Dawson Trotman

DAWSON TROTMAN (1906–1956) PASIÓN POR HACER DISCÍPULOS

¿Lo sabía usted?

  •  Su padre le dio por nombre Dawson por el impacto que había causado sobre su propia vida ¡un ateo del mismo nombre!
  •  Finalmente, su padre se convirtió a los setenta y ocho años de edad, tras una vida de indiferencia al evangelio. 
  • Durante años Trotman cultivó la disciplina de memorizar un versículo por día.
  • Dawson escribía los versículos que memorizaba en pequeñas tarjetas que llevaba con él a todas partes. Este método eventualmente se convirtió en el Sistema Tópico de Memorización.
  • El ministerio de Los Navegantes nació cuando Trotman constató que muchas de las personas que había evangelizado no crecían en su fe. Entendió, entonces, que urgía darles un seguimiento personal.
  • Los primeros trabajos de Dawson Trotman con marineros permitieron que los principios del discipulado se difundieran en la milicia de manera exponencial, precisamente cuando Estados Unidos entró a la Segunda Guerra Mundial.
  • Trotman amaba profundamente a las personas. Con frecuencia volvía a casa con la billetera vacía, por haber ayudado a los necesitados que se le cruzaban por el camino.
  • Trotman se propuso probar las promesas del Señor, por eso, cada día oraba por su cumplimiento. Luego de unos meses se asombró de la transformación que experimentaba en su vida y ministerio.
  • En la década de los cincuentas, Billy Graham le pidió a Dawson Trotman que lo ayudara a darles un seguimiento a las miles de personas que entregaban su vida a Cristo en las cruzadas. Dawson asignó a hombres claves para que ayudaran Graham a elaborar material y a capacitar a los trabajadores.

 

Un hombre común

El ministerio de Los Navegantes comenzó en la década de los treintas, cuando este joven trabajador de un almacén de maderas de California tuvo una visión. Después de apreciar los beneficios de los principios básicos del discipulado en su propia vida, Dawson Trotman quiso enseñárselos a los demás. El versículo que lo inspiró fue 2 Timoteo 2.2: «Me has oído enseñar verdades, que han sido confirmadas por muchos testigos confiables. Ahora enseña estas verdades a otras personas dignas de confianza que estén capacitadas para transmitirlas a otros» (ntv).

 La conversión

Trotman se destacó mucho en la escuela secundaria. Era el primero de su clase, presidente del cuerpo estudiantil, director del consejo estudiantil y capitán del equipo de baloncesto. Sin embargo, años más tarde, la vida de Trotman se desvió peligrosamente por su afición a los juegos de azar y a la bebida.

 Una noche, una charla con un policía local lo impulsaría hacia su encuentro espiritual con Jesucristo. Trotman se encontraba alcoholizado y no lograba encontrar su auto. Entonces, un policía lo detuvo en un parque de diversiones. Afortunadamente, el oficial vio en él un problema más importante que el alcohol.

 «Hijo, ¿te agrada la vida que llevas?» —le preguntó el oficial—. «Señor, la detesto.» —afirmó Trotman—. El policía le devolvió las llaves de su auto y lo animó a cambiar su estilo de vida.

 Dos días más tarde, Trotman asistió a una reunión de jóvenes en una iglesia local donde se llevaban a cabo concursos de memorización de las Escrituras. Debían recordar diez versículos acerca de la salvación, y Trotman fue el único del grupo que consiguió memorizarlos para la reunión de la semana siguiente.

 Luego de algún tiempo, uno de los versículos acerca de la salvación se iluminó en su mente. Fue entonces que le pidió a Cristo que cambiara su vida. «Oh Dios —manifestó—, lo que sea que signifique recibir a Jesús, eso mismo quiero hacer ahora».

 Comienzos en el ministerio

Trotman dedicó los próximos años de su vida a la evangelización personal intensiva y mantuvo una vida disciplinada de oración. Como ya era su costumbre, dedicó su atención a absorber de manera intensa la Palabra de Dios.

