La sumisión comienza en casa

Fuente: Desarrollo Cristiano Internacional

En la vida matrimonial, si cada cónyuge obedece las Escrituras, cultivando una relación de mutua sumisión y de servicio recíproco, refrenará la corriente de matrimonios marchitos o rotos. De este modo los esposos y las esposas irán aprendiendo a compartir juntos las responsabilidades del liderazgo en sus hogares. Resulta inevitable que surja la pregunta de cómo resolver las situaciones sin salida que se dan en la toma de decisiones cuando las opiniones difieren.

La práctica constante de depositar sobre el varón la responsabilidad de pronunciar la última palabra es la solución que menos honra a Dios. Esta coloca una carga poco realista sobre el marido para que tome siempre la decisión correcta y en la esposa fomenta una mentalidad de escape, quien, entonces, o se resigna a la posición de derrota permanente o se vuelve una manipuladora del macho que maneja el poder.

A continuación presento algunas sugerencias alternativas para resolver decisiones conflictivas de manera honrada y práctica.

  1. Cédanse el lugar el uno al otro, denle la ventaja a la otra persona, esfuércense por agradarla, opten por lo que la otra prefiere. Esto es lo que significa ser siervo y someterse mutuamente (Fil 2.3–4). Si los mandatos de someterse (Ef 5.21) y de ser siervos unos de otros (Gá 5.13) no se aplican, ante todo, al sometimiento de uno mismo a la persona que está más cerca, sea esposa o esposo, ¿a quién más deberán aplicarse? Al igual que la caridad, el sometimiento comienza en casa.
  2. Repártanse las responsabilidades con base en las capacidades, la experiencia y la habilidad de cada uno. Las áreas de servicio pueden acordarse de antemano para que cada cónyuge sea responsable de presentar decisiones finales en las áreas específicas en las que muestra capacidad.
  3. Permítanse concesiones. Busquen el término medio porque es un procedimiento con base bíblica (Lc 14.31–32; Hch 6.1–6; 15.37–40).
  4. Definan los principios bíblicos que se relacionan con el tema en discusión y tomen sus decisiones sobre la base de una evaluación.
  5. Pidan juntos la dirección de Dios y espérenla. Pospongan la decisión para beneficiarse de la perspectiva que les da el tiempo, porque Dios usa tanto la oración como el tiempo para resolver diferencias y conflictos.
  6. Manténganse a la expectativa de la dirección que Dios les proveerá mediante las circunstancias. La historia tiene sus maneras.
  7. Cuando una decisión afecte a un cónyuge más que a otro, pesará más la opinión de aquel a quien más le concierne la decisión. Esto es lo que significa la vida en comunidad. Por ejemplo, un esposo quiere tener más hijos porque le gustan los niños, pero su esposa sabe que está balanceándose al borde de una crisis nerviosa debido al peso que para ella representa su hogar. La voz de ella debe ser la que determine esta decisión, a menos que, por supuesto, él esté dispuesto a quedarse en casa y criar a sus hijos.
  8. Lleven a cabo juntos proyectos de investigación sobre el tema que propició el conflicto. Lean, vayan a conferencias, tomen cursos para edificar la base de una buena decisión (Ef 5.17; Stg 1.5–6). Por ejemplo, el uso del castigo físico con los hijos es un tema delicado que puede convertirse en una fuente de graves conflictos en las parejas jóvenes. En vez de actuar por impulsos emocionales o canfiando en socializaciones del pasado, la pareja deberá investigar ambas caras del tema y llegar a un consenso.
  9. Decidan remitir la cuestión a una tercera persona que sea confiable y objetiva, luego de acordar que ambos se sujetarán a lo que ella determine (1Co 6.5).
  10. Ejecuten un cambio de roles. Ambos cónyuges pueden por turno articular su posición respectiva de la manera más clara posible. Luego ocupen el rol del otro cónyuge por un período de tiempo para identificarse con su manera de pensar. La empatía que genera este intercambio por lo general provee una salida.

Bajo la dirección del Espíritu Santo, también pueden encontrarse otros métodos creativos para resolver las diferencias sin recurrir a la horrible práctica pagana en la que un cónyuge ejerce control sobre el otro. Según el principio de «una sola persona», cuanto más dominante sea uno con su cónyuge, más daña su matrimonio y empobrece su propia vida. A la inversa, según el mismo principio de «una sola persona», cuanto más uno afirma y edifica a su cónyuge y estimula su crecimiento independiente, más aporta a su matrimonio y enriquece su propia vida, sin mencionar la simple obediencia a Dios, quien desea que ninguno de sus hijos caiga bajo el yugo de la esclavitud (Ef 5.28).

Las palabras del apóstol Pablo resuenan hoy día con un realismo convincente: «Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yudo de la esclavitud» (Gá 5.1).

Cada generación de cristianos debe examinar sus creencias y sus prácticas bajo el microscopio de las Escrituras, tanto para indetificar aquellos desechos del mundo que con tanta facilidad nos acosan, como para purificarse de ellos y proteger con mucho celo la libertad adquirida a tan alto costo para nosotros —tanto hombres como mujeres— en la cruz del Calvario.

