La relación padre-hijo

Publicado originalmente por Logoi Ministries

Por Jorge Taylor, Leslie Thompson e Ismael Amaya

Un buen día el dúo se torna en trío. Antes eran solo dos: el esposo y la esposa; ahora el hogar ha aumentado con la llegada de un bebé que emite balbuceos y da pataditas, o chilla en demanda de atención. Y tú eres el padre. Lo amas, lo cuidas y lo hallas hermoso como todo padre a su primer hijo. Sueñas con un futuro venturoso para él. ¿Qué debes hacer para que esos sueños se cumplan? ¿Cómo debes vivir? El secreto se esconde en un amor verdadero, que es un amor con sabiduría. Cuando los padres aman a Dios y se aman entre sí, el amor a los hijos es fruto natural del hogar donde reina la armonía. A la inversa, si los padres se olvidan de Dios y de los principios que él ha dado para el hogar y la familia, en vez de armonía, prevalecerá el caos. Permíteme ofrecerte unos consejos que te pueden ayudar a ser un padre feliz en un hogar de armonía:

Tu hijo es persona y merece que le trates como tal. No hablo de las impertinencias o malacrianzas infantiles que demandan corrección. Estoy pensando más bien en esas ocasiones en que los niños necesitan ser escuchados por sus padres. Necesitan respuesta a algo, consuelo, comprensión. Como padre debes estar muy atento a esas necesidades. No abuses del “¡Cállate!”, o del” ¡Déjame tranquilo!”, o del “¡Sal a jugar; no me molestes!” Tal actitud da lugar al alejamiento y corta las líneas de comunicación.

Ten oído para las demandas de tus hijos. El niño vendrá a ti a menudo con toda clase de peticiones y tu primer impulso oscilará entre el mimo y el rechazo. Enséñale desde el principio los valores de la vida.El amor  no es sólo dar regalos, sino saber cuándo darlos y cuándo no. Dile siempre a tu hijo la verdad. La formación de su carácter y de su personalidad está en tus manos. No lo malcríes. Aprovecha cada oportunidad para inculcarle los principios de una vida sabia y ordenada.

Ayúdale a desarrollar sus propias capacidades. Comopadre,e deberás prepararle para vivir en un mundo lleno de vicisitudes. Usa incidentes como nacimientos, bodas, muertes, catástrofes, etc., para instruirle acerca de la vida. Enséñale qué cosas temer y qué peligros evitar. Enséñale a confiar en Dios. Enséñale a leer la Biblia y a orar. Tu propia actitud como padre en cuanto a las cosas del espíritu será el modelo que más influya sobre las decisiones de tu hijo.

Ayúdale a escoger metas de valor. Tu asistencia de padre es muy importante cuando llegue para tu hijo la hora de tomar decisiones. Enséñale las posibilidades y consecuencias de cada una. No le impongas tus propias preferencias, pero enriquece sus conocimientos a fin de que él sea capaz de elegir sabiamente. Enséñale no sólo a triunfar, sino también a perder —pues en la vida real son más las veces en que se pierde que las que se gana. Sírvele siempre de aliento y de estímulo en todo.

Enséñale que hay límites y linderos en la vida. Establece reglas en tu hogar y no consientas que sean desobedecidas. Un niño aprecia el No tanto como el . Experimenta una sensación de seguridad cuando sabe que dentro de la cerca que se le pone tiene refugio y una base firme. Aprendiendo a obedecerte como padre, le será más fácil llegar a obedecer a Dios, lo cual es aun más importante. La vida no tolera la anarquía y mientras más pronto lo entienda así mejor será. De esa manera estará preparado para hacerle frente a circunstancias inesperadas o adversas fuera de su control.

©2009 Logoi, Inc.
Tomado del libro Para tí, Esposo y Padre
Todos los derechos reservados

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El legado que vale la pena dejar

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¿Qué herencia estás dejando?

Vivimos en una época en la que ser padre parece reducirse a una sola cosa: proveer. Las conversaciones sobre el futuro giran en torno a seguros, propiedades, estudios universitarios, ahorros, estabilidad económica. Y aunque todo eso tiene su lugar —la Biblia misma dice que “el bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos” (Prov. 13:22)—, muchos padres cristianos han confundido el valor de lo que se deja con la duración de lo que se transmite.

La verdadera herencia no se mide en soles ni se almacena en cuentas bancarias. El legado más valioso que un hombre puede dejar a sus hijos es el testimonio de una vida marcada por el temor de Dios. Una vida que apunta constantemente a Cristo. Ese es un legado que no se devalúa con el tiempo, que no se pierde en una crisis económica, y que no puede ser destruido por la polilla ni por el óxido. Ese es el legado que vale la pena dejar.

No basta con tener éxito

Cuando un padre muere, su testamento define sus bienes, pero su testimonio define su vida. Y lo que queda grabado en el corazón de los hijos no son las cifras de una herencia, sino los ejemplos, los silencios, las decisiones, los actos de fe —o de negligencia.

Pablo elogió a Timoteo por tener una “fe no fingida”, heredada de su madre Eunice y su abuela Loida (2 Tim. 1:5). Ninguna mención se hace de un padre piadoso. Puede que no haya estado, o que haya estado ausente espiritualmente. Lo cierto es que Dios usó a dos mujeres fieles para dejarle a Timoteo el legado más importante: una fe viva.

Y esto plantea una pregunta incómoda para muchos padres hoy: ¿estás invirtiendo más esfuerzo en el éxito de tus hijos que en su salvación? ¿Estás más preocupado por su ingreso mensual que por su vida eterna? ¿Sabes cuánto pesa su mochila, pero no sabes cuánto pesa su conciencia? Podrías dejarles un título universitario, pero no un amor por la Palabra. Podrías enseñarles a manejar un auto, pero no a caminar con Dios. Podrías hablarles de metas… y jamás del cielo.

El llamado intransferible

Dios no ha delegado la formación espiritual de los hijos a la iglesia, ni al colegio, ni a los ministerios. Ha delegado esa tarea al hogar. “Y estas palabras… las repetirás a tus hijos…” (Deut. 6:6–7). El verbo es personal. No dice “que lo repita el pastor” ni “que lo enseñe el maestro”. Dice tú.