 En 1934, Trotman fue a visitar a un marinero, Les Spencer, para compartirle la Palabra de Dios. Betty Skinner, autora de Daws, biografía de Trotman, describió la escena: «Estaban dentro del auto, al lado de una escuela, y se habían concentrado en la lectura de las Escrituras. Un guardia de seguridad se les acercó y les preguntó qué hacían: “Leemos la Biblia” —le respondió Trotman y aprovechó la oportunidad para testificarle. Dawson lo llevó de un pasaje a otro, le explicó el evangelio y respondió a todo lo que el desventurado guardia le cuestionaba. En el camino de regreso, Spencer le confesó: “Muchacho, entregaría mi brazo derecho con tal de saber utilizar la Palabra de esa misma manera”».

 Spencer le predicó a otra persona acerca de Cristo, que a su vez condujo a la salvación a otros. Nació el ministerio de discipulado de Los Navegantes, y el proceso para ganar y discipular a las personas para Cristo continúa hasta hoy en todo el mundo.

 La memorización y la meditación

La experiencia de conversión de Trotman se basó en la memorización y en la meditación sobre la palabra de Dios. Era un discipulador de hombres, porque él mismo fue discipulado por primera vez por Dios a través de las Escrituras. Su énfasis en la memorización de la Palabra, organizada por temas, sigue siendo en la actualidad parte del plan de estudios de Los Navegantes.

 Trotman creía que la memorización de las Escrituras y la meditación regular eran fundamentales para experimentar una vida cristiana abundante. El salmista «atesoraba» la palabra de Dios en su corazón (Sal 119.11) y meditaba las Escrituras «día y noche» (Sal 1.2). La manera en que él abordó la disciplina de la memorización no fue legalista. Él entendía que el Espíritu de Dios debe crear el deseo y la voluntad para extraer los tesoros de su Palabra. Cuando plasmamos la palabra de Dios en el corazón, nuestra mente se renueva y se prepara para enfrentar tentaciones, retos y adversidades desde la perspectiva de la verdad de Dios. La verdad nos hace libres, y cuanto más atesoremos la Palabra en el corazón, más nos pareceremos a Cristo.

 Una vida dedicada al servicio de Dios

Billy Graham predicó en el funeral de Dawson Trotman en 1956, después de que Trotman muriera mientras rescataba a un nadador en un lago al norte del estado de Nueva York.

 «Creo que Dawson Trotman ha alcanzado más vidas que ninguna otra persona que yo haya conocido» —resaltó Graham. El evangelista resumió la vida de Trotman de esta manera: «Dawson amaba la palabra de Dios. Creo que, más que ninguna otra persona, fue él quien me enseñó a amarla. Siempre llevaba su Biblia con él y siempre la tenía marcada. La palabra de Dios era dulzura para él».

 La influencia de Los Navegantes desde entonces ha crecido mundialmente con cerca de tres mil seiscientos obreros que trabajan en cien país representando sesenta nacionalidades. En el corazón de Trotman y en su ministerio siempre prevaleció la importancia del discipulado de los creyentes en Cristo: formar a las personas en disciplinas espirituales como la oración, adoración, estudio bíblico y servicio.

 Principios dignos de imitación

  • La Palabra posee un asombroso poder para transformar la vida de quien la atesora. Invertir tiempo en el estudio diligente de ella será siempre una disciplina productiva.
  • Ninguna persona conoce cuál es la longitud de su vida. Trotman perdió la suya en el momento más intenso de sus labores para Cristo. Es vital sacarle el máximo rendimiento a cada día de vida que recibimos.
  • Las herramientas más efectivas para el ministerio resultan de las experiencias que han transformado primeramente la vida del líder.
  • La oración diligente es el fundamento sólido que sostiene la posibilidad de que a un siervo se le confíe un ministerio de mayores proporciones de las que había soñado. 

Usado con permiso de Desarrollo Cristiano Internacional
Fuente: http://desarrollocristiano.com/dawson-trotman-1906-1956-pasion-por-hacer-discipulos/

CATHERINE BOOTH

CATHERINE BOOTH (1829–1890): ESPOSA, MADRE, PREDICADORA

¿Lo sabía usted?

