Retorno seguro, tarea por emprender

Por: Jose Guillermo García Martines

Se avecinan días de clases. Pronto, en algunas semanas más se producirá en algunos de nuestros países, el retorno de los infantes, de adolescentes, de los “profes” y de los padres y madres a la escuela; a los horarios, reglamentos, reuniones y demás responsabilidades que ello conlleva. 

El retorno a las aulas, marca el inicio de un nuevo periodo escolar que está pleno de emociones por parte de los estudiantes que van a un grado nuevo, nuevas amistades posiblemente, así como, deberes importantes como aprobar el año de estudios.  Por parte de los padres, también hay grandes emociones, “mis niños, niñas ya vuelven a su segundo hogar, aprenderán mucho” pero estas se mezclan con preocupaciones … la lonchera, los útiles, el uniforme, la matrícula, y cuantas otras cosas rodean al reinicio de convivencia escolar. Por su lado, los maestros, vienen con sus reflexiones, sus desafíos, sus compromisos, expectativas y sueños,  de que este año escolar será mejor que el anterior. 

Volver a las aulas, nos permite apreciar diversas formas de enfrentar el momento, para algunos es el momento de volver a la rutina de actividades ya repetidas en los años de labores, para otros, será el tiempo del reencuentro, del intercambio de experiencias vacacionales, de momentos vividos intensamente.

Continuaré este artículo, enfocándome en la labor del docente. En el artista, el estratega, el mentor, el facilitador de experiencias de aprendizaje; el consejero, mi coach, mi amigo!; en aquella persona, que desde semanas antes de este momento de reinicio, ya empezó el año escolar. Después de la algarabía de las celebraciones navideñas, del inicio de un venturoso año nuevo y algunos días de recreación con sus familiares; de pronto, ya se inscribió en un nuevo curso de capacitación, para implementar nuevas estrategias de enseñanza en su desempeño en el aula; asimismo, ya se recorrió las tiendas y mercados donde se promueven los materiales para enseñar; volvió a casa con muchas ideas, con cartulinas, papeles de colores, tijeras y demás insumos para… preparar sus  materiales didácticos y por último, pero no por ello menos importante, ha visitado la librería, buscado libros con valores, mejor de índole cristiana y con grandes verdades para encantar a sus peques y joviales adolescentes.

Los maestros, las maestras que tienen una cosmovisión cristiana, que saben que desarrollan una labor para la eternidad, no pueden pensar en todas estas actividades si no han conversado con su creador, sino han revisado una y otra vez los consejos sabios de las Sagradas Escrituras para relacionarlas con sus materias escolares, si no han empleado una parte de su tiempo en alabarle y agradecerle por sus misericordias y maravillas, por su escuela, por sus estudiantes, sino están comprometidos con un curso bíblico y pasando la experiencia de ser alumnos.

Hermanas maestras y hermanos maestros, para un retorno a clases y “colocar nuevamente nuestras manos en el arado de Dios, en la escuela” (Luc.9:6) debemos tener presente algunos propósitos importantes:

    1. Debe tener una cosmovisión bíblica muy clara y entendible para compartir y desarrollar esa misma en sus alumnos. Salmo 78- Contémosles las maravillas de la creación de Dios para que conozcan su verdad y guarden sus mandamientos. Enseñemos el propósito de la muerte de Jesús en la cruz, demos a conocer la misericordia de Dios al proveernos a Jesús como nuestro Salvador y Señor. 
    2. Debemos prepararnos bien, para hacer bien nuestro trabajo. Colosenses 3:23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Un docente debe conocer nuevas formas de enseñar, de evaluar los aprendizajes, desarrollar habilidades para motivar, interrogar; ser un modelo de constancia, resiliencia. Emplear las nuevas tecnologías para presentar mejor su mensaje, etc.  No olvidemos somos modelos ante los ojos de padres e hijos. Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 2Co. 3:2 
    3. No nos conformemos con lo que encontramos en este mundo, renovemos nuestra enseñanza con principios de la Palabra de Dios, permitamos que Dios nos transforme y comprobemos su agradable y perfecta voluntad. Romanos 12:2  Este pasaje nos refiere el consejo de Pablo a los recientes  hermanos romanos, les hace ver que la violencia, la inmoralidad, la adoración a otros dioses, la liberalidad en su pensamiento dominaba en esa región en esos pobladores; pero, ahora que conocían a Cristo, que le seguían era imprescindible abandonar esas prácticas y renovarse en su pensar, en su actuar y aun en su hablar que Jesús les había enseñado. De la misma manera maestro, maestra, desechemos la ideología que trastoca lo establecido por Dios como por ejemplo, la familia, constituida por papá, mamá e hijos; no hay otra forma; o también, la idea de que debemos agradecer a la “madre tierra” o en relación al nacimiento de Jesús, papa Noel es el abuelito de la navidad y otros casos mas…Colegas tenemos mucho que enseñar, estudiemos a fondo las Sagradas Escrituras. 
    4. Preparemos actividades, en el tiempo inicial del retorno, de poder conocer a nuestros alumnos. Dios nos ha creado únicos e irrepetibles, con talentos valiosos que podemos usar para servir a Dios y a nuestro prójimo. Por ello cada maestro debe conocer a sus alumnos, que características tienen y cuáles son sus necesidades para formarlos debidamente. Nuestros alumnos tienen, como nosotros los adultos, estilos y ritmos de aprendizajes, lo que hace necesario que generemos ambientes, estrategias, enfoques metodológicos que les permitan desarrollar sus destrezas y habilidades y lleguen a ser capaces y competentes. Un hábil carpintero emplea la madera recta para hacer varas, la madera curva para hacer ruedas. Las que son largas, para hacer vigas y postes. Asimismo un hábil profesor, sabe encontrar en cada alumno una vida creada para alabar y servir a Dios, desarrollemos su potencial y serán de gran bendición para nuestra sociedad. 
    5. Recordemos tres principios importantes para el nuevo año escolar: Recibamos la instrucción de la Palabra para enseñar; laboremos conscientes del actuar del ES en nuestras vidas y tengamos a la oración como la herramienta para conversar con nuestro amado Señor y equiparnos con estrategias, innovaciones y gozo de enseñar

Finalmente, les comparto la respuesta a una pregunta que manifestó el Pastor y también director de una escuela cristiana en República Dominicana, Lester Flaquer, en una entrevista ¿Qué consejos daría a un profesor que desea ser fiel a su vocación en medio de una cultura secularizada? El dijo: El consejo más importante sería éste: compra la verdad y no la vendas, tal como nos enseña el evangelio… 

La respuesta es desafiante para cada maestro, Estamos en un mundo que no está simplemente secularizado, sino que además es agresivo con sus posturas. 

Debemos desarrollar en nuestros estudiantes una mente muy clara, respecto a lo Dios llama bueno y malo. Estamos rodeados de eventos, invitaciones y practicas seculares muy atractivas pero que niegan y desconocen al Creador, y muchos de nuestros estudiantes que no tienen argumentos sólidos para decir que NO a estas, caen rendidos, atraídos cual mosca en la telaraña, de una serie de mentiras que el mundo cree y hasta defiende.  1 Pedro 1:14, 15

 Reitero…colegas, tenemos mucho que formar, educar en las vidas de nuestra “manada pequeña” que nos ha dado Dios en nuestra aula. Luc. 12:32

Un abrazo

José Guillermo García Martínez

Maestro cristiano desde la niñez
Docente de Secundaria: Área Comunicación
Ex director del Colegio San Andrés
Ex director del Elim, Centro de Lima

Navidad, ¿Cuál es su importancia?

Por Francisco Vergara

Introducción

Todos los años el mes de diciembre es muy agitado. Los comercios esperan hacer una venta significativa, los trabajadores tienen expectativa de recibir algún bono, gratificación o estipendio adicional, los niños esperan que sus padres estén listos para darles algún regalo, etc. Las familias están saturadas de reuniones en distintos lugares, quizás con parientes a los que no han visto por largo tiempo, recordando a los que ya partieron, extrañando a los que están lejos, etc. Todo ello por la temporada: es navidad. Pero, ¿Qué es la navidad? ¿Cuál es su significado para la humanidad? ¿Qué esperan los cristianos que ocurra en esta época? ¿Cuáles son las noticias que resultan más importantes y urgentes en nuestra vida en este tiempo?

¿Qué es la navidad?

El mundo occidental y cristiano ha establecido como una fecha importante el 25 de Diciembre: se recuerda el nacimiento del Salvador. Es necesario mencionar que la fecha no es correcta, de acuerdo a los datos proporcionados por las Escrituras; pero se señaló, no obstante, que más allá de la precisión de la fecha del natalicio, lo importante es lo que se recuerda. La Encarnación tiene como propósito que el mensaje salvífico se difunda, que se establezca un pueblo de Dios, compuesto por todos aquellos que reconocen a Dios como Creador y a Jesucristo como su Salvador (Is. 7:14 cf. Mt. 1:21-23). La roca sólida sobre la cual se levanta la iglesia es la afirmación o reconocimiento de que Cristo es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, y quien le brinda todo el soporte es la Escritura (Mt. 16:16).

