal no le dieron paz a su alma afligida. Quizás esa sinceridad es lo que hizo que le afectara tanto la venta de indulgencias. Tal vez se hacía estas preguntas: «¿Ganar el cielo por dinero?» «¿Cómo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Padre de Jesucristo podría avalar una práctica tan despreciable?»

Lutero era sincero delante de Dios y no dudó en evidenciar la realidad de su vida sin Dios y la necesidad abrumadora de la salvación que solo se encuentra en Jesucristo. Alguna vez escribió una oración con las siguientes palabras:

«Señor Jesús,
eres mi justicia, yo soy tu pecado.
Tomaste sobre ti lo que era mío;
pero pusiste en mí lo que era tuyo.
Te convertiste en lo que no eras,
para que yo pudiera convertirme en lo que no era».

Martín Lutero no quiso demostrarle a nadie que era mejor que los demás, tampoco que estaba más cerca de Dios que la gran mayoría o más piadoso que el común de los mortales. No, Lutero vivió en carne propia la realidad del evangelio y se gozó en la obra de Jesucristo a su favor. Simplemente creyó lo que Dios revela del ser humano en las Escrituras y aceptó la única solución que Dios plantea en la Escritura para pasar de muerte a vida: La cruz de Jesucristo.

Como dijimos al inicio de esta breve reflexión, hay ciertos aspectos inconmovibles dentro de la realidad humana que son fundamentales e inconmovibles. Quinientos seis años después de que Martín Lutero clavara las 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, todavía resuena la claridad meridiana con que Lutero redescubre en las Escrituras la intensidad del evangelio: «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues el poder de Dios para la salvación de todo el que cree… Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ» (Ro 1:16-17). Sin embargo, también resuena y nos llama a mantener inmodificable entre los protestantes contemporáneos la pasión de Lutero por conocer y sujetarse a las Escrituras y la sinceridad vulnerable con la que demostró que no quería simplemente convertirse en una autoridad en la nueva iglesia, sino realmente en un redimido salvado por gracia con la sangre de Jesucristo.

Es muy probable que los cristianos del 31 de octubre de 2023 no clavaremos ninguna tesis nueva en la puerta de alguna red social, pero sí podremos reflexionar en estas palabras de Lutero que, como dije al inicio, no necesitan cambiarse, sino preservarse para mantener genuina la fe en una iglesia saludable y proclamadora de la verdad del evangelio y que se nutre por la Palabra de Dios:

«¡Que el Dios misericordioso me preserve de una Iglesia cristiana en la que todos sean santos! Quiero ser y permanecer en la iglesia y el pequeño rebaño de los débiles, los frágiles y los enfermos, que sienten y reconocen la miseria de sus pecados, que suspiran y claman a Dios sin cesar pidiendo consuelo y ayuda, aquellos que creen en el perdón de pecados».

José “Pepe” Mendoza es el Asesor Editorial en Coalición por el Evangelio. Sirvió como pastor asociado en la Iglesia Bautista Internacional, en República Dominicana, y actualmente vive en Lima, Perú. Es profesor en el Instituto Integridad & Sabiduría, colabora con el programa hispano del Southern Baptist Theological Seminary, y también trabaja como editor de libros y recursos cristianos. Está casado con Erika y tienen una hija, Adriana.

Puedes encontrar a José «Pepe» Mendoza en:

10 razones para leer la Biblia todos los días

Por: JOHN PIPER

Fuente: Coalición por el Evangelio

Al comienzo de la semana, en el episodio 1510 (en inglés), hablamos de llevar a alguien a Cristo y el pastor John nos guió a través de cuatro cofres de tesoro. Hoy hablamos con nuevos creyentes, y esto proviene de un correo electrónico de un oyente anónimo que es nuevo creyente. «Pastor John, gracias por este podcast. Estoy abrumado por lo mucho que no conozco de la Biblia. Quiero tener conocimiento de las Escrituras para que puedan guiarme y poder utilizarlas para guiar a otros en el futuro. Pero es demasiado y no sé por dónde empezar. Si estuviera estudiando para un examen en una clase, comenzaría con una lista de temas esenciales que serán evaluados. Pero con la Biblia, siento que la prueba es la vida y no sé lo que necesito saber para estar preparado, si eso tiene sentido. En otras palabras, ¿por dónde empiezo? ¿Cuál es la primera y más esencial cosa que necesito saber para seguir a Cristo leyendo su Palabra?».

Bueno, es muy probable que mi respuesta sea un poco frustrante, porque él está pidiendo una verdad particular en la Biblia y yo voy a responder: «Biblia, Biblia, Biblia, Biblia».

Absolutamente esencial

Nunca he conocido a un cristiano maduro, fructífero, fuerte y con discernimiento espiritual que no esté lleno de las Escrituras, dedicado a la meditación regular de la Biblia y con tendencia a almacenarlas en el corazón a través de la memorización. Eso no es una coincidencia. Por lo tanto, lo que quiero hacer es convencer a nuestro nuevo amigo creyente de que, después de haber llegado a la fe en Cristo, es absolutamente esencial estar dedicado de una manera radical, profunda y experiencial, permaneciendo firme e inquebrantablemente persuadido de que leer, meditar, comprender, memorizar y disfrutar de las Escrituras es absolutamente esencial para la vida cristiana. Esto incluye estar en la Palabra todos los días con el objetivo de encontrarnos allí con Dios y, poco a poco, la gloria de su verdad llenará y transformará nuestras vidas.

Eso puede parecer obvio para algunos, pero no lo es. Conozco bastante bien a cristianos que no hacen esto y no lo hacen aunque han sido cristianos durante años; son apáticos. Piensan que es opcional porque ya saben mucho y leen tantos otros libros. No lo considero un hábito muy bueno en absoluto. Creo que es peligroso.

Diez razones para leer todos los días

Por lo tanto, tengo diez razones por las que creo esto; diez razones para hacer de la lectura, comprensión y memorización bíblica aspectos esenciales para la vida cristiana. Resiste los sentimientos de autosuficiencia que dicen: «No necesito la Escritura todos los días». Estas son mis diez razones.