  • Catherine se convirtió en su niñez y, antes de los doce años, había leído por completo la Biblia.
  • Una curvatura en la columna obligó a Catherine a la inactividad física durante su adolescencia. Esta condición la estimuló a leer a un ritmo voraz; así estudió la Biblia, teología e historia.
  • De niña se privaba de comer azúcar para ahorrar dinero a fin de ofrendar para misioneros.
  • Junto a su esposo, el fundador del Ejército de Salvación, fueron enviados a pastorear una pequeña congregación que, en su momento, llegó a alcanzar dos mil miembros.
  • Por su rol en la formación del Ejército de Salvación, muchos se referían a ella como la «mamá del ejército».
  • El padre de Catherine fue alcohólico, lo que generó en ella una dedicación a combatir, a lo largo de su vida, los males que producía esa adicción.
  • A pesar de la gran respuesta que recibía ante sus prédicas, Catherine no se sentía cómoda al hablar en público pues era, por naturaleza, tímida.

 Breve reseña

Catherine nació en una familia metodista. Una madre devota y un padre que ocasionalmente predicaba impactaron sus años formativos. Eventualmente el padre cayó en el alcoholismo y la relación entre madre e hija se tornó vital para su formación. Salvo un breve período en una escuela local, Catherine aprendió a leer y a escribir en su hogar, donde desarrolló admirables disciplinas de estudio.

 Cuando tenía quince años sus padres se mudaron a Londres. Allí entró en contacto con un movimiento de renovación dentro del metodismo, lo que le costó, a los veinte años, su expulsión de la iglesia. Al poco tiempo conoció a William Booth, cuyo corazón vivía apasionado por evangelizar a los más olvidados de la sociedad. Catherine llevaba la misma carga y en su oportunidad contrajeron matrimonio.

 Aún antes del matrimonio Catherine comenzó a compartir con su futuro esposo sus convicciones de que también a las mujeres se les debía dar el privilegio de predicar a los perdidos.

 Durante los primeros tres años de matrimonio William viajaba como evangelista itinerante, sin embargo, el grupo al que pertenecían le pidió que se encargara de una congregación. En los inicios de esta nueva vida, Catherine se limitó al rol tradicional de la esposa de pastor, pero ese rol no sentaba bien con su personalidad. No concebía la idea de que a una mujer no se le permitiera ejercer un ministerio a la par de su marido.

 Fue en esos años que llegó a sus manos el testimonio de una mujer que se había levantado en un avivamiento en los Estados Unidos, Phoebe Palmer. Inspirada por el ejemplo de Palmer, Catherine produjo un folleto en el que defendía el derecho de la mujer a ser considerada coobrera con los hombres. Se quejaba de que la mala interpretación de los textos del apóstol Pablo habían acabado con el aporte de la mujer.

 En 1860, cuando nació su cuarto hijo, decidió llevar a la práctica su propia filosofía. Pidió compartir una palabra, durante una reunión de la iglesia, y dio testimonio de su timidez y, a la vez, de su llamado a predicar las buenas nuevas de Cristo. Su esposo anunció que ella se encargaría de la prédica de esa noche. De este modo comenzó una admirable colaboración en que, a pesar de las limitaciones que implicaba ser madre, acompañaba a su esposo en el ministerio.

 En 1861, los Booth dejaron la congregación para retomar el ministerio como evangelistas. Durante los primeros años viajaban juntos, pero pronto comenzaron a llegar invitaciones para Catherine. Decidieron dividir sus esfuerzos para abarcar más y muchas veces ministraban por separado. Con el tiempo, disfrutó de una popularidad aún mayor que la de su esposo. Se mudaron más cerca de la madre de ella para que los ayudara en el cuidado de sus seis hijos.

 Aunque ambos poseían gran carga por los pobres, Catherine recibía muchas invitaciones de segmentos adinerados. Sus argumentos cuidadosamente desarrollados y sus refinados modales le abrieron puertas todavía cerradas para su marido. Debido a las muchas ofrendas por las prédicas de ella mantuvieron sano la economía del hogar.