Lo que los cristianos esperan que ocurra en estas fechas, de tanta sensibilidad emocional, es que muchos puedan, al escuchar la Palabra de Dios, volver a Él, por medio de Jesucristo y el poder transformador del Espíritu Santo. En medio de una sociedad dominada por el espíritu comercial es importante recordar que la Navidad tiene que ver con algo más trascendente. La situación del ser humano delante de Dios está signada por el rechazo deliberado a Su autoridad. Este rechazo o negativa a someterse a Él se produce no por razones intelectuales, fallas en el razonamiento lógico o problemas de comprensión. Los seres humanos no quieren reconocer a Dios porque eso llevaría como consecuencia el sometimiento a Él como Aquel que puede ordenar y a Quien tenemos que obedecer. El problema es moral, ético, espiritual.

La navidad es el recuerdo del prodigio más grande de la historia de la humanidad. Navidad significa el momento en que Dios se hace un ser humano, para en esa condición dar la salvación a Sus elegidos. Navidad es la fecha en que se inicia la operación rescate; Dios se hace un hombre para que el hombre pueda llegar a estar en una relación armoniosa con su Creador. Es la fiesta del perdón.

¿Qué noticias hemos recibido hoy?

Las noticias de nuestros días son cada una más espeluznante que la otra. La situación en el país es de correr. La corrupción se ha evidenciado en todo nivel de las personas que ejercen “autoridad”, que pueden ser legales, pero no legítimas. Entonces, ¿Qué noticia nos puede ser de aliciente? ¿Qué deberíamos escuchar para que tengamos un fin de año más llevadero y con esperanza?

La navidad es la mejor noticia que podemos recibir. Algunos dirán que esto no es correcto, pues los problemas que nos aquejan son tan arraigados en la sociedad que no hay solución posible. Es la noticia de que Dios ha visto nuestra miseria y dispuso que Cristo, el Hijo de Dios, venga para que la humanidad cambie. Si Dios ha venido hasta nosotros debemos atender el mensaje suyo y cambiar nuestra comprensión y conducta. La comprensión correcta del amor de Dios, quien viendo a los hombres tan perdidos y sin rumbo ha querido ingresar en la historia para cambiarla. Nuestra conducta debe ser regulada por la Palabra suya.

Este cambio no debe ser solo en el individuo, sino en la comunidad de la que la persona forma parte. Y es que Dios vino a convocar un pueblo, no individuos aislados. Todos los escogidos de Dios se deben integrar en una comunidad de fe, en la que se ponga en ejercicio los valores del Reino de Dios que hizo su irrupción en la historia en la noche de navidad.

Esa es la mejor noticia que podemos recibir en estos días de incertidumbre, desaliento y fastidio. La primera necesidad del hombre es estar en una relación buena con Dios, algo que no podemos lograr por nuestra iniciativa ni actuación, sino por la misericordia de Él, quien a pesar de nuestra condición perdida y rebelde nos vio con ojos de misericordia y derramó su gracia para nuestra recuperación y salvación.

Pero al mismo tiempo, con la noticia buena que recibimos, también se hace notar la tragedia de muchos cientos de millones de personas que siguen, con obstinación, dando la espalda a Dios. El evangelio es precedido por una mala noticia: los que dan la espalda a Dios están condenados por rechazar la acción misericordiosa de Dios. Los cristianos estamos llamados a difundir la buena noticia a todos aquellos que viven rechazando a Dios para que, en medio de su desvarío, el Espíritu Santo los toque salvíficamente y vengan a integrarse en la avanzada del reino de Dios.

Conclusión

Lo que usualmente hacemos al recordar un cumpleaños es, además de saludar al festejado, llevarle algún obsequio que exprese nuestro afecto. Si lo que recordamos en la navidad es la Encarnación, y lo que aquella obra portentosa trajo como consecuencia para los hombres, entonces bien valdría la pena que tengamos presente que el regalo de Dios para nosotros es la salvación. Entonces, ¿Qué estamos haciendo para festejar el nacimiento de Cristo? ¿Qué obsequio pondremos a sus pies? ¿Cuál es la noticia que vamos a difundir?

¡Que Dios nos ayude a dedicarnos con esfuerzo y valentía a anunciar que el amor de Dios vence al mundo!

Planeta Tierra

¡Feliz Navidad! ¡Feliz fin del mundo!