1. La Escritura salva

«Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan» (1 Timoteo 4:16).

La salvación le ha sucedido al pueblo de Dios, la salvación le está sucediendo en este momento al pueblo de Dios y la salvación sucederá completamente en la resurrección del pueblo de Dios. Está sucediendo ahora a través de un medio. Pablo dice que hay que aferrarse a la enseñanza para asegurar la salvación de sí mismo. Dios nos salva día tras día a través de las Escrituras.

2. Las Escrituras liberan de Satanás

«Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32)

El contexto aquí es que Jesús está mostrando a los líderes judíos que, aunque piensen que no son esclavos, «Ustedes son de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre» (Jn 8:44). Satanás es tu enemigo, joven cristiano. Él es mil veces más fuerte que tú. Por lo tanto, Juan escribe a los creyentes jóvenes:

«Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al maligno» (1 Juan 2:14).

Esta es nuestra única esperanza de derrotar a un enemigo sobrenatural. Cada vez que Jesús era tentado por el diablo (Mt 4:1-11Mr 1:12-13Lc 4:1-13), golpeaba con «la espada del Espíritu que es la palabra de Dios» (Ef 6:17). Él la tenía memorizada, por lo que no tenía que llevar un libro en el desierto.

3. Las Escrituras imparten gracia y paz

«Gracia y paz les sean multiplicadas a ustedes en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor» (2 Pedro 1:2).

El conocimiento de Dios obtenido a través de las Escrituras no es idéntico a la gracia, pero Pedro dice que es un medio de gracia. Pedro dice que si queremos tener paz y poder a través de la gracia divina, esto sucede «en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor». Ese conocimiento se encuentra en un solo lugar: la Escritura.

4. Las Escrituras santifican

Jesús oró:

«Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Juan 17:17).

La santificación es el proceso de hacerse santo, es decir, llegar a ser más semejante a Cristo y como Dios, que es perfectamente santo. Esto no es opcional. Hebreos 12:14 dice: «Busquen… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».

No nos volvemos perfectos en esta vida, pero sí nos volvemos santos. Dios santifica a su pueblo. Jesús ora a su Padre: «Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17). No podría ser más claro o más importante.

5. Las Escrituras dan gozo

«… habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo» (1 Tesalonicenses 1:6)

«En la ley del Señor está su deleite, y en Su ley medita de día y de noche» (Salmo 1:2).

La vida sin gozo es insoportable. La vida cristiana es una vida de muchas aflicciones. Pero en todas ellas, Dios sostiene el gozo y lo hace por las Escrituras.

6. Las Escrituras nos protegen del error destructivo

«Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios… Entonces ya no seremos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina»  (Efesios 4:13-14).

¿Cómo pueden los jóvenes cristianos dejar de ser hojas sacudidas por los vientos y opiniones culturales y teológicas? Respuesta: «la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios»; conocimiento que experimentan no como la opinión del hombre, sino como la Palabra de Dios. Eso se encuentra en un solo lugar: las Escrituras.

7. La Escritura es la esperanza del cielo

Lo que quiero decir con esto es que la comprensión plena, el goce pleno de la verdad de las Escrituras, solo se experimentará en el cielo.

«Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido» (1 Corintios 13:12).

El conocimiento de Dios —toda la plenitud que un ser creado puede comprender y disfrutar con toda propiedad— no nos será retenido de manera indefinida. Las frustraciones de nuestras actuales limitaciones de comprensión y disfrute serán eliminadas. Qué apropiado es, entonces, que estemos creciendo siempre en lo que será nuestra alegría final en la era venidera.

8. La Escritura será resistida por algunos

«Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros» (2 Timoteo 4:3).

En otras palabras, necesitamos conocer las Escrituras para que no seamos tomados desprevenidos o desorientados por falsos maestros. Necesitamos recibir las Escrituras con regularidad para estar listos para encontrarnos con aquellos que se niegan a recibirlas.

9. El manejo correcto de las Escrituras es aprobado por Dios.

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15).

Ser asignado a hacer una tarea muy importante y luego encontrar al maestro dando su aprobación a lo que Él te ha pedido que hagas es algo precioso. Todos hemos sido asignados, en cierta medida, a manejar la Palabra de Dios. Qué maravillosa oportunidad de agradar al Señor.

10. La Escritura da y sostiene la vida

«No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»  (Mateo 4:4)

La vida espiritual, la vida eterna, al igual que la vida física, debe alimentarse, no con pan, sino con la Palabra de Dios. Si piensas que tienes la vida eterna como una especie de vacunación contra el infierno y que no necesitas alimento, no sabes lo que es la vida espiritual.

Por lo tanto, estas son diez razones por las que los jóvenes creyentes deben desear con todas sus fuerzas —con todo el poder que Dios les da— hacer que la lectura, la meditación, la comprensión y la memorización de las Escrituras sean esenciales, no negociables, en su vida cristiana.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Sergio Paz.

Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Sobre el autor...

John Piper

John Piper

​John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

GRATITUD HACIA DIOS HOY

Es probable que en muchos hogares encontremos al menos un ejemplar de la Biblia. Algunas veces producto del trasfondo religioso cultural de nuestra patria, otras por convicción de que su mensaje es pertinente para la vida cotidiana, sea a nivel personal, familiar o social. Podríamos decir que es el libro más vendido a lo largo de la historia en los países occidentales, …pero no quiere decir que sea el más leído, y mucho menos que su mensaje sea puesto en práctica en la vida de sus lectores.

Nos debemos preguntar: ¿cuál es la razón por la que la Biblia sea un libro tan vendido? Para algunos es un libro que nos provee de sabiduría oriental: libro de Proverbios. Para otros puede ser un libro que nos plantea una filosofía de vida centrada en Dios: libro de Eclesiastés. Otros pueden pensar que nos permite contar historias magníficas de personas increíbles: libro de Jueces (Sansón y Dalila), Ruth o Jonás (por ejemplo). Y otros más pueden pensar en otro personaje del libro: Jesucristo.