 Catherine nunca ocupó un cargo dentro del Ejército de Salvación, pero su influencia en la formación de innumerables obreros fue asombrosa. Siempre supo honrar a su esposo en las decisiones que tomaba. Cuando compartían la mesa, en casa, nadie se sentaba a la cabeza. Más bien escogían sentarse a la par, el uno de la otra. Del mismo modo se presentaban en la plataforma en conferencias.

 Crió a los ocho hijos que tuvo con su esposo. Siete llegaron a ser líderes dentro del Ejército de Salvación. El impacto mayor de Catherine, sin embargo, fue en reclutar a cientos de mujeres para la obra entre los pobres. Muchas eran objeto de ridiculización, pero Catherine invertía tres meses en adiestrarlas para la tarea evangelística y luego las enviaba a trabajar. Aún, hasta el día de hoy, el aporte de las mujeres en el ministerio del Ejército de Salvación es relevante.

 Catherine, con su mente privilegiada, fue clave para el desarrollo de la teología del Ejército de Salvación. Volcó gran parte de sus ideas en escritos que se difundieron ampliamente, con los que impactó, incluso, la vida de las futuras generaciones de oficiales.

 Tanto Catherine como su esposo, William, se abrazaron a los métodos del evangelista norteamericano, Carlos Finney. Este último fue el primero en utilizar un llamado público a la conversión en sus campañas, y los Booth estaban convencidos de que confesar de manera pública a Cristo es un paso esencial en la conversión. De esta convicción nació la práctica de ir, puerta por puerta, llamando a la gente a la conversión, como también la costumbre de predicar en los lugares que más frecuentaban los pecadores. En esto se distinguieron de la tradicional perspectiva que invitaba a los pecadores a asistir a la «iglesia».

 Las labores inagotables de Catherine, como madre de ocho, esposa y amiga de William, predicadora y formadora de obreros al final acabaron con su salud. En 1890 comenzó a sufrir un marcado deterioro generado por un cáncer. El 4 de octubre de ese año falleció. Alrededor de 27 000 personas desfilaron por el lugar de su velatorio antes de que fuera enterrada. Su legado abrió el camino para otras osadas mujeres que, a inicios del siglo xx, se animaron a ocupar el espacio que se les había negado durante muchos siglos.

 Principios dignos de imitación

 Solo el estudio honesto de las Escrituras puede abrirnos las ventanas de la verdad en cuanto a la coparticipación de ambos sexos en el ministerio de la iglesia. Para esto es necesario que no guarde lealtad a ninguna presuposición teológica ni cultural, sino solo al Señor de la Palabra

  1. El matrimonio es la relación óptima para vivir la equidad entre los sexos, en la cual no media el dominio de una persona sobre la otra, sino la sumisión mutua.
  2. Existen muchas maneras de que nuestra vida influencie a otras personas, pero la más eficaz de ellas es vivir con intensidad en la vida cotidiana y en lo más íntimo de la privacidad lo que uno enseña.
  3. Ningún puesto en una organización es necesario para garantizar el legado que debemos dejar en la vida de otros. Solo dos cosas son requeridas: vivir según nuestras convicciones y formar a otros en esas convicciones.

Usado con permiso de Desarrollo Cristiano Internacional
Fuente: http://desarrollocristiano.com/catherine-booth-1829-1890-esposa-madre-predicadora/

Jonathan Edwards

POR LA FE – HISTORIAS QUE INSPIRAN: SEVERO PREDICADOR

En febrero de 1740, Jonathan Edwards predicó el sermón de ordenación de una congregación de Cold Spring, Massachusetts. Le recordó al nuevo pastor, Edward Billing, que Dios no les encargó a los ministros determinar su misión.

 «Los ministros —proclamó el afamado pastor de Northampton— son enviados para completar la misión que Dios les encomendó. Deben predicar el mensaje que él les ordena. Él ha puesto en sus manos un libro que contiene un resumen de doctrinas y les manda que prediquen esa Palabra».

 Así como la Palabra que predicaban no provenía de ellos mismos, y muchas veces chocaba con las suposiciones humanas, Edwards creía que ocurría lo mismo con el cuidado de las almas.

 Con esas convicciones, Edwards asumió el pastorado en Northampton. El 11 de febrero de 1729, la ciudad había perdido a dos importantes líderes espirituales: a Solomon Stoddard, el ministro de los últimos cincuenta y siete años, y a Ebenezer Strong, el anciano.