Padre cristiano, el Señor te llama a ser más que proveedor: te llama a ser pastor de tu hogar. No solo para llevar pan a la mesa, sino también Palabra al corazón. No solo para proteger físicamente, sino para cultivar espiritualmente. Eso no requiere perfección, pero sí compromiso. No se trata de tener todas las respuestas, sino de caminar cada día en dependencia de Dios, mostrando a tus hijos que tu fe es real, viva, y relevante.

Quizás digas: “Pero yo no soy teólogo”. Y está bien. No necesitas serlo. Pero sí necesitas ser un hombre que ora, que se arrepiente cuando falla, que ama a su esposa como Cristo a la Iglesia, que honra el día del Señor, que lee la Biblia con sus hijos aunque sea torpemente. Tus hijos no necesitan un padre experto, sino un padre genuino.

Tus hijos te están mirando

Muchos padres no se dan cuenta de que sus hijos están aprendiendo todo el tiempo. Aprenden cuando te ven llegar cansado pero aún así orar con ellos. Aprenden cuando te ven frustrado pero no explotas. Aprenden cuando escuchan que no vas a trabajar en domingo porque has decidido santificar el día del Señor. Aprenden cuando ven que el Evangelio no es solo un discurso de domingo, sino la razón por la cual vives como vives.

Y aunque no lo digan, todo eso se graba. Las palabras pasan, pero el ejemplo permanece. Tal vez tus hijos no recuerden todos los devocionales familiares, pero sí recordarán si eras constante. Recordarán si trataste con ternura a su madre. Recordarán si tenías tiempo para ellos, o si eras un hombre siempre ocupado y ausente.

Y si estás sembrando hoy con lágrimas —con hijos rebeldes, con oraciones sin respuesta aparente—, sigue sembrando. La fidelidad nunca es en vano. Dios no es injusto para olvidar tu obra. Muchos hijos vuelven a casa no por el temor al castigo, sino por el recuerdo del amor y el testimonio de un padre que no se rindió.

Un legado que no se quema

El legado espiritual es como un fuego que puede pasar de generación en generación. A veces parece que se apaga, pero basta una chispa para volverlo a encender. Una Biblia con tus notas, una oración que grabaste, un consejo que diste cuando nadie más lo haría… puede ser el medio que Dios use años después para salvar a tus hijos.

Por eso, no midas tu éxito como padre por lo que logren tus hijos en esta vida, sino por cuánto conocieron a Cristo a través de ti. No te obsesiones con dejarlos “seguros”, sino con que estén anclados en la Roca eterna.

La pregunta no es: ¿tendrán tus hijos una buena vida? Sino: ¿verán en ti una vida digna de imitar? ¿Recordarán a su padre como un hombre fuerte o como un siervo quebrantado que amaba a Jesús más que a sí mismo?

El llamado final

Este Día del Padre, no te conformes con recibir una corbata o una tarjeta bonita. Mira con honestidad tu legado. ¿Estás invirtiendo más en el cuerpo de tus hijos que en su alma? ¿Estás dejando una herencia que no se puede vender ni hipotecar?

Si eres padre, ora por sabiduría. Pide perdón si has fallado. Comienza hoy. Nunca es tarde para construir sobre la Roca. Y si tu padre fue un hombre así, dale gracias a Dios. Has recibido una herencia más rica que el oro.

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Samuel Escobar: Un legado de fidelidad, servicio y libros

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Este 29 de abril nos dejó Don Samuel Escobar, una de las figuras más queridas y respetadas del mundo evangélico latinoamericano. Su partida no solo marca el fin de una etapa histórica, sino que nos impulsa a mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con compromiso. Su vida no fue una de estridencias ni protagonismos, sino de fidelidad, libros y servicio silencioso: la vida de un verdadero siervo del Señor.

Desde los primeros años de Desarrollo Cristiano del Perú (DCP), Don Samuel fue una figura clave. En tiempos en que ser pastor en el interior del país implicaba predicar con una Biblia desgastada y sin más herramientas que la fe y la voluntad, él traía su maleta no llena de ropa, sino de libros. Libros teológicos, formativos, que abrían horizontes. Libros que se convertían en aliados silenciosos para hombres y mujeres que anhelaban servir mejor, pero no contaban con recursos para prepararse.

Recordamos esos viajes suyos desde Buenos Aires, regresando con una maleta llena de tesoros que terminarían en manos de pastores tanto en la selva como en los Andes. Y lo hacía sin hacer alarde, con la sencillez de quien sabe que el Reino se construye a paso lento pero firme. Era un sembrador de libros, sí, pero sobre todo un sembrador de visión.

Gracias a su intervención y recomendación, DCP pudo establecer contacto con la fundación de John Stott, hoy conocida como Langham Literature. Esta alianza fue decisiva: permitió distribuir literatura teológica de altísimo nivel a precios accesibles, democratizando el acceso a la formación en un país con escasez de librerías evangélicas y pocos recursos. No fue un gesto simbólico; fue una puerta abierta que ha bendecido a generaciones enteras de pastores y estudiantes.

Pero su aporte no terminó ahí. Fue también un puente hacia la capacitación en predicación expositiva, esa forma de enseñar la Palabra que nace del texto bíblico mismo, con fidelidad y claridad. Don Samuel nos conectó con pastores de All Souls Church en Inglaterra, lo cual nos impulsó ministerialmente. Ver su pasión por la enseñanza bíblica no solo nos desafió, sino que también nos marcó con un norte: formar pastores que expongan fielmente la Palabra de Dios. Hasta hoy, DCP continúa con ese compromiso. Y sí, en buena medida, lo hacemos porque él nos mostró cuán importante es.

Más allá del ministerio, Don Samuel fue también un amigo cercano. En cada visita al Perú, no faltaban las largas conversaciones, los análisis profundos de la iglesia, del país, del mundo. Siempre en la mesa, con una buena comida arequipeña de por medio. Su sabiduría era profunda, pero nunca pesada; sabía enseñar sin imponer, acompañar sin controlar.

Podríamos enumerar muchas otras cosas: su papel en la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en AGEUP, sus libros, sus enseñanzas en seminarios… pero quizás el mayor testimonio de su vida está en lo que no se ve: en cada pastor que hoy predica mejor porque recibió un buen libro gracias a Don Samuel; en cada joven que descubrió la riqueza de la teología por su influencia; en cada organización como la nuestra que encontró dirección y ánimo cuando más lo necesitaba.