En muchos países en el mes de Setiembre se celebra el mes de la Biblia. ¿Por qué Setiembre es el mes de la Biblia? Trataremos de acercarnos a la razón de esa celebración, esa conmemoración, pero primero intentaremos presentar las razones de porque la Biblia ha sido y es objeto de una celebración de esa dimensión.

¿Qué es la Biblia?

En términos puramente materiales la Biblia es una colección de escritos, con distintos géneros literarios, con distintos contribuyentes humanos en un horizonte temporal aproximado de 1550 años. Pero esos elementos no son los más determinantes ni importantes para recordarla una fecha especial. Algunos podrían pedir la misma consideración hacia Miguel de Cervantes Saavedra y su obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (también se celebra su efeméride).

La importancia de la Biblia se debe a que es la Palabra de Dios expresada en palabras humanas. Si el solo hecho de ser una obra compuesta, en un rango temporal muy grande, no es suficiente para llamar nuestra atención a la Biblia, la afirmación de ser el mensaje de Dios a la humanidad debería serlo. Y se trata de una afirmación que no surge de mentes religiosas, sino de una nación (Israel) que tuvo una vivencia espiritual muy cercana con Dios a lo largo de su historia.

En sus dos partes principales (Antiguo Pacto y Nuevo Pacto), compuesta por 66 libros reúne el único mensaje de Dios para la humanidad: los seres humanos pueden alcanzar salvación en Jesucristo, únicamente en Él. La Biblia es un libro salvífico, esa es la particularidad. La singularidad del libro es que nos muestra la condición humana y la obra de Dios en nuestro favor: condenados por el pecado, salvados por Cristo.

¿Cómo se escribió la Biblia?

La Biblia es un libro único en el mundo. Tiene un autor: Dios. Pero a lo largo de 1550 años (aprox.) los autores humanos suman unos 40, provenientes de distintos trasfondos personales, familiares, sociales o políticos. Además, se escribió en diferentes idiomas: hebreo el antiguo pacto (con algo de arameo) y en griego el nuevo pacto. Tenemos en ella también distintos géneros literarios donde predominan la prosa y la poesía con distintos subgéneros. Y habiendo sido escrita materialmente por los hombres, su origen está en Dios mismo, quien la inspiró.

Siendo escrita en tres continentes por diversas personas a lo largo de dieciséis siglos fue preservada por Dios de manera providencial y asombrosa. Por ello, a pesar del tiempo transcurrido desde la primera revelación hasta la última, los distintos materiales en los que fue escrita, fue preservada de manera extraordinaria para que la humanidad pudiese tener acceso a su mensaje y responder a él, en la medida que el Espíritu Santo obre en el lector u oyente.

¿Cómo llegó a nosotros?

La iglesia en sus primeros siglos reconoció el canon de la Escritura. Muchas veces se dice que estableció el canon, como si tuviese mayor poder; la iglesia no hizo sino reconocer el carácter autoritativo y divinamente inspirado de los escritos que dieron sustento y sustancia a la existencia de la propia iglesia. La Iglesia existe por las Escrituras, no al revés.

El canon del antiguo pacto fue “heredado” de los judíos, los escritos del nuevo pacto fueron coleccionados para instrucción de la iglesia. Y eso tiene origen en el propio mandato misionero del Señor: para hacer discípulos de Cristo debía tenerse el material para usar en el discipulado. En la medida del transcurrir del tiempo y la aparición de otros idiomas se hizo necesaria la traducción de los textos del hebreo y griego a las lenguas vernáculas. Ese fue uno de los logros principales de la Reforma Protestante; recordemos que los reformadores impulsaron esa tarea.

Celebramos el mes de la Biblia en Setiembre, porque el 28 de Setiembre de 1569 los hispano hablantes tuvimos la Biblia en nuestro idioma, obra de Casiodoro de Reina, revisada en 1602 por Cipriano de Valera (la denominada Biblia del oso, por el diseño de la carátula). Antes de esa fecha la Escritura se tenía en latín solamente, de manera que el pueblo no tenía acceso directo a la Biblia, sino a través de la mediación sacerdotal.

La traducción a los idiomas vernáculos permitió que los pueblos pudiesen tener acceso directo al mensaje de Dios; el libre examen de las Escrituras fue posible gracias a ese esfuerzo enorme. Hoy tenemos variedad de traducciones, versiones y presentaciones. Podemos decir con gratitud a Dios que el trabajo iniciado por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera ha dado frutos abundantes para la gloria de Dios.

Conclusión

Palabra de Dios en palabras humanas, así se podría resumir lo que es la Biblia; esa es una buena razón para expresar nuestro júbilo por disponer de un ejemplar de ella para nuestra nutrición y desarrollo espiritual. A pesar de la distancia temporal entre el primero de los autores (Moisés) y el último (Juan) el mensaje es uno sólo: Cristo es la solución a la tragedia humana.

Podemos terminar parafraseando una frase que circula por redes sociales: Si no lees la Biblia no pasa nada, pero si la lees tu vida cambiará; ya no vivirás la vida que Dios te dio en relación a tus deseos sino para la gloria de Dios.

¡Dios tenga misericordia de nosotros y Su Palabra siga sirviendo a Sus propósitos salvíficos!

La Reforma Protestante: 3 mitos y verdades

Por: ARTURO PÉREZ
Fuente: Coalición por el Evangelio

Recuerdo cuando, siendo un niño en la escuela, vi por primera vez el retrato de Martín Lutero en un libro de historia. Leí que este monje alemán inició la llamada Reforma Protestante en el siglo XVI, al clavar sus 95 tesis en las puertas de la Catedral de Wittenberg (Alemania) el 31 de octubre de 1517.