 Aunque entendía el dolor de su congregación, el nuevo líder espiritual de Northampton consideraba estas muertes como señales del desagrado de Dios, y les rogó a los ciudadanos del pueblo que se arrepintieran: «Examinen qué han hecho para desagradar a Dios […] Todos deberían reflexionar sobre sí mismos, observar en su corazón la vida pasada y transformar sus pasos para testimonio de Dios».

 Desde sus primeros días como pastor, Edwards combinó la convicción del amor de Dios por su pueblo con sermones estrictos acerca de lo que les exigía el pacto a sus beneficiaros.

 Cuidado pastoral sí, consentir no

Las impresiones de severidad, incluso de frialdad y distancia, fueron consolidadas por una decisión que tomó Edwards al comienzo de su ministerio en Northampton, que se desarrollaría durante veintiún años. Decidió que no realizaría visitas pastorales, práctica pastoral a la  que sus fieles estaban acostumbrados, sino que solamente estaría a su lado cuando lo llamaran por casos de enfermedad u otra emergencia.

 Su «discípulo» Samuel Hopkins escribió que Edwards basó su decisión en una evaluación realista de sus propios dones. Él creía que simplemente no coincidiría con la simpatía de aquellos ministros que tenían el «don de introducir un discurso rentable y religioso de una manera libre, natural, y… sin ningún esquema». Por lo tanto, sentía que le vendría «bien a las almas […] que él les predicara, escribiera y conversara en su despacho con las personas que tenían inquietudes religiosas, y procuraban modificarlas».

 Hopkins recordó con cariño el afecto y la preocupación que el pastor de Northampton sentía por su pueblo: «Por el bien de ellos siempre escribía, pensaba, trabajaba, oraba; y los amaba por encima de cualquier otro pueblo bajo el cielo».

 Durante el famoso Despertar de las décadas de 1730 y 1740, el despacho que tenía en su casa se llenaba de gente que buscaba «presentarle sus inquietudes espirituales», comenta Hopkins. Edwards aconsejaba a cada uno.

Durante los años del avivamiento, Edwards continuó desarrollando todas las tareas habituales de un ministro con su rebaño, entre ellas, unas cuarenta bodas. Algunas de estas involucraban a  jóvenes a quienes había aconsejado y enseñado, como Lyman Sadoc, que se casó con Sarah Clark el 31 de enero de 1745.

Además de darles consejos espirituales a los hermanos de la iglesia, enseñarles a sus hijos, y oficiar su matrimonio, Edwards fomentaba su desarrollo intelectual, prestándoles libros de su biblioteca personal. A principios de la década de 1730, al menos nueve personas de su congregación recibieron libros de su biblioteca, que iban desde el catecismo de Isaac Watts a un tratado sobre el bautismo infantil.

La clase de predicación que Dios quiere

A medida que el Despertar inundaba Northampton, Edwards abordó aquello que entendía como su principal responsabilidad pastoral: predicar. El ministro fiel, enseñaba, «busca pronunciar palabras agradables, y hace todo lo que de él dependa para que su prédica  influya y opere cambios en sus oyentes, para verlos atentos, dispuestos a escuchar y aprender, aceptando lo que él les ofrece con la inquietud de hacer lo mismo que él».

Como la mayoría de los puritanos, Edwards predicaba la Biblia, dividiendo sus sermones en tres secciones: «texto», «doctrina» y «aplicación», cada uno impregnado de las Escrituras. Incluso su propia forma de hablar a menudo era sorprendentemente bíblica. Escogía sus palabras con cuidado por las imágenes que creaba en la mente de sus oyentes.

Aunque desde el principio, se basaba en sus notas mientras predicaba, Edwards creía que esta costumbre era «una deficiencia y una debilidad», por eso se inclinó a desarrollar un formato esquemático durante la década de 1740. Su estilo, aunque restringido, era poderoso.

«Sus palabras —recuerda Hopkins— descubrían un alto grado de fervor interior, y llegaban con gran peso a la mente de sus oyentes».