Él mismo lo dijo muchas veces: la misión de la iglesia no es conquistar espacios de poder, sino servir. Y eso hizo él: sirvió a quienes sirven. Nos ayudó a no perder nunca la visión con la que nació DCP: servir a los que sirven en la iglesia del Señor.

Hoy, con tristeza en el corazón pero con esperanza en Cristo, decimos: gracias, Don Samuel. Gracias por enseñarnos que el Reino se construye con libros, con consejo, con amor. Gracias por su ejemplo de humildad, por su fidelidad a la Palabra, por su vida al servicio de otros.

Su legado sigue vivo. En cada biblioteca pastoral que ayudó a formar, en cada predicación expositiva que alentó, en cada ministerio que orientó con sus palabras y su ejemplo.

Nos unimos al clamor agradecido de muchos en América Latina:
¡Gracias, Señor, por la vida de Don Samuel Escobar!

A continuación, te dejamos una entrevista que realizamos a don Samuel en el 2021

Conversando con don Samuel Escobar: La importancia del libro en su vida

El Poder Transformador de la Resurrección

Por: Redacción DCP

La resurrección de Cristo es el evento más glorioso en la historia de la humanidad. No es solo un dato teológico ni una doctrina que confesamos los domingos. Es el fundamento de nuestra fe, el sello de garantía de que todo lo que Dios ha prometido se cumplirá. Sin la resurrección, nuestra fe sería vana, nuestra esperanza sería ilusoria y nuestro destino eterno sería la condenación. Pero Cristo ha resucitado, y esa verdad lo cambia todo. 

De la Muerte a la Vida: La Realidad de la Resurrección 

Cuando Jesús murió en la cruz, parecía que todo había terminado. Sus seguidores estaban desorientados, temerosos y sin rumbo. Habían dejado todo por seguirle, y ahora su maestro y amigo yacía en una tumba sellada por una piedra. Sin embargo, lo que parecía ser el fin era, en realidad, el inicio de la mayor victoria de la historia. 

Tres días después, la tumba quedó vacía. Cristo se levantó con poder, venciendo al pecado y a la muerte. Su resurrección no fue solo una señal de que Él es el Hijo de Dios (Romanos 1:4), sino la prueba de que su sacrificio fue aceptado por el Padre. La ira de Dios fue satisfecha, el pecado fue derrotado y la muerte perdió su aguijón. Como Pablo declara en 1 Corintios 15:20: «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho». Su resurrección garantiza la nuestra. 

Una Nueva Identidad: El Impacto Personal de la Resurrección 

La resurrección de Cristo no es solo un evento del pasado; es una realidad que transforma nuestro presente y define nuestro futuro. Pablo dice en 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». La vida cristiana no consiste en una simple reforma moral, sino en una resurrección espiritual. Hemos pasado de muerte a vida. 

Antes de la resurrección, los discípulos eran cobardes y temerosos. Pedro negó a Cristo tres veces, y todos los demás huyeron cuando llegó el momento de la prueba. Sin embargo, después de verlo resucitado, fueron transformados en testigos valientes, dispuestos a morir por la verdad del evangelio. ¿Qué cambió? La resurrección. Ver a Cristo glorificado disipó sus dudas, fortaleció su fe y les dio un propósito inquebrantable. 

Lo mismo sucede con nosotros. Cuando entendemos el poder de la resurrección, nuestra identidad cambia. Ya no somos esclavos del pecado, sino hijos de Dios. Ya no estamos condenados, sino justificados. Ya no vivimos sin esperanza, sino con la certeza de que la muerte no tiene la última palabra. Nuestra vida cobra sentido porque Cristo vive en nosotros (Gálatas 2:20). 

La Esperanza en Medio del Sufrimiento 

Vivimos en un mundo marcado por el dolor, la enfermedad y la muerte. No pasa un día sin que enfrentemos pruebas que nos recuerdan la fragilidad de nuestra existencia. Sin embargo, la resurrección nos asegura que este mundo no es todo lo que hay. Cristo venció la muerte, y por eso nosotros también venceremos. 

Pablo escribe en Romanos 8:11: «Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros». La resurrección no solo nos da vida espiritual ahora, sino que nos garantiza la resurrección futura. Un día nuestros cuerpos mortales serán transformados, y veremos a Cristo cara a cara en gloria eterna. 

Esta esperanza nos da fuerzas en medio del sufrimiento. Sabemos que nuestra aflicción es temporal y que un día toda lágrima será enjugada. La resurrección nos enseña que el sufrimiento no es el final, sino el proceso a través del cual Dios nos prepara para la gloria venidera. Como dijo Spurgeon: “Muerte, no voy a temerte. ¿Por qué habría de hacerlo? Tu aspecto es de un dragón, pero desapareció tu aguijón. Tus dientes están rotos, oh viejo león, ¿por qué habría de temerte? Yo sé que ya no eres capaz de destruirme, sino que eres enviado como un mensajero para conducirme a la puerta de oro por donde entraré y veré por siempre el rostro sin velo de mi Salvador.” (Sermón «Cristo, el Destructor de la Muerte», No. 1329, 1876). 

Llamados a una Vida de Santidad 

La resurrección de Cristo no solo nos da esperanza; también nos llama a vivir de manera diferente. Pablo nos exhorta en Colosenses 3:1-2: «Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». 

Esto significa que la resurrección debe impactar cada aspecto de nuestra vida. No podemos seguir viviendo como antes. Ya no somos esclavos del pecado, sino siervos de la justicia. Nuestra manera de pensar, hablar y actuar debe reflejar la nueva vida que tenemos en Cristo. No vivimos para este mundo, sino para la gloria de Dios. La resurrección nos llama a dejar atrás el pecado y a caminar en la novedad de vida. 

¿Vives en el Poder de la Resurrección? 

El evangelio no es solo una doctrina que aceptamos intelectualmente; es una verdad que nos transforma. Si creemos en la resurrección, nuestra vida debe reflejarlo. No podemos seguir atados al miedo, la culpa o la desesperanza. Cristo ha vencido, y en Él, nosotros también somos más que vencedores. 