En ese momento yo no comprendía de qué se trataba esta Reforma, por qué protestaban, y mucho menos cómo podrían clavar 95 tesis en una puerta, pues en mi mente infantil pensaba que una “tesis” era un volumen muy extenso de información que se presentaba para lograr un grado académico en la universidad.

En mi adolescencia me explicaron que, en este contexto, una tesis no es más que una declaración o proposición a ser demostrada, y que estas 95 tesis eran oraciones de pocas líneas. Con el tiempo tuve la oportunidad de leerlas por mí mismo, incluso en el idioma original en que Lutero las escribió. Así entendí mejor la preocupación de este monje —quien también fue doctor en teología y profesor en la Universidad de Wittenberg— por lo que pasaba en la iglesia de la época que le tocó vivir.

Pero luego descubrí que no todo lo que aprendí en la escuela sobre Lutero y la Reforma Protestante fue de acuerdo a los hechos. En los últimos 500 años surgieron algunos mitos y leyendas, o más bien imprecisiones sobre el origen de este movimiento que cambió al mundo. Estos son tres mitos y verdades sobre la Reforma Protestante:

Mito #1: “Lutero clavó sus tesis en Wittenberg el 31 de octubre de 1517”.

Lutero no clavó ningún documento en las puertas de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Más bien, envió una importante carta, escrita de manera respetuosa y apropiada, dirigida al arzobispo Albrecht de Mainz, en Magdeburg (Alemania), incluyendo las 95 tesis para su consideración.[1]

El motivo de la carta y las tesis fue la venta de indulgencias en Wittenberg que buscaban recaudar fondos para la construcción de la basílica de San Pedro. Estas indulgencias eran mercadeadas con la autoridad de Albrecht de Mainz. Lutero quería hacerle saber su punto de vista teológico al arzobispo para evitar que los feligreses tropezaran ante este error, ya que solo Cristo, y no el papa, tiene el poder de perdonar pecados.

La idea de las indulgencias venía del concepto del “tesoro del mérito”. La iglesia de Roma decía que María y otros santos “llenos de gracia” poseían tantos méritos en exceso, que había un “tesoro del mérito” en el cielo disponible para los pecadores que los necesitaran. Sin embargo, para poder apropiarse de tales méritos, el pecador no tiene otra vía que la iglesia, la cual posee “las llaves del tesoro del mérito” para aplicarlos a través de los sacramentos.

De ahí que la Iglesia Católica Romana sigue enseñando que, aunque la justificación es recibida en los méritos de Cristo por medio del sacramento del bautismo como instrumento de salvación, los pecados mortales nos hacen caer del estado de justificación. Para mantener ese estado de gracia, es necesario el ejercicio del sacramento de la reconciliación mediante penitencias, esto es, ciertas oraciones y sacrificios que el penitente debía ejercitar para mantener y lograr su estado de justificación por medio de estos “méritos adecuados” (de congruo). De esta manera, Roma niega la enseñanza bíblica de la justificación por la fe sola.

Roma reafirmó su posición en el Concilio de Trento (1545-1563) en respuesta a la Reforma.[2] La idea de Roma era que estas indulgencias vendidas servirían al penitente como un certificado de que ejercitaba la penitencia debida, tomada del “tesoro del mérito”, bajo la insignia del papa, para obtener el perdón de pecados y la liberación del alma del purgatorio después de la muerte.

Hoy celebramos la Reforma el 31 de octubre porque en esa fecha Lutero envió la carta mencionada. Pero las 95 tesis no fueron clavadas por Lutero en las puertas de Wittenberg sino por algún custodio del edificio, que lo haría en el transcurso de las siguientes dos semanas, como parte de sus funciones de publicar este tipo de documentos de interés para los estudiantes de la universidad. Las puertas de la iglesia servían como tablero de boletines para publicación de anuncios.[3]

La imagen de Lutero clavando sus tesis en Wittenberg fue una figura usada por Philip Melanchthon, un colaborador de Lutero que no estaba presente en Wittenberg para esa época. Al pasar los años, Melanchthon quiso ilustrar el poder de Dios prosperando lo que cualquier maestro responsable, que enseña la verdad de Dios, debería hacer: exaltar la verdad del evangelio públicamente.

Verdad #1: ¡Lutero no clavó las tesis en las puertas de la catedral de Wittenberg!

Mito #2: “La Reforma Protestante se llamó así desde el inicio porque buscó protestar contra la iglesia”.

Cuando Lutero escribió sus tesis no tuvo intención de entregarlas al público para “protestar” contra la iglesia. De hecho, él pensaba que tanto el arzobispo como el papa estaban ajenos a esta situación de la venta de indulgencias en Wittenberg, y más bien quería alertarlos del error teológico. Él también quería discutir las tesis entre sus estudiantes, pero lo primero que sucedió fue que los estudiantes que vieron la publicación tradujeron el documento del latín al alemán, y en la providencia de Dios se difundió rápidamente.

Si queremos identificar un momento cuando el movimiento de la Reforma Luterana se declara públicamente en contra de Roma, podríamos sugerir el instante cuando Lutero, en 1520, recibe una bula papal llamada Exsurge Domine (“levántate, Señor”). El papa León X decía en ella que “un cerdo salvaje ha entrado en la viña del Señor”, y ordenaba que las obras literarias de Lutero fueran quemadas, dándole al monje 60 días para retractarse y someterse a la autoridad de Roma. En respuesta, Lutero quemó esta bula públicamente con otros libros que eran considerados “los peores proponentes de las doctrinas papistas”.[4] Luego Lutero comparecería ante la Dieta Imperial reunida en Worms (Alemania) en 1521 donde no se retractó.