Otra persona que lo escuchó predicar recordó su «poder para presentar una verdad importante delante de la audiencia, con el peso abrumador del debate, y con tal intensidad de sentimiento que toda el alma del hablante era arrojada hacia aquellos que lo escuchaban».

El resultado, comentaba el observador, era que «la atención solemne de toda la audiencia resultaba en fascinación, desde el principio hasta el fin, y les dejaba impresiones imposibles de borrar». Este admirador, por lo menos, denominó a Edwards como «el hombre más elocuente que he oído hablar».

Brazos abiertos, reprensión tajante

Edwards no solo esperaba ver almas convertidas por su ministerio, también deseaba crear una comunidad vibrante de creyentes. Anhelaba que todos en Northampton experimentaran una verdadera religión desde el corazón y la mente; no descuidaba a las mujeres de la ciudad, ni a los niños, ni a los esclavos.

En sus escritos de renacimiento, destacó las experiencias del despertar de distintos ciudadanos como la de Abigail Hutchinson y la de otra persona, una mujer que no dio su nombre pero que en realidad era su esposa Sarah. Se alegraba al ver a los jóvenes de la ciudad, como Phoebe Palmer de cuatro años, quien conoció la gracia de Dios en 1735, «y dedicaba su tiempo a hablar acerca de la excelencia y el amor incondicional de Jesucristo».

Y les abrió las puertas de la iglesia a los afroamericanos en un grado poco común en esa época, admitiendo varios esclavos negros como miembros en la década de 1730.

La preocupación de Edwards por el bienestar espiritual de su comunidad lo llevó a tomar medidas disciplinarias que hoy nos parecen duras, a pesar de que eran comunes en las iglesias coloniales. Una de esas acciones ocurrió en 1744, cuando varias niñas de Northampton le informaron que algunos jóvenes habían utilizado un manual de comadrona para burlarse de ellas.

En primer lugar, Edwards predicó un sermón acerca de Hebreos 12.15­–16, en el que habló en contra del pecado. Luego convocó a una reunión a la iglesia. Poco después de esa asamblea, Edwards elaboró una lista de las personas que tuvieron que ver con las acciones de esos jóvenes. Unos días después, el comité de la iglesia se reunió para conocer los hechos del caso.

Mientras que los jóvenes acusados ridiculizaron a la iglesia y a su pastor durante el proceso, al menos dos de ellos finalmente confesaron haber tenido una «conducta ofensiva hacia la autoridad de la iglesia».

Durante todo el procedimiento, y de hecho a lo largo de todo su pastorado en Northampton, Edwards defendió su autoridad. No lo hizo por orgullo de su posición, sino porque observó que cuando la gente no respetaba el pacto de la iglesia, tampoco podían vivir a la altura de la fe que profesaban.

Condiciones para la comunión

Durante su pastorado en Northampton, la comprensión de Edwards de esta profesión de fe se vio modificada. Solomon Stoddard, ex pastor de la ciudad y su abuelo materno, había enseñado que la Cena del Señor era una ordenanza de conversión, o un medio por el cual Dios podía impartir su gracia salvadora. Durante la primera década de su ministerio, Edwards estuvo de acuerdo con su abuelo. Sin embargo, como el fuego del Despertar se enfrió, creció la preocupación Edwards por los cristianos que no podían mantenerse interesados ​​en los asuntos espirituales. Consecuentemente, repensó lo que entendía como la verdadera religión y sus resultados sobre los cristianos.

Su enfoque en cuanto a los afectos religiosos, «los ejercicios vigorosos y prudentes» del corazón, llevó a Edwards a esperar que la religión influyera tanto en el corazón como en la mente. Convencido de que muchas de las conversiones del Despertar eran falsas, instó a su congregación a adoptar una política de admisión más estricta, que requería que los nuevos miembros profesaran públicamente su fe antes de que se les permitiera participar de la Comunión. Este movimiento intensificó las tensiones dentro de la Iglesia y finalmente provocó su despido.