Por: Nick Davies

La Navidad es la ocasión en que celebramos la llegada de Dios mismo. Jesucristo, el Hijo eterno, se encarnó para ser nuestro salvador. El niño en el pesebre es el Dios que nos salva del castigo por nuestra rebelión contra él. En Navidad celebramos el mayor regalo de una relación restaurada con él por su gran amor por nosotros. Pero también celebramos el fin del mundo.

No me disculpo por ser dramático e hiperbólico, porque esta es la historia de las Escrituras.

Preparemos la escena. Durante siglos y siglos. Israel estaba atrapado en un ciclo terrible de arriba hacia abajo. Los reyes eran injustos e idólatras. Los sacerdotes de Dios eran blasfemos e ignoraron la Pascua durante siglos. La palabra de Dios se había perdido físicamente durante quién sabe cuánto tiempo. Y al pueblo de Dios no le importaba nada su Dios, viviendo vidas egoístas e injustas. Incluso la destrucción de las 10 tribus del reino del norte en 722 a.C no fue suficiente advertencia. Después de siglos, había llegado la hora del juicio. Así que, en 586 a.C, Dios envió a Babilonia para arrasar Judá, Jerusalén y el templo, reduciendo al rey de Israel a nada más que una mascota real.

Pero Dios es fiel y promete restaurar Israel con un pueblo renovado en una tierra renovada. Y a través de esto, Dios juzgará al mundo. Juicio y restauración a un mundo perdido y manchado por el pecado.

Isaías 49 es un clásico:

Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió. (49:7)

Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos. Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. (49:25-26)

El remanente del pueblo de Dios se aferró a esta promesa, por lo que no es de extrañar que María y Elizabet se emocionen, María se pone un poco apocalíptica, equiparando la llegada de su bebé al gran cambio prometido por Dios:

Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre. (Lucas 1:52-56)

Y cuando Jesús es presentado en el Templo, Simeón, comprendiendo lo que significa este nacimiento, recuerda Isaías 49 (que vimos antes), el canto de la llegada del siervo a través del cual Dios restaurará y vindicará a Israel. “El rey está aquí. Ahora es el momento de que Dios juzgue y restaure el mundo”.

Ese rey, Jesús, es el niño que celebramos en Navidad. El rey del mundo que juzga y restaura.

Pero este rey era diferente. El juicio y la restauración no comenzaron con un poderoso ejército, sino en la cruz. El rey mismo fue juzgado en nuestro nombre para que pudiéramos ser restaurados como anticipo del juicio final y la restauración cuando venga de nuevo a terminar lo que empezó:

“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:31-32)

¿Qué se siente al celebrar el principio del fin del mundo? “Celebrar” es la palabra adecuada porque el bebé cuyo nacimiento reconocemos, cuya llegada cumple la promesa de juzgarlo y restaurarlo todo, es el mismo bebé cuya muerte y resurrección significa que no tenemos lo que nos merecemos. Es el mismo bebé cuyo regreso como rey resucitado y justo para restaurar todas las cosas es lo que esperamos.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz fin del mundo!

Nicolas Davies es misionero de CMS Australia en Perú.

REFORMA PROTESTANTE

Por Francisco Vergara

INTRODUCCIÓN

Hay fechas que siempre recordamos, por distintas razones personales: cumpleaños, aniversario de bodas, etc. Hay otras que, siendo universales, también son personales por otros motivos. Una de ellas es el día de inicio de la Reforma Protestante en el siglo XVI. Y es que para todos aquellos que hemos conocido a Jesucristo y hemos experimentado la salvación que Él obró en nuestro favor, esa fecha es crucial. Significó el redescubrimiento de la verdad bíblica (salvación por fe solamente) que estuvo escondida por siglos en la enseñanza y práctica de la iglesia romana.

La enseñanza bíblica de la justificación por fe solamente fue el principio material que impulsó la Reforma Protestante. Siendo la pregunta crucial: ¿cómo es posible que el pecador reciba la salvación que necesita? Lutero, redescubriendo Ro. 1:17, afirmó que la doctrina de la justificación por la fe solo es el artículo sobre el cual se sostiene o se cae la Iglesia. Esta doctrina de la justificación por la sola fe es la verdad central del cristianismo y la verdadera prueba de la fidelidad de una iglesia al Evangelio.

JUSTIFICACIÓN

Justificación es un término legal, que pertenece propiamente a la esfera del derecho y los tribunales de justicia. Estrictamente hablando es la declaración emitida, por una persona encargada de la administración de justicia, de que alguien que había sido acusado por infracción de la ley es justo ante los ojos de la ley; además, ese veredicto es inapelable.