Entonces, ¿cómo surgió el término “protestante”? Vino a surgir en 1529, alrededor de un tema político en Alemania en cuanto a la libertad de cultos. Para 1526 se había dado libertad a los estados alemanes para elegir su propia preferencia religiosa. Austria y algunos estados del sur de Alemania optaron por el catolicismo romano, mientras que otros comenzaron a implementar la Reforma Luterana. Para 1529 hubo una Segunda Dieta en Espira (Alemania), con una gran oposición de los católicos romanos reconfirmando el edicto de Worms contra las enseñanzas de Lutero, lo cual fue una amenaza de intervención imperial (de Roma) contra Alemania. “Esto llevó a los príncipes luteranos a presentar una protesta formal, recibiendo así el nombre de ‘protestantes’”.[5]

De hecho, en el sentido estrictamente histórico, la Reforma se compone de cuatro movimientos: luteranos, reformados (Calvino), Radicales (anabaptistas), y la contrarreforma de Roma. El término “Reforma Protestante” trata de identificar solo el pensamiento teológico de los primeros dos movimientos; esto es, los reformadores seguidores del pensamiento de Lutero (ubicados principalmente en Alemania y otros lugares) y, por otro lado, los reformadores en Suiza y el resto de Europa (que siguieron el pensamiento de Zuinglio, Bucer, Calvino, Beza, etc.). Por tanto, utilizar el término “protestante” en los inicios de la reforma, es “en un sentido estricto, un anacronismo”.[6]

Verdad #2: Lutero y sus seguidores en un principio no protestaron contra Roma.

Mito #3: “La reforma inició y concluyó durante el siglo XVI”.

Jesús citó al profeta Isaías para señalar un mal presente en medio de los creyentes que han profesado la fe a través de los tiempos: “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mí” (Mt.15:8). De hecho, pilares de la iglesia como el apóstol Pedro y Bernabé cayeron en hipocresía debiendo ser confrontados públicamente para preservar la pureza del evangelio (Gá. 2:11-14 cf. Hch. 15:7-9).

Así podríamos citar ejemplos anteriores a la Reforma del siglo XVI, como el caso de Agustín de Hipona (354 – 430) quien denunció la herejía de Pelagio; o el caso de John Wycliffe (1320 – 1384) y Jan Hus (1369 – 1415), quienes llamaron la atención a la iglesia de su tiempo afirmando que la Escritura (y no el papa ni la Iglesia) es la suprema autoridad para la vida del creyente (Sola Scriptura). En otras palabras, el espíritu de la Reforma ni comenzó ni concluyó en el siglo XVI. En cambio, siempre ha estado y estará presente en tanto que el Espíritu de Cristo continúa obrando en medio de su pueblo.

La frase  ecclesia reformata, semper reformanda (“la iglesia reformada siempre se está reformando”) aparece en un libro escrito por Jodocus van Lodenstein en 1674. Van Lodenstein era un ministro de la Iglesia Reformada de las Provincias Unidas (hoy Países Bajos). Van Lodenstein fue testigo de muchos cambios en la iglesia reformada, entre ellos el desarrollo de la teología del pacto y las batallas internas de iglesias locales en cuanto al uso del órgano como instrumento musical en la adoración pública.

¿A qué se refería entonces Jodocus van Lodenstein con su frase “la iglesia reformada siempre se está reformando”? El teólogo Robert Godfrey dice que Lodenstein “creía que la Biblia era clara en temas de doctrina, adoración, y gobierno, y que las iglesias reformadas habían reformado estos asuntos correctamente”.[7] Van Lodenstein pertenecía a una corriente de reformados pietistas de los Países Bajos, similar a los puritanos de Inglaterra. El sentir y la preocupación de estos grupos era que, luego de que las iglesias pasan por un proceso de reforma al regresar a la Escritura, la cual nos redarguye de pecado por medio de la Ley de Dios, debemos anunciar a la gente la Palabra de Cristo (el evangelio), la cual continúa creando fe en nuestro corazón. En otras palabras, lo que siempre necesita reformarse en la iglesia es el corazón humano por medio del evangelio.

Debido al pecado remanente en el creyente, es fácil llegar a confiar en nuestras propias prácticas religiosas y obras imperfectas, antes que en la obra perfecta de Cristo. Todos caemos en algún momento en honrar a Dios de labios mientras nuestro corazón se aparta de Él (Mt. 15:8). En nuestro afán de “agradar a Dios” dejamos a Cristo atrás. Sin darnos cuenta, hacemos un ídolo de la plataforma religiosa con el fin de buscar beneficios personales: fama, poder, vanagloria, riquezas, justicia propia, o cualquiera que sea la lista de ídolos de nuestro corazón.

A pesar de nosotros mismos, la buena noticia es que la Iglesia sigue siendo reformada por la acción del Espíritu de Cristo obrando en nosotros, de manera constante, una y otra vez. El Espíritu nos ilumina, reformándonos y mostrándonos nuestro pecado por medio de la Ley de Dios, al tiempo que sigue creando fe y transformando nuestro corazón por medio del evangelio de Cristo. “La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Ro.10:17). En tanto haya mensajeros de Dios predicando la Palabra de Cristo, la iglesia reformada siempre se está reformando.

Verdad #3: La Reforma no empezó con Lutero y continúa en nuestros días.


[1] Eric Metaxas, Martin Luther: The man Who Rediscovered God and Changed the World (New York: Penguin Books, 2018), 107.
[2] Theodore Alois Buckley B.A., The Canons and Decrees of the Council of Trent (London: Aeterna Press, 2014), Kindle, Loc.1032. (“On Justification,” Canon XXIV).
[3] Es posible que un número de copias fueran publicadas en las puertas de otras seis iglesias del pueblo de Wittenberg para ese mismo propósito.
[4] Justo González, The Story of Christianity, Volume II: The Reformation to the Present Day (New York: HarperCollins, 2014), 33.
[5] Justo González, The Story of Christianity, Volume II, 44.
[6] Alister McGrath, Reformation Thought (Oxford, UK: Wiley-Blackwell, 2012), 6.
[7] Robert Godfrey, “What Does Semper Reformanda Mean?” en la revista TableTalk, marzo 24, 2017.

Sobre el autor...