Para Edwards, este era el precio que un pastor fiel debía estar dispuesto a pagar por mantener una disciplina efectiva. Los riesgos eran demasiado altos para admitir cualquier palabrería ministerial. En la ordenación de David White en noviembre de 1736, recordó a sus oyentes que «el trabajo de los ministros es rescatar las almas perdidas y llevarlas a la felicidad eterna, que es la obra misma por la que Cristo vino al mundo y por la cual derramó su sangre. Dios busca que seamos instrumentos del éxito de Cristo en la obra de la redención; esa es la obra más gloriosa».

 

Usado con permiso de Desarrollo Cristiano Internacional
Fuente: http://desarrollocristiano.com/por-la-fe-historias-que-inspiran-severo-predicador/

 

Martín Lutero

LUTERO: PADRE DE LA REFORMA, HOMBRE DE LA BIBLIA

Hace algunos años, cuando faltaba relativamente poco tiempo para celebrarse el 450 aniversario del fallecimiento de Martín Lutero (ocurrido un 18 de febrero), recorrió el mundo la noticia de un descubrimiento catalogado como «sensacional». En efecto, los periódicos de muchos países publicaron artículos con títulos semejantes a éstos: «Apareció la Biblia de Lutero», «Descubierta la Biblia de bolsillo de Lutero».

La noticia no podía ser más oportuna. Informaciones que se tenían de algunos aspectos de la vida del reformador del siglo XVI, basadas en testimonios muy posteriores y por ello, de segunda mano, han sido ahora ratificadas como verdaderas.
La Biblia en cuestión fue descubierta por el investigador español Manuel Santos Noya, en la Biblioteca Estatal de Wittenberg, donde se dedicaba a catalogar viejas Biblias latinas. Al parecer, en dicha biblioteca hay unas catorce mil Biblias, en más de doscientos idiomas. Mientras revisaba un ejemplar en latín de 1519, publicado en Lyon, al doctor Santos le llamó la atención que esa Biblia tuviera notas escritas a mano. El análisis cuidadoso de la caligrafía y el estudio del contenido de las notas han demostrado que se trata del ejemplar utilizado por el propio Martín Lutero cuando, en el castillo de Wartburg, entre 1521 y 1522, tradujo el Nuevo Testamento al alemán.Martín Lutero se desempeñó como profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Wittenberg, donde dictó cursos sobre los Salmos y las epístolas El hombre de la Biblia.

Este descubrimiento da pie para recordar un hecho que fuera fundamental en el movimiento reformista iniciado por el monje agustino: el lugar importantísimo que la Biblia ocupó en la vida personal de Martín Lutero y en la reforma protestante, de la que fuera incansable paladín. Ese estatus privilegiado de la Sagrada Biblia, expresado en la conocida frase Sola Scriptura, ha sido herencia indiscutible de las iglesias hijas de la Reforma, y de todos aquellos movimientos que, aun sin nexo histórico con ella, recogieron el manto y se autodefinen como protestantes o evangélicos.
Martín Lutero fue el hombre de la Biblia. No en vano se desempeñó como profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Wittenberg, donde dictó cursos sobre los Salmos y sobre las epístolas a los Romanos y a los Gálatas. Cuando después de haber clavado sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg lo conminaron para que se retractase de sus enseñanzas, contestó que no lo haría a menos que le demostraran, con base en las Escrituras, que estaba equivocado.

Como traductor de la Biblia a su idioma natal, Lutero contribuyó de manera decisiva a darle configuración al alemán literario de su época. Así lo han señalado los especialistas en la literatura de esa lengua. Pero, más que ese simple aspecto cultural por muy importante que sea, la vida y la obra del monje Martín se agigantan para la historia, tanto por la radicalidad (en el sentido etimológico de la palabra, de ir a las raíces) de sus posiciones teológicas, como por el legado que dejó a quienes, con sinceridad, quisieron adorar a Dios con toda libertad, según los dictados de su conciencia y bajo la guía inigualable de las Sagradas Letras.