 

Preguntas para estudiar el texto en grupo

  1. Según el autor, ¿cuál es la mejor manera de frenar la corriente de matrimonios marchitos y rotos? ¿De qué manera consigue usted y su cónyuge florecer su propio matrimonio?
  2. ¿Cuáles de las sugerencias del autor para resolver conflictos le parecen más factibles de aplicar en su matrimonio?, ¿cuáles le gustaría implementar con su cónyuge?
  3. ¿Qué otros métodos creativos sugeriría usted aplicar para solucionar diferencias de opinión?
  4. ¿En qué se fundamenta el autor para afirmar que la práctica en la que un cónyuge ejerce control sobre el otro es horrible y pagana? ¿Qué consecuencias sufren los matrimonios que la aplican?

Se tomó y adaptó de El lugar de la mujer en la iglesia y la familia, lo que la Biblia dice, 1985, segunda edición, Nueva Creación. Se publica con permiso del autor.

El autor, nacido y criado en Francia, se doctoró en estudios bíblicos por la Universidad de Boston, por siete años se integró a un programa de posdoctorado en la Sorbona de París bajo la mentoría del profesor Oscar Cullmann. Es autor de varios libros e innumerables artículos. Fue líder fundador de Willow Creek Community Church, una iglesia cerca de Chicago. Está casado con María. Tienen cuatro hijos adultos y dos nietos.

¡A trabajar!

Fuente: Desarrollo Cristiano Internacional

La comunión exige comunicación; cuando esta falta, se originan situaciones deplorables en más del 50% de las parejas.

Todas las parejas experimentan conflictos y desacuerdos en su relación. Los problemas son parte de la vida. El ideal en la relación matrimonial no es vivir sin conflictos, sino saber cómo enfrentarlos e, incluso, utilizarlos convenientemente para el crecimiento de ambos. Para lograrlo se requiere una correcta comunicación, y la comunicación sin reservas debe practicarse con perseverancia. Para lograr esto, recomendamos:

  • No rehúses abordar los temas de fricción o controversia; pero para ello controla los sentimientos de modo positivo.
  • Encuentra el momento oportuno para conversar. Recuerda que los dos deben lograr el acuerdo.
  • Ataca el problema, no a la persona.
  • Intenta siempre mejorar tu propia actitud, pero no intentes cambiar la de la otra persona.
  • Evita el uso de palabras cargadas de emociones como: «en realidad no me amas», «siempre haces tal o cual cosa», «nada haces bien», «qué me importa», «nunca dices algo con sentido». Y cuídate mucho de herir con frases como: «eres una estúpida», «eres un tonto», «¿estás sordo?».
  • Responsabilízate de tus propias opiniones, palabras, acciones y reacciones. No eches la culpa a tu pareja de lo que haces o dices.
  • Evita retomar temas de discusiones pasadas.
  • Enfrenta un problema a la vez y, luego, encara el siguiente.
  • Ocúpate del presente y no del pasado, a no ser que te ayude a resolver el problema actual; de otro modo, lo único que lograrás será reflotar puntos de desacuerdos.
  • Expresa tus pensamientos y preocupaciones. Escucha, comprende y responde con amabilidad.
  • Suaviza el comienzo de una discusión. Separa un tiempo especial del día o de la noche, cuando todos se han ido a dormir. Nunca lo trates por teléfono o mail.
  • Esfuérzate en comprender con el mismo ahínco con el que solicitas ser comprendido.
  • Nunca resuelvas conflictos en público ni reveles cosas privadas a cualquiera.
  • No mezcles a terceras personas. Una discusión entre dos, exclusivamente, es más fácil de terminar que si toma parte en ella todo el pueblo o toda la familia.
  • No mezcles temas. Algunas personas aprovechan un momento de tensión para descargar rencores secretos.
  • Perdona y olvida el pasado, no trates de resucitar muertos.
  • Acepta la posibilidad de que estés equivocado. Muestra disposición a reconocer tus propios errores.
  • Comienza y termina el tema de discusión con una oración. Dios siempre está presente. Compórtate de una manera que lo honre.

Desafío para el mes

Reflexiona junto a tu cónyuge en la siguiente cita:

La comunicación es más que el deseo de hablar y escuchar; debe incluir la disposición de lograr objetivos y metas comunes. En el matrimonio debemos buscar palabras positivas, abundantes, personales y amorosas. Positivas, porque siempre voy a hablar bien de la persona que amo, en su presencia o ausencia. Abundantes, porque voy a esforzarme en reconocerla con palabras, con miradas y con gestos. Personales, porque existe un código de comunicación en cada pareja que debe pertenecer solo a ellos. Un cruce de miradas, un gesto con una mano, un movimiento de pie. Amorosas, porque estas palabras deben partir de un corazón respetuoso, honesto, fiel y perdonador, pues la ira, el enfado, el enojo y el dolor, deben dar paso a la reconciliación y al perdón (Sixto Porras).

Nuestro anhelo es que pueda vivir estos consejos en esta semana y que su familia sea mucho más feliz por ello.

 

Silvia es médica, especializada en sexualidad humana. José Luis es abogado. Son autores de numerosos libros, conferencistas internacionales y directores del sitio placeresperfectos.com.ar (consultas@placeresperfectos.com.ar). Juntos, pastorean la Iglesia «De la Ciudad», en Resistencia, provincia de Chaco, Argentina.

Todos los derechos reservados. Se publica con permiso de los autores.