La pregunta es: ¿estás viviendo como alguien que ha sido transformado por la resurrección de Cristo? 

Si todavía luchas con dudas, temores o una fe débil, recuerda que el mismo Cristo que resucitó está intercediendo por ti. No sigas viviendo como si la tumba aún estuviera ocupada. El sepulcro está vacío, Cristo está vivo, y su victoria es nuestra. 

Ven a Cristo, abraza el poder de su resurrección y vive con la certeza de que en Él tenemos vida abundante y eterna. 

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La Semana Santa y la Misión de la Iglesia: ¿Cómo Vivir el Mensaje de la Cruz?

Por: Redacción DCP

Vivimos en una sociedad que celebra la Semana Santa con diferentes matices. Para algunos, es un tiempo de descanso; para otros, un momento de reflexión religiosa. Sin embargo, para la iglesia de Cristo, la Semana Santa es una declaración del evangelio: el recordatorio de que el Hijo de  Dios vino a este mundo, vivió una vida perfecta, murió en una cruz y resucitó con poder para darnos vida eterna. Pero este mensaje no es un
mero relato del pasado, sino una verdad viva que transforma nuestra identidad y nuestra misión.

La Cruz: El Centro de Nuestra Identidad

Pablo escribió en 1 Corintios 1:23: "pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura". La cruz de Cristo no es solo un símbolo; es la base misma de nuestra fe. Sin ella, no hay redención, no hay esperanza, no hay iglesia.
Pero la cruz también nos define como creyentes. En un mundo que valora el poder, la autonomía y el éxito personal, la cruz nos llama a un camino contrario: la humildad, la dependencia de Dios y el sacrificio por amor a otros. Cristo no se aferró a su gloria, sino que se despojó de ella para salvarnos (Filipenses 2:6-8). Y como sus seguidores, somos llamados a tomar nuestra cruz cada día y seguirle (Lucas 9:23).

La Resurrección: Nuestra Esperanza y Misión

Si la cruz nos define, la resurrección nos impulsa. "Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe" (1 Corintios 15:14). La victoria de Cristo sobre la muerte no es solo una garantía de nuestra salvación futura, sino la fuente de nuestra valentía para vivir el evangelio hoy.
Jesús no resucitó para que simplemente celebremos un evento histórico una vez al año. Resucitó para enviarnos. "Como me envió el Padre, así  también yo os envío" (Juan 20:21). Él nos llama a proclamar su victoria, a vivir con gozo en medio de la adversidad y a llevar el mensaje de la cruz hasta lo último de la tierra.

La Iglesia: Reflejando la Cruz en la Sociedad

El mundo necesita ver el mensaje de la cruz encarnado en la iglesia. En una cultura marcada por la división, el egoísmo y la desesperanza, la iglesia debe ser un faro de unidad, amor y esperanza. Pero esto no se logra con estrategias humanas ni con discursos vacíos; se logra cuando cada creyente decide vivir de acuerdo con la verdad del evangelio.
La iglesia es llamada a ser sal y luz (Mateo 5:13-16), a proclamar el mensaje de la reconciliación (2 Corintios 5:18-20) y a modelar el servicio humilde de Cristo. Esto significa que la Semana Santa no debe ser solo una fecha en el calendario, sino un estilo de vida.

¿Cómo Vivimos el Mensaje de la Cruz?

  1. Predicando el evangelio con fidelidad. La cruz y la resurrección son el corazón de nuestra predicación. No hay iglesia sin evangelio, y no hay evangelio sin la obra de Cristo.
  2. Viviendo con humildad y amor. La cruz nos llama a servir a otros, a perdonar, a renunciar a nuestros derechos por el bien del prójimo.
  3. Siendo testigos valientes. La resurrección nos da la confianza para compartir nuestra fe en un mundo que la rechaza. No tememos, porque servimos a un Rey vivo.
  4. Perseverando en la santidad. Si hemos muerto con Cristo, también vivimos en él. Nuestra vida debe reflejar el poder transformador del evangelio.

Semana Santa es mucho más que una tradición; es el recordatorio de la obra que nos ha salvado y la misión que nos ha sido encomendada. Que no pase desapercibida en nuestra vida. Que vivamos cada día a la luz de la cruz y la esperanza de la resurrección.

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La Verdadera Feminidad Bíblica: Servir en Lugar de Ser Servida

Por: Redacción DCP

Vivimos en tiempos en los que la feminidad es un campo de batalla. Se nos dice que ser mujer significa romper estructuras, imponerse sobre el hombre, demostrar que somos autosuficientes. Pero, ¿es eso lo que Dios diseñó? ¿Es ese el camino que nos lleva a la plenitud? Si queremos respuestas reales, no podemos mirar a la cultura; tenemos que mirar a Cristo. En Él encontramos el verdadero modelo de lo que significa tener poder y, al mismo tiempo, vivir en humildad y servicio.

Jesucristo: El Modelo Supremo

Jesús tenía toda la autoridad. Podía haber exigido adoración, reclamar su derecho a ser servido. Y, sin embargo, se ciñó una toalla, tomó una palangana y lavó los pies de sus discípulos. No vino para ser servido, sino para servir (Marcos 10:45). Así es el poder de Dios: no se aferra, no se impone, sino que se entrega en amor.

La feminidad bíblica sigue ese mismo camino. No se trata de demostrar que la mujer es más fuerte, más capaz o más valiosa que el hombre. Tampoco se trata de someterse por miedo o debilidad. Se trata de reflejar el carácter de Cristo: vivir con amor, usar la fortaleza que Dios nos ha dado para edificar, para nutrir, para servir con gozo y sin reservas.

La Feminidad Bíblica en la Familia

Desde el principio, Dios diseñó la familia como una obra maestra de complementariedad. La mujer no es un accesorio en el hogar, ni una figura secundaria. Es una ayuda idónea (Génesis 2:18), diseñada por Dios para fortalecer, guiar y construir su hogar con sabiduría y amor.

Hoy, el mundo nos dice que la sumisión es un problema, que es una forma de opresión. Pero la Biblia nos muestra otra cosa: la sumisión es un reflejo de Cristo, quien se sometió al Padre en amor y obediencia. No significa callar, no significa resignación. Significa usar la fuerza que Dios nos dio para amar, para influir con gracia, para edificar con sabiduría. La mujer virtuosa de Proverbios 31 no es débil; es trabajadora, emprendedora, valiente, y su fortaleza está en su temor al Señor.