Lugar de privilegio
Para él la Escritura ocupaba un lugar de privilegio en todo lo referido a las definiciones dogmáticas; es decir, a la determinación de la doctrina de la Iglesia. Ello no implicaba desprecio hacia otras formas de transmisión de la enseñanza cristiana (como por ejemplo, los documentos de los Padres de la Iglesia), sino subordinación de éstas a aquella. En otras palabras, los escritos cristianos a lo largo de los siglos son de incalculable valor para iluminar el sentido del texto bíblico; pero esos escritos han de ser juzgados a la luz de las Sagradas Escrituras, y no a la inversa. El patrón es la Biblia. Esta es la norma normans, o sea, la norma que norma, la regla que regula; lo otro, en tanto que sea de valor, será norma normata, es decir, norma que está sujeta a otra norma superior (lo que significa que se trata de una norma que es, a su vez, normada).
La Biblia descubierta, a la que nos hemos referido en el primer párrafo, debido a su tamaño ha sido calificada como «Biblia de bolsillo». Las notas manuscritas revelan que Lutero siguió usándola aun después de haber concluido la traducción. Podemos imaginarnos, quizás con sólo un pequeñísimo margen de error, que se trata de una Biblia que Lutero llevaba siempre consigo, lista para recibir las glosas marginales del inquieto biblista.

Esta comprensión que Lutero tenía de las Escrituras ha sido fundamental para todas las iglesias cristianas de la «tradición protestante» (en el amplio sentido del término, según apuntamos antes). Por eso son preocupantes algunos fenómenos que están proliferando últimamente entre las iglesias evangélicas.Conocer la Biblia es mucho más, que el sólo repetirla. La ignorancia en este aspecto nos convierte en presa fácil de cualquier «viento de doctrina». Uno de esos fenómenos en particular es en sobremanera inquietante. Nos referimos al desplazamiento de las Sagradas Escrituras hacia posiciones secundarias, en favor de la entronización de otros factores de la experiencia cristiana: los sentimientos (¿se estarán transformando esas iglesias en comunidades hedonistas, en las que se busca «pasar un rato tranquilo» y «sentirse bien y felices»?), una mal concebida «alabanza» (¿suplantarán con la música y el canto a la Biblia y a la teología en el lugar que les corresponde en la liturgia y en la vida cristiana?), y una pobre práctica de evangelización (importan ahora, más que la sencillez y las exigencias del mensaje del evangelio, el «teatrismo» y la espectacularidad que Jesús rechazó con tanto vigor en la tentación del desierto).

Modas religiosas
Lo anterior puede parecer muy duro, pero hemos estado en cultos evangélicos en los que no se ha leído la Biblia, o en los que se dedica al canto mucho más tiempo del que se dedica, en conjunto, a leer la Biblia y a comentarla. Para empeorar la situación, muchos de esos cánticos están vacíos de mensaje o tienen contenidos antibíblicos, o son simplemente repeticiones hasta el infinito de ciertas expresiones efectistas, con lo que lo único que se logra es crear un estado de «euforia» en el adorador. (A propósito, y si se nos permite el atrevimiento, recomendamos a los lectores buscar en el diccionario el significado de la palabra euforia).

Las «modas religiosas» (de las que tampoco se escapan ciertos sectores de la Iglesia Católica) sólo revelan un hecho: la extraordinaria fragilidad del conocimiento bíblico que poseen los cristianos de hoy en día. No nos referimos principalmente a la memorización de textos bíblicos, aunque lo consideramos un buen hábito y de suma importancia. Conocer la Biblia es mucho más, muchísimo más que el sólo repetirla. La ignorancia que muchos cristianos revelan en este aspecto los convierte en presa fácil de cualquier «viento de doctrina». Lo dicho resalta el significado y la pertinencia de la figura de Martín Lutero para nuestra época, aunque ya hayan transcurrido 450 años desde su fallecimiento. Esa memoria nos recuerda nuestra herencia (solían identificarnos como «el pueblo del Libro») y llama nuestra atención sobre la debilidad de nuestro cristianismo moderno, que subordina la Escritura a la emoción, en vez de subordinar esta última «a la Ley y los Profetas».

Plutarco Bonilla, oriundo de las Islas Canarias, es consultor de traducciones de las Sociedades Bíblicas Unidas y es editor de la revista Traducción de la Biblia. Actualmente vive en Costa Rica con su esposa Esperanza. ©Copyright 2009, todos los derechos reservados.

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