Arturo Pérez es miembro del board de directores de Knox Theological Seminary donde obtuvo su grado de Maestría en Estudios Bíblicos y Teológicos. Es autor de Síntesis del Nuevo Testamento (Xulon, 2012) y Síntesis del Antiguo Testamento (Xulon, 2014). Como vocación profesional, Arturo es Ingeniero Industrial enfocado en la Industria de Tecnología y ha estado trabajando en Microsoft Corp por los últimos 20 años. Vive en el sur de la Florida junto a su esposa Jeannie y su hija Priscilla, sirviendo en la iglesia de su comunidad. Puedes encontrarlo en LinkedIn o en Twitter.

MISIÓN Y APOCALIPSIS

Por: Ana Ávila
Fuente: Desarrollo Cristiano Internacional

Es común asegurar que la Biblia es un libro misionero, la revelación de un Dios misionero. Por eso esperaríamos de manera muy especial que el último libro del canon sea también un libro misionero. Pero la lectura cuidadosa de Apocalipsis bajo una lupa misionera nos desconcierta mucho. ¿Dónde están la Gran Comisión y la tarea evangelizadora aquí? ¿Se puede realmente encontrar un enfoque misionero en este libro? A primera vista resulta difícil afirmar que sí. Entonces, ¿tendríamos que decir que la Biblia termina con un libro que no es misionero? ¿O tendríamos que enfocar de otra manera lo que entendemos por «misionero»?1

                                  

En este artículo intentaremos analizar este tema por medio de un estudio de los términos propios del lenguaje misionero y, en artículos posteriores, por medio de los principales temas del Apocalipsis que parecieran constituir su visión de la misión.

 

Misión como envío

En Apocalipsis nunca se usa la palabra «envío» para referirse a la misión de los cristianos. En tres pasajes alude a Jesús, quien envía a su ángel para dar la revelación a los fieles (1.1 y 22.6 con [p. 352] apostéllo; 22.16 con pémpo). Según 5.6 (con apostéllo) y 11.10 (con pémpo), Dios envía al espíritu de vida por toda la tierra. En 1.11 se le manda a Juan enviar (pémpson) su libro a las siete iglesias y, en 14.15 y 18, se les manda a los ángeles meter (pémpson) su hoz para la cosecha. Ni poreúomai («ir») ni matheteúo («hacer discípulos»), que se encuentran en Mateo 28.19, aparecen en el Apocalipsis.

 

En realidad, el concepto del «envío» de la iglesia brilla por su ausencia en el último libro del canon. Nada señala claramente un llamado de los fieles a evangelizar a los incrédulos (la posible excepción de 11.3–13 se analizará bajo «Misión como testimonio»). En los mensajes a las siete congregaciones, a ninguna se le felicita por haber evangelizado con éxito, ni se le culpa por no haberlo hecho. En el contexto de la aparente ausencia general de lo que se suele considerar como el «mensaje misionero» en Apocalipsis, la ausencia del tema en los dos capítulos más específicamente pastorales no deja de sorprendernos.2

 

Misión como anuncio de buenas nuevas

Este tema también nos depara algunas sorpresas. El verbo euvaggelízo se usa solo dos veces en todo el libro (10.7; 14.6). En 10.7 el ángel fuerte se refiere al «misterio de Dios» que Dios «evangelizó» («anunció») a los profetas y que ahora va a consumarse con la séptima trompeta; en 14.6 el sujeto del verbo es un ángel que «evangeliza» («predica») el evangelio eterno a toda [p. 353] nación.3 En ambos casos, se trata de un mensaje de juicio a partir de la creación más que de la «buena nueva» de salvación a partir de la muerte de Cristo, y el verbo se traduce comúnmente «anunciar» o «predicar». De manera similar, el verbo kerússo aparece una sola vez (5.2) y se aplica también a un ángel, cuya pregunta retórica no se relaciona en nada con la proclamación del evangelio.4 Aunque el verbo sózo (salvar) y el sustantivo sóter (salvador) no aparecen en el libro, sotería (salvación) se encuentra tres veces en himnos de alabanza por la redención (7.10, por los mártires; 12.10 y 19.1, por «una gran voz del cielo»). Tampoco aparece en el libro ningún verbo que signifique «creer» (pisteúopeítho, etc.): en las cuatro veces que aparece pístis (2.13, 19; 13.10; 14.12) el énfasis cae en la fidelidad y no en el acto de fe, de creer. El perdón de los pecados y la justificación por la fe no parecen ser tan centrales aquí como en las cartas paulinas.5 No se encuentran referencias en Apocalipsis que apunten específicamente a una tarea evangelizadora de la iglesia.

Aunque desde esta perspectiva casi nada se refiere explícitamente a la evangelización, puede aparecer información implícita o bajo otra terminología. Aquí nos interesa averiguar dos asuntos: (1) ¿qué pasajes podrían referirse a la labor evangelizadora sin usar el lenguaje clásico del tema?, y (2) en términos más [p. 354] generales, ¿cómo entiende Apocalipsis «la buena nueva», es decir, cuál es el «evangelio» del último libro de la Biblia?

 

Pasajes que podrían referirse a la evangelización

Tres pasajes podrían relacionarse con la proclamación del evangelio a cargo de la iglesia: 11.3–13 (lo analizaremos, en un futuro artículo, bajo «Misión como testimonio»); 3.8 (la «puerta abierta» de la carta a la congregación de Filadelfia), y 6.1–2 (la figura del caballo blanco y su jinete).

 

El mensaje de la carta a Filadelfia se construye alrededor del símbolo de la puerta. Cristo lleva las llaves de la casa de David, y abre y nadie cierra, cierra y nadie abre (3.7). En seguida anuncia a los filadelfinos que él ha colocado ante ellos «una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar» (3.8). Agrega que él provocará que los judíos de la «sinagoga de Satanás» un día «vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado» (3.9). Muchos interpretan la «puerta abierta» como una oportunidad de evangelizar, similar al sentido frecuente de dicha figura en Pablo (1Co 16.9; 2Co 2.12; Col 4.3) y en Hechos (14.27). Algunos también interpretan la «conversión» de los judíos (3.9) como fruto de dichos esfuerzos evangelizadores. Pero otros, con igual razón, interpretan la «puerta abierta» como la entrada al reino escatológico (casa de David; cf. 3.20) y señalan que la «conversión» de los judíos se representa más bien como una sumisión (como un eco del sueño de José; Gn 37.9s.). La ambigüedad hermenéutica del pasaje no nos permite sacar conclusiones firmes en cuanto a la misión de la iglesia.