La Feminidad Bíblica en la Iglesia

La iglesia necesita mujeres que vivan con propósito. A lo largo de la Biblia, vemos mujeres que marcaron la diferencia: Débora, quien lideró con valentía; Rut, cuya fidelidad transformó su historia; María, que estuvo a los pies de Jesús, absorbiendo sus enseñanzas. En Tito 2:3-5, se nos dice que las mujeres mayores deben enseñar a las más jóvenes. Esa es la misión: discipular, influir, levantar a la siguiente generación con una fe firme y una vida piadosa.

No se trata de buscar reconocimiento, sino de hacer la obra de Dios con fidelidad. La iglesia no avanza con títulos, sino con corazones entregados. Y la feminidad bíblica es exactamente eso: una entrega total a la voluntad de Dios, sin reservas ni condiciones.

La Feminidad Bíblica en el Trabajo y la Sociedad

Algunas piensan que la Biblia encierra a la mujer en la casa. Pero eso no es cierto. Desde el Antiguo Testamento vemos mujeres como Ester, quien usó su posición para salvar a su pueblo; como la mujer de Proverbios 31, que administraba sus negocios con destreza. Dios nos llama a glorificarle donde estemos: en el hogar, en la oficina, en la universidad. Pero siempre con un corazón sujeto a Él.

El problema del feminismo moderno no es que busque oportunidades para la mujer, sino que lo hace negando el diseño de Dios. En lugar de abrazar la belleza de la feminidad, busca reemplazarla con una identidad que no nos pertenece. La mujer cristiana no necesita competir con el hombre para demostrar su valor. Ya ha sido redimida, amada y equipada por Dios para hacer Su obra.

Conclusión

La verdadera feminidad bíblica no es una lucha de poder. No es imponerse ni desaparecer. Es vivir en el poder del Espíritu Santo, reflejando la gracia y la verdad de Cristo en cada área de la vida. Es amar sin reservas, servir con alegría, influir con sabiduría.

Una mujer fuerte no es aquella que grita más fuerte, sino aquella que, con fe inquebrantable, camina en obediencia a su Dios. Su vida no está definida por las expectativas del mundo, sino por la verdad de la Palabra. Y cuando una mujer vive así, transforma su hogar, su iglesia y su sociedad. Porque la verdadera feminidad bíblica no se trata de nosotras; se trata de reflejar a Cristo.

¿Qué opinas sobre la feminidad bíblica? Comparte tu experiencia en los comentarios y sigamos creciendo juntos en la fe.

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El Peligro del Aislamiento Digital: Recuperando la Vida en Comunidad

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Vivimos en la era de la conexión instantánea. Con un simple toque, podemos comunicarnos con alguien al otro lado del mundo, acceder a información ilimitada y compartir nuestras vidas en redes sociales. Pero, paradójicamente, nunca hemos estado tan desconectados. Los dispositivos electrónicos, diseñados para acercarnos, muchas veces nos alejan de lo que realmente importa: nuestra relación con Dios y con los demás.

La Ilusión de la Conexión

Las redes sociales nos venden la idea de comunidad, pero lo que nos ofrecen es una versión superficial de ella. Podemos tener cientos de amigos en línea, recibir miles de ‘me gusta’ en nuestras publicaciones y aun así sentirnos solos. La Biblia nos enseña que fuimos creados para vivir en comunidad, para amarnos, edificarnos y servirnos unos a otros (Hebreos 10:24-25). Sin embargo, cuando nuestras relaciones se limitan a interacciones virtuales, perdemos la riqueza de la verdadera comunión.

A Jesús le interesaban las relaciones interpersonales. Si en aquel tiempo hubieran existido los dispositivos electrónicos y las redes sociales, Él aun así habría llamado a sus discípulos a caminar con Él, y a la iglesia a expandir el evangelio de persona a persona. Tal como lo hizo, la iglesia primitiva no crecería a través de mensajes de texto, sino en hogares, en la mesa, en el servicio mutuo. No podemos reducir el amor fraternal a emojis y comentarios; necesitamos presencia real, contacto genuino y conversaciones profundas.

El Peligro del Individualismo

La tecnología ha reforzado una mentalidad individualista. Nos sumergimos en nuestros teléfonos mientras ignoramos a quienes están a nuestro lado. Vemos familias en restaurantes donde cada miembro está atrapado en su pantalla, sin siquiera mirarse a los ojos. Las redes sociales han convertido nuestra atención en una mercancía, y el enemigo ha usado esto para distraernos de nuestra misión.

Jesús nos llama a amar al prójimo (Mateo 22:39), pero es difícil hacerlo cuando estamos absorbidos en un mundo digital que nos pone a nosotros mismos en el centro. En lugar de preguntarnos “¿Cómo puedo servir?”, nos enfocamos en cómo podemos entretenernos. En lugar de mirar a nuestro alrededor para ver quién necesita ayuda, estamos más pendientes de quién reaccionó a nuestra última publicación.

Recuperando el Propósito

No se trata de demonizar la tecnología. Los dispositivos electrónicos pueden ser herramientas útiles cuando se usan correctamente. El problema surge cuando se convierten en un ídolo, en algo que roba nuestra atención y nos impide vivir la vida para la gloria de Dios. La solución no es desconectarnos por completo, sino usar la tecnología con sabiduría y moderación.

Dios nos ha llamado a vivir con propósito, a ser luz en medio de un mundo distraído. En lugar de permitir que la tecnología nos absorba, debemos usarla para bendecir a otros: enviando un mensaje de ánimo, llamando a alguien que lo necesite, compartiendo la Palabra de Dios con discernimiento. Pero, sobre todo, debemos priorizar el encuentro cara a cara, la conversación sin interrupciones, la hospitalidad sincera.

Volviendo a la Comunidad

El evangelio nos llama a vivir en comunidad, a ser parte activa del cuerpo de Cristo. No podemos ser iglesia desde una pantalla. Necesitamos reunirnos, compartir la carga unos de otros, llorar con los que lloran y gozar con los que se gozan (Romanos 12:15). No podemos permitir que el mundo digital reemplace el diseño de Dios para nuestras relaciones.

Quizás es tiempo de evaluar cuánto espacio le hemos dado a la tecnología en nuestra vida. ¿Nos ha alejado de nuestra familia? ¿Nos ha distraído de la oración y la meditación en la Palabra? ¿Nos ha hecho más egoístas en lugar de más serviciales? Si la respuesta es sí, entonces es hora de hacer cambios.

Conclusión

La tecnología no es el problema; el problema es cómo la usamos. Si nos está aislando en lugar de acercarnos, si nos está robando el tiempo que deberíamos dedicar a Dios y a los demás, entonces debemos tomar decisiones sabias. La verdadera comunión no se encuentra en una pantalla, sino en la vida compartida con otros. No dejemos que el mundo digital nos robe la riqueza de las relaciones que Dios diseñó para nuestro bien y para Su gloria. Es tiempo de levantar la mirada, desconectarnos de lo innecesario y volver a lo esencial: amar a Dios y amar al prójimo con todo nuestro ser.

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Autores: ARCHIBALD D HART, SYLVIA HART FREJD
Editorial: MUNDO HISPANO
S/46.00
Hombre con corona de papel cayéndose, representando la fragilidad del liderazgo humano

El Síndrome del Mesías: Una Mirada Reformada a la Esperanza y la Transformación Social

Por: Redacción DCP

En la sociedad contemporánea, es común ver cómo las masas depositan sus esperanzas en figuras carismáticas que prometen resolver las problemáticas más complejas de la humanidad. Desde líderes políticos hasta empresarios visionarios, estas figuras muchas veces son percibidas como salvadores modernos, capaces de llevar a cabo una transformación radical y definitiva. Sin embargo, esta tendencia refleja lo que podría llamarse el «síndrome del Mesías». Este fenómeno no solo revela una crisis de liderazgo en la sociedad, sino también una desconexión profunda con el verdadero Mesías: Jesucristo.

¿Qué es el Síndrome del Mesías?

El síndrome del Mesías es una inclinación psicológica y cultural que lleva a las personas a buscar salvación en un individuo que promete soluciones rápidas y definitivas a los problemas sociales, económicos o incluso espirituales. En muchos casos, esta percepción se construye en torno a figuras como Elon Musk, conocido por sus avances tecnológicos, o líderes políticos como Donald Trump, quienes atraen multitudes por su capacidad de inspirar confianza y esperanza en un futuro mejor. Sin embargo, esta confianza a menudo es desproporcionada y desubicada, porque ningún ser humano, por más talentoso o poderoso que sea, puede satisfacer las necesidades profundas del corazón humano ni transformar radicalmente la sociedad.

El Problema de la Esperanza Mal Enfocada

La Escritura enseña que «maldito el hombre que confía en el hombre y pone carne por su brazo» (Jeremías 17:5). Este pasaje es una advertencia clara contra la tendencia de poner nuestra esperanza en seres humanos en lugar de Dios. Cuando atribuimos cualidades mesiánicas a líderes terrenales, olvidamos que todos somos afectados por el pecado y que nuestras capacidades están limitadas por nuestra naturaleza finita.

El éxito temporal de ciertos líderes puede dar la impresión de que son capaces de cambiar el curso de la historia, pero el cambio verdadero y duradero solo puede venir de un corazón transformado por la gracia de Dios. Las iniciativas humanas, aunque importantes, siempre serán insuficientes para abordar las necesidades más profundas de la humanidad: la reconciliación con Dios y la regeneración espiritual.

Jesucristo, el único y Verdadero Mesías

La Biblia presenta a Jesucristo como el único Mesías, aquel en quien se cumplen todas las promesas de redención y restauración. Isaías 9:6 describe a Jesús como «Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz». Estas cualidades no pueden ser replicadas por ningún líder humano, sin importar cuán carismático o influyente sea.

Jesucristo no solo vino a transformar vidas individuales, sino también a inaugurar un reino eterno que trasciende las estructuras políticas y sociales. A diferencia de los líderes terrenales, cuya influencia es temporal y limitada, el reino de Cristo es eterno y universal. Su sacrificio en la cruz no solo resolvió el problema del pecado, sino que también nos dio el poder de vivir vidas transformadas por su Espíritu y en su Espíritu.

Transformación de Abajo Hacia Arriba

Uno de los errores más comunes al abordar el cambio social es creer que este debe venir de arriba hacia abajo, es decir, desde los líderes hacia el pueblo. Si bien es cierto que los gobernantes tienen una gran responsabilidad, la Biblia enfatiza que la verdadera transformación comienza en el corazón de cada individuo. En Romanos 12:2, el apóstol Pablo exhorta: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento».

Cuando los cristianos viven de acuerdo con los principios del evangelio, su testimonio impacta a las personas que los rodean, generando un efecto multiplicador que puede transformar comunidades enteras. Esto se ve reflejado en la historia de la iglesia primitiva, donde los cristianos, a pesar de ser una minoría perseguida, lograron influir de manera significativa en la cultura de su época al vivir y proclamar la verdad del evangelio.

Orando por Nuestros Gobernantes

Aunque nuestra esperanza no debe estar en líderes humanos, la Biblia nos llama a orar por ellos. En 1 Timoteo 2:1-2, Pablo instruye: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad». Este mandato no solo nos recuerda nuestra responsabilidad de interceder por quienes tienen autoridad, sino que también nos anima a reconocer que Dios está en control, incluso cuando los gobernantes no actúan de manera justa o sabia.

La oración por los gobernantes también es una expresión de nuestra confianza en la soberanía de Dios. Al orar, reconocemos que Él tiene el poder de dirigir los corazones de los reyes y de usar incluso a los líderes más imperfectos para cumplir sus propósitos redentores, tal como lo atestiguan las historias del Antiguo y Nuevo Testamento.

Viviendo Como Luz en el Mundo

En Mateo 5:14-16, Jesús nos llama a ser «la luz del mundo» y a vivir de manera que nuestras buenas obras glorifiquen a nuestro Padre celestial. Este llamado implica que cada cristiano tiene un papel que desempeñar en la transformación de la sociedad. Ya sea en el hogar, el lugar de trabajo o la comunidad, nuestras acciones y palabras deben reflejar el amor y la verdad de Cristo.