 

La interpretación del caballo blanco (6.1s.) es aún más discutible. Serios exégetas han visto en este simbolismo desde Cristo hasta el Anticristo, pasando por el evangelio mismo, los temibles partos (feroces arqueros montados en corceles blancos), el Imperio Romano o uno de los emperadores. La verdad es que los datos del texto no sientan una sólida base exegética para ninguna conclusión y no permiten sacar inferencias en cuanto a la [p. 355] misionología del libro. Quizá se observe cierta preferencia por la interpretación de Cullmann, Ladd, Boer y otros, que sostienen que este primer sello corresponde a Mateo 24.14 (Mr 13.10) y señala la marcha triunfante del evangelio por todo el mundo. Sin embargo, en dicho caso el símbolo podría referirse a la misión de la iglesia durante toda su historia, en correspondencia con los «principios de dolores» del discurso del monte de los Olivos, y no específicamente durante el tiempo apocalíptico.

 

Si el jinete del caballo blanco expresa el recorrido victorioso del evangelio del Reino frente a todas las fuerzas del mal y de la muerte (6.3–8), sería un símbolo muy poderoso de esperanza en medio del conflicto y la persecución. Pero, debido a que su interpretación es muy discutible, sería peligroso derivar conclusiones específicas en cuanto al concepto de la misión de la iglesia según Juan de Patmos. Como ocurre con Mateo 24.14, el pasaje tendría que ver más con el resultado que con el proceso: la evangelización de las naciones como señal escatológica del reino.6

Con este artículo iniciamos una serie sobre el tema de la misión de la iglesia en Apocalipsis. Busque en los próximos números en un artículo nuevo.

1 Llama la atención, por otra parte, que los libros de misionología se refieran tan poco al Apocalipsis. Aparentemente, la misionología se ha elaborado mayormente a espaldas del último libro de la Biblia. Una notable excepción es Donald Senior y Carroll Stuhlmueller, Biblia y misión, Verbo Divino, Navarra, 1985, pp. 402–410, 422, 432, 444, 454.

2 Aunque las varias referencias al «trabajo arduo» de las congregaciones (2.2s.) o sus «obras» (2.2, 5s., 19, 22, 26; 3:1s., 8, 15)␣podrían  aludir teóricamente a labores de evangelización, el contexto nunca especifica ese aspecto, sino, más bien, la práctica ética (2.5, 26) y␣la  Resistencia al culto imperial (2.2s., 13). Del contexto de 3.14–22 tampoco parece que la tibieza de los laodicenses fuera una falta de celo evangelizador.

3 Ap. 14.6 es también el único pasaje en el libro que emplea el sustantivo euaggélion. Aquí «evangelio eterno» (sin artículo) es también esencialmente un mensaje de juicio y una última llamada al arrepentimiento, sobre la base de la creación y de la justicia divina. El esfuerzo de Bauckham (The Climax of Prophecy, T. & T. Clark, Edimburgo, 1993) por dar un sentido evangelizador a 14.6 impresiona por su erudición, pero no convence.

4 Los sustantivos kérux y kerugma no aparecen en el Apocalipsis.

5 Muchos han visto una tendencia arminiana en el Apocalipsis, ya que solo el «vencedor», (2.7) que es «fiel hasta la muerte», (2.10; Mr 13.13) será salvo.

6 Debe notarse aquí también que algunos autores, no sin sus razones, interpretan Mr 13.10/Mt 24.14 y Ap. 6.1s. como la proclamación escatológica del evangelio llevada a cabo por los ángeles (cf 14.6) y no por la iglesia.

Preguntas para estudiar el texto en grupo

 

  1. ¿Cuáles son los dos concetos que el autor utiliza para examinar en Apocalipsis la posibilidad de que Juan tuviera un enfoque misionero en este libro? ¿Qué sorpresas dejan estos dos conceptos con respecto al abordaje del tema de la misión en el libro?
  2. ¿Qué pasajes aborda el autor que probablemente se refieran a la evangelización? ¿Cuál es el aporte de cada pasaje a la discusión por la que se escribe el artículo?
  3. ¿Por qué resulta tan importante discutir el tema de la misión en Apocalipsis? ¿En qué nos afecta a la iglesia latinoamericana de ahora?

Se tomó de «La misión de la iglesia en el Apocalipsis», Bases bíblicas de la misión, perspectivas latinoamericanas, René Padilla, editor, Nueva Creación. Todos los derechos reservados. Se usa con permiso del autor.

El autor, costarricense por adopción, se doctoró en teología por la Universidad de Basilea, Suiza. Ha ejercido la docencia en varias instituciones teológicas y universidades de América Central y de otros lugares del mundo. Es miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) y ha escrito varios libros y numerosos artículos.

Cinco maneras en que la ira de Dios no es como la nuestra

Por: Colin Smith
Fuente: Coalición por el Evangelio

El tema de la ira (o enojo) de Dios hacia el pecado y hacia los pecadores es claramente y ampliamente enseñado en la Biblia. Y esta verdad está tan entrelazada con la esperanza de nuestra paz unos con otros y con Dios que, si perdemos uno, también perdemos nuestra esperanza del otro.

La ira de Dios no es como la ira humana

Cuando hablamos de la ira de Dios, debemos recordar que es la ira de Dios. Todo lo que sabemos acerca de Él, que Él es justo, que Él es amor, y que Él es bueno, necesita ser considerado en nuestro entendimiento de su ira.

Las palabras “enojo” e “ira” nos hacen pensar en nuestra propia experiencia de estas cosas. Tú puedes haber sufrido por alguien que habitualmente está enojado. La ira humana a menudo puede ser impredecible, mezquina, y desproporcionada. Estas cosas no son ciertas sobre la ira de Dios. La ira de Dios es la respuesta justa y mesurada de su santidad hacia el mal.

Aquí hay cinco maneras en que la ira de Dios es diferente a la nuestra.

1. La ira de Dios es provocada

“No olvides cómo provocaste a ira al Señor tu Dios en el desierto”, Deuteronomio 9:7.

Este tipo de lenguaje se usa repetidamente en la Biblia. La ira de Dios no es algo que resida en Él por naturaleza. Es una respuesta al mal. Es provocada.

Hay una diferencia muy importante entre la ira de Dios y su amor. La Biblia dice: “Dios es amor”. Esa es su naturaleza. El amor de Dios no es provocado. Dios no nos ama porque ve algo de sabiduría, belleza, o bondad en nosotros. La razón por la que Dios nos ama radica en su naturaleza, no en la nuestra.

Pero la ira de Dios es diferente. Es su santa respuesta a la intrusión del mal en su mundo. Si no hubiera pecado en el mundo, no habría ira en Dios.

A menudo se ha señalado que lo contrario del amor no es el odio; es la indiferencia. ¿Qué esperanza tendríamos en un mundo acechado por el terror si Dios simplemente mirara con una sonrisa débil o incluso con un ceño fruncido? La esperanza de un mundo cuya historia está repleta de violencia reside en un Dios que se opone implacablemente a todo mal, y que tiene el poder, la capacidad, y la voluntad de destruirlo.

2. Dios es lento para la ira

“Compasivo y clemente es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia”, Salmos 103:8.

Estas cualidades se repiten una y otra vez en el Antiguo Testamento, como si fueran las cosas más importantes que necesitas saber acerca de Dios.

¿Por qué Dios permite que el mal continúe en el mundo? ¿Por qué no regresa ahora y lo borra? En 2 Pedro 3:9 se nos recuerda que: “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”.

Dios ofrece gracia y perdón en Jesucristo. La gente viene a Él en arrepentimiento y fe todos los días y Dios pacientemente mantiene abierta la puerta de gracia. El día de la ira de Dios vendrá, pero Él no tiene prisa en traerlo, porque entonces será cerrada la puerta de gracia.

3. La ira de Dios se revela ahora

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad”, Romanos 1:18.

Cuando lees Romanos 1, encuentras que los pecadores van en una de tres direcciones. Ellos suprimen la verdad acerca de Dios, intercambian la verdad por una mentira, y adoran las cosas creadas en lugar del Creador. ¿Cómo revela Dios su ira cuando los pecadores hacen estas cosas? Dios los entrega a sus pasiones.

“Por lo cual Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones”, Romanos 1:24.

“Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes”, Romanos 1:26.

Cuando vemos que la estructura moral de nuestra cultura está siendo desgarrada, los cristianos deben clamar a Dios por misericordia sobre la base de Romanos 1: “Señor, lo que vemos a nuestro alrededor es un signo de tu ira y juicio. Sé misericordioso, oh Señor, y por favor no nos abandones por completo”.

4. La ira de Dios está almacenada

“Pero por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”, Romanos 2:5.

Toda la historia de la Biblia lleva a un día en que Dios lidiará con todo el mal de una vez y para siempre. En ese día, el juicio de Dios será completamente revelado. Este será el día de ira en el que Dios recompensará todo mal.

Dios hará esto en perfecta justicia. Nadie será acusado de un solo pecado que no cometió, y el castigo por cada pecado coincidirá con el crimen. Toda boca será detenida, porque todos sabrán que Él juzgó con justicia. Entonces Dios dará comienzo a un cielo nuevo y tierra nueva que serán el hogar de la justicia.

5. La ira de Dios es sobre los pecadores

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”, Juan 3:36.

Juan no dice: “La ira de Dios vendrá sobre los desobedientes”. Él dice: “La ira de Dios permanece sobre él”. Ya está ahí. ¿Por qué? Por naturaleza somos hijos de ira (Ef. 2:3). Es el estado en el que nacimos.

Aquí nos encontramos cara a cara con el meollo del problema humano. ¿Cuál es? No es que estamos perdidos y necesitamos encontrar nuestro camino en un viaje espiritual. No es que estamos heridos y necesitamos ser sanados. El meollo del problema humano es que somos pecadores bajo el juicio de Dios, y su ira divina está sobre nosotros, a menos que sea quitada.

El derramamiento de la ira de Dios sobre Jesucristo fue el mayor acto de amor que este mundo jamás haya visto

La ira de Dios fue derramada

Esto nos lleva al corazón de lo que sucedió en la cruz. La ira divina hacia el pecado fue derramada, o aplicada, sobre Jesús. Él se convirtió en la “propiciación” por nuestros pecados (Ro. 3:25) al sacrificarse por nosotros. Esta gran palabra “propiciación” significa que la recompensa o el pago por nuestros pecados se derramó sobre Jesús en el Calvario.

El derramamiento de la ira de Dios sobre Jesucristo fue el mayor acto de amor que este mundo jamás haya visto. Y Jesús está ante nosotros hoy, un Salvador vivo. Él nos ofrece el incalculable regalo de la paz con Dios. Él está listo para perdonar tus pecados y para llenarte de su Espíritu. Él es capaz de salvarte de la ira y reconciliarte con el Padre. Él ha abierto la puerta del cielo, y es capaz de darte entrada. ¿Estás listo para encontrar la paz con Dios a través de Él?


Publicado originalmente en Unlocking The Bible. Traducido por Jenny Midence-Garcia.

Sobre el Autor...

​Colin Smith (MPhil, London School of Theology) es el pastor principal de The Orchard Evangelical Free Church en los suburbios del noroeste de Chicago, y es un miembro del concilio de The Gospel Coalition. Para más recursos de Colin Smith visite Unlocking the Bible. Puedes seguir a Colin en Twitter.