Esta perspectiva desafía la mentalidad pasiva que espera que el cambio venga exclusivamente de líderes políticos o religiosos. En lugar de eso, nos invita a tomar la iniciativa y a ser agentes de cambio donde Dios nos ha colocado. Como dijo el reformador Juan Calvino, «la verdadera piedad no solo nos lleva a adorar a Dios, sino también a vivir de manera justa y misericordiosa con nuestros prójimos». Esto es vivir conforme a nuestra cosmovisión bíblica.

Conclusión: Una Esperanza Bien Fundada

El síndrome del Mesías es un recordatorio de la necesidad humana de redención y de un líder perfecto. Sin embargo, ninguna figura humana puede cumplir ese rol. Solo Jesucristo es digno de nuestra plena confianza y esperanza. Como cristianos, debemos resistir la tentación de depositar nuestra fe en líderes terrenales y, en su lugar, enfocarnos en vivir y proclamar el evangelio.

La transformación de la sociedad comienza con corazones rendidos a Cristo y vidas comprometidas con su verdad. Mientras oramos por nuestros gobernantes y trabajamos por el bien común, recordemos que nuestra esperanza está en el Rey de reyes, quien gobierna con justicia y misericordia eternas. ¡Que nuestras vidas reflejen esa esperanza y sean un testimonio vivo del poder transformador del verdadero Mesías!

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La navidad, la familia, y Cristo

 

Por: Nick Davies.

La navidad es un tiempo para la familia. Pero el mensaje bíblico no solo afirma esto, lo desafía, desafiándonos pensar en la familia y la navidad de manera diferente que la sociedad.

En Cristo, tu familia es importante.

Con la familia bajo más presión que muchos podemos recordar, nuestro instinto de la prioridad de la familia es correcto. A través de una familia, la de Abraham, Dios prometió bendecir toda la creación.

Una prioridad en la Ley y Mandamientos recibidos después del Éxodo es proteger la familia y los linajes de las 12 tribus, lo que era esencial en la monarquía. Sin embargo, la vida pecaminosa del pueblo de Dios se expresaba también en las relaciones familiares: los padres animaron la idolatría en sus hijos (Isaías 57), y los hijos rebelaron contra sus padres (Deut. 21), reflejando en conflicto y abuso de autoridad en la familia desde la caída (Gen. 3) Entonces, una indicación de la renovación prometida por Dios, dada por los profetas es la renovación de relaciones familiares cuando Dios mismo llegaría para juzgar y renovar su pueblo (Mal 4).

Si terminamos acá, tenemos un buen mensaje del deseo de Dios para la familia, un mensaje moralista para una película navideña, pero no un mensaje centrado en Cristo y la cruz, que es el propósito de la navidad de todos modos.

En Cristo, tu familia no es importante.

Como siempre, cuando llegamos a la cruz, hay continuación y descontinuación. No hay conflicto entre partes de la Biblia, sino un desarrollo como parte de la revelación que llega a su cima en Cristo.

Pablo nota que la semilla de Abraham es singular: la esperanza de la promesa de la familia de Abraham tiene su cumplimiento en Cristo, no nuestras familias. La bendición del mundo vendrá por Cristo (Gal 3). Esto nos muestra que no podemos copiar y pegar la prioridad familiar desde la historia de Israel a nosotros sin la cruz como clave interpretativa.

No hay duda que Cristo cumple la promesa de restaurar familias. Vemos esto en las instrucciones de Pablo de amor y obediencia familiar como expresión de la transferencia desde la muerte a la vida por la cruz de Cristo (Efe. 2 y 5). Liberado del egoísmo y dependencia en las apariencias a través del perdón gratis de la cruz, podemos amar a nuestros esposos, esposas, hijos, hijas, padres, y madres con el amor escandaloso de Cristo, sacrificándose y lavando los pies.

Pero el cumplimiento en Cristo también señala hacia la descontinuación, reflejando cómo el pueblo de Dios no es de sangre sino Espíritu por la cruz.

La familia de Jesús no es su madre ni hermanos, sino los que hagan la voluntad de Dios en reconocer quién es Jesús realmente. Ser discípulos de Cristo es arriesgar romper con nuestra familia, “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mat. 10). Es su muerte en la cruz lo que define quién es el pueblo de Dios, quien es en su familia. Pablo, promotor de buenas relaciones sanas en la familia, al mismo tiempo nota que no es la más importante, recordando los corintios “que bueno les fuera quedarse [soltero] como yo” (1 Cor 7), reflejando la enseñanza de Cristo sobre la falta de matrimonio la nueva creación, “en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento” (Mat. 22). Por eso, entre las metáforas para la iglesia no aparece ‘familia’ sino ‘rebaño’, ‘huerto’, ‘ciudad’, ‘templo’, ‘esposa’, y ‘cuerpo’. Cristo amplía la definición de quién es nuestra familia.

Para estar absolutamente claro, el segundo grupo de pasajes no borra el primero, ni es el primer grupo más fundamental que el segundo. Nunca enfrentamos una parte de la Biblia contra otra. La buena teología bíblica es ver cómo los dos fluyen juntos, sin resolver lo que la Biblia deja en tensión porque vivimos entre la cruz y el retorno de Cristo. En Cristo, tu familia es importante. En Cristo, tu familia no es importante.

¿Habrá solo tu familia en tu navidad, o reflejará de verdad el amor de Cristo?

Piensa en esta navidad. Si tu cena de nochebuena solo va a ser tus padres, hermanos, e hijos ¿realmente celebras la venida del Cristo que amplió tu familia? En nuestras iglesias hay viudas sin familia, inmigrantes y extranjeros lejos de su tierra, solteros y parejas aisladas de sus familias, las madres y padres solteros que simplemente no tienen la capacidad para dar una cena. Ellos y otros son tu familia también. No permitamos que la tradición y el marketing de empresas tengan más influencia sobre nosotros que el evangelio. Mostramos a nuestros hijos que somos discípulos de Cristo, “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13)

Nicolas Davies es misionero de CMS Australia (Sociedad Misionera de la Iglesia, por sus siglas en inglés), en Perú.

La Navidad y la Libertad en Cristo: Glorificar a Dios con Acciones de Amor

Por: Redacción DCP

La celebración de la Navidad ha sido un tema de debate entre cristianos a lo largo de los siglos. Algunos han cuestionado su origen y validez como una festividad cristiana debido a sus posibles raíces paganas, mientras que otros la han defendido como una oportunidad para reflexionar sobre el nacimiento de Cristo. En este artículo exploraremos la libertad que tenemos en Cristo para celebrar la Navidad, cómo dicha libertad debe estar sujeta a la glorificación de Dios y cómo esta festividad puede ser una oportunidad para manifestar nuestra fe a través de acciones concretas de amor y justicia.

  1. Libertad cristiana y la celebración de la Navidad

La libertad cristiana es un principio fundamental del Evangelio. Pablo escribe en Colosenses 2:16-17:
«Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo; todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.»

Este texto enfatiza que los creyentes ya no están sujetos a regulaciones legales sobre días festivos u observancias específicas. Nuestra libertad en Cristo nos permite participar o abstenernos de ciertas celebraciones, siempre que nuestra conciencia esté limpia delante de Dios. Sin embargo, esta libertad no es una licencia para la indiferencia espiritual ni para satisfacer los deseos egoístas del corazón, sino una herramienta para glorificar a Dios en todo lo que hacemos (1 Corintios 10:31).

Celebrar la Navidad como un recuerdo del nacimiento de Cristo es válido siempre y cuando la motivación principal sea exaltar al Salvador y no sucumbir a las presiones culturales del materialismo y el consumismo que suelen dominar esta época.

Para el creyente, toda época del año es Navidad en un sentido espiritual, porque cada día celebramos a Jesús, su encarnación, muerte y resurrección. Sin embargo, dedicar un tiempo específico para recordar su nacimiento puede ser una oportunidad especial para proclamar el Evangelio y reflexionar sobre la gracia de Dios manifestada en Cristo.

  1. Navidad: Una oportunidad para glorificar a Cristo

Aunque la Escritura no ordena explícitamente la celebración del nacimiento de Cristo, los evangelios dan un testimonio glorioso de su encarnación. Lucas 2:10-14 narra cómo los ángeles celebraron este evento proclamando:
«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.»

Siguiendo este ejemplo, la Navidad puede ser una ocasión para glorificar a Dios por su gracia manifestada en la encarnación de su Hijo. La pregunta clave es: ¿Cómo glorificamos a Cristo en nuestra celebración?

Evitar el egoísmo y el consumismo

La cultura moderna ha transformado la Navidad en un periodo de consumismo extremo. Las campañas publicitarias nos invitan a gastar excesivamente en regalos y a centrar nuestra atención en el entretenimiento, dejando de lado el verdadero significado de la festividad. Para los creyentes, esto es una trampa peligrosa, ya que Jesús mismo nos advierte contra el materialismo:
«Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.» (Lucas 12:15).

En lugar de centrarnos en la adquisición de bienes materiales, debemos redirigir nuestra atención hacia la generosidad y la compasión, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien vino no para ser servido, sino para servir (Mateo 20:28).

Prácticas que glorifican a Cristo en Navidad

  1. Ayuda a los pobres: La Escritura nos llama a recordar a los necesitados. Proverbios 19:17 dice:
    «A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.»

En Navidad, una forma concreta de glorificar a Cristo es dedicando recursos y tiempo a ayudar a quienes viven en pobreza. Esto puede incluir preparar canastas de alimentos, donar a organizaciones benéficas cristianas o participar en actividades de servicio comunitario.

  1. Generosidad hacia los demás: Ser generoso no se limita a dar bienes materiales. Incluye el dar tiempo, atención y palabras de consuelo. 2 Corintios 9:7 nos recuerda:
    «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.»

La generosidad refleja el carácter de Cristo, quien dio su vida por nosotros.

  1. Consuelo al sufriente: Durante la Navidad, muchas personas enfrentan soledad, pérdida o depresión. Como cristianos, estamos llamados a ser instrumentos de consuelo y esperanza. 2 Corintios 1:3-4 dice que Dios nos consuela en nuestras tribulaciones para que podamos consolar a otros con el mismo consuelo que hemos recibido.
  1. Navidad y el ejemplo de Cristo

El mensaje central de la Navidad es la encarnación de Cristo, el Hijo de Dios, quien se humilló al hacerse hombre para salvarnos. Filipenses 2:5-8 describe esta humildad:
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.»

La humildad de Cristo es un modelo para nuestra vida diaria y para nuestra celebración de la Navidad. Esto significa abandonar actitudes de orgullo, egoísmo o superioridad, y adoptar un corazón humilde que busque servir a los demás.

  1. Navidad: Reflexión y acción

La verdadera celebración de la Navidad debe ir más allá de las palabras y los rituales. Santiago nos recuerda que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17). En este contexto, la Navidad puede ser un tiempo para poner en práctica nuestra fe.

  • Reflexionar sobre el Evangelio: Dedicar tiempo a leer y meditar en los relatos del nacimiento de Cristo en los evangelios puede ayudarnos a centrar nuestra mente y corazón en lo esencial.
  • Reuniones familiares centradas en Cristo: Las reuniones navideñas son una oportunidad para compartir el Evangelio con amigos y familiares. Esto puede incluir la lectura de la Biblia, el canto de himnos cristianos y el testimonio personal.
  • Obras de amor: Planificar actividades prácticas para bendecir a otros, como visitar a los enfermos, escribir cartas de ánimo o preparar una comida especial para una familia necesitada.

Conclusión

La libertad que tenemos en Cristo nos permite celebrar la Navidad con gratitud y gozo, siempre y cuando nuestra motivación sea glorificar a Dios y no complacernos en los deseos egoístas o en el consumismo. Más allá de los regalos y las decoraciones, la Navidad nos ofrece una oportunidad para manifestar el amor de Cristo al mundo, especialmente a través de la ayuda a los pobres, la generosidad y el consuelo a los que sufren.

Que este tiempo sea una ocasión para recordar el increíble regalo de la gracia de Dios en Cristo Jesús y para vivir como reflejo de su amor, llevando luz a un mundo en tinieblas. Así como los ángeles proclamaron gloria a Dios en el nacimiento del Salvador, que nuestra celebración también sea un testimonio que exalte a Cristo en todo lo que hacemos.

«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.» (Isaías 9:6).

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