La controversia con el romanismo se dio por el significado de la palabra justificación. Como sabemos el romanismo se basa en el latín (justificare) mientras que el protestantismo lo hace en el griego (dikaioo). Desde el latín la palabra justificación tendría como significado hacer justo, mientras que desde el griego sería declarar justo. Es como decir que no se ha encontrado suficiente evidencia para probar la culpabilidad, por tanto, el imputado no es inocente, sino que es declarado justo por falta de pruebas. Eso en base a la obra de Cristo en la cruz.

Permítanme poner esta analogía. Es como si Dios, aparte de Cristo no viera en toda nuestra indignidad, somos culpables por no glorificarlo. El sacrificio vicario de Cristo logra que nuestras culpas sean cubiertas por su sangre y, entonces, cuando Dios nos ve no están nuestras miserias a la vista sino la sangre de Cristo, en virtud de ello no somos considerados culpables. Cristo lo hizo todo, nosotros recibimos los beneficios de su obra en la medida que el Espíritu Santo nos mueve al reconocimiento del pecado y al arrepentimiento. Cuando Dios justifica a los pecadores – y eso es lo que Él hace – los declara exentos de castigo y con derecho a ser recompensados sólo sobre la base de lo que Cristo ha hecho por ellos.

El lema Sola fide, define cual es el único medio por el que se puede alcanzar salvación; esto es cuando Dios por Su gracia da fe al pecador para creer en Cristo y ser justificado por Él, y en consecuencia ser salvo. La fe es un don de Dios (Ef. 2:8), no es autogenerada. Solo la fe salva, y esa fe es en Cristo; el objeto de la fe es Cristo; las obras son la respuesta de amor a lo que Cristo hizo en nuestro favor (Ef. 2:10). Para el romanismo la fe no es suficiente, tiene que ser suplementada con las obras; una forma de decir que es gracia más mérito.

El cristianismo bíblico no es autosotérico; es decir que cada uno puede lograr la salvación por sí mismo, en base a obras meritorias o por pago / compra de indulgencias. Tampoco es sacerdotal o litúrgico, en tanto la salvación no se logra por la intermediación de algún hombre que realiza ciertos ritos particulares. Ni es universalista, por cuanto no enseña que todos los seres humanos han de ser salvos, no se es cristiano en automático. El cristianismo bíblico histórico, neotestamentario, enseña que la salvación solo es posible por la fe en Jesucristo.

Martín Lutero, quien fue un monje agustino, fue liberado de su angustia existencial, de sus tormentos de conciencia cuando estaba enseñando la epístola a los romanos. De nada servía su sacrificio, su flagelación, si no tenía fe. Los castigos autoinfligidos no podían justificarlo, no podían salvarlo. Solo la fe en Jesucristo podía hacerlo. El pecado es un agravio a la majestad de Dios, por tanto, para recibir la exoneración del castigo merecido, debemos sujetarnos a la disposición divina. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados” dice He. 9:22; pero el sacrificio debe ser consistente con la dignidad del ofendido, no según lo considere el ofensor. No hay hombre alguno que pueda ofrecer un sacrificio digno, solo Dios hecho hombre (Mt. 1:21-23). Solo Jesucristo fue capaz de ofrecer el sacrificio que Dios estableció (Hch. 4:11-12).

Este fue el aspecto crucial de la Reforma Protestante en oposición a la enseñanza del catolicismo romano. Martín Lutero fue el personaje central del inicio de la Reforma Protestante, que recordamos todos los años el 31 de Octubre. No fue el único, por supuesto hay otros nombres que lo siguieron: Juan Calvino, Ulrico Zuinglio, John Knox, etc. y hubo otros nombres de los precursores de la reforma: John Wycliffe, Jan Hus. Todos ellos se caracterizaron no solo por su respeto a las Escrituras sino por el reconocimiento que la justificación, la salvación es recibida solo por fe.

Leamos, finalmente, esta declaración del gestor de la Reforma Protestante:

Yo, Martín Lutero, un indigno predicador del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de esta manera profesa y cree; que este artículo, que la fe sola, sin obras, puede justificar ante Dios, nunca será derribado… Este es el verdadero Evangelio… Ésta es la doctrina que enseñaré; y esto el Espíritu Santo y la Iglesia de los fieles han declarado. En esto permaneceré. Amén

Martín Lutero
1483-1546

Hombre trabajando

3 razones para trabajar de buena gana

Por: Karina Evaristo
Fuente: Coalición por el Evangelio

Es común considerar el trabajo como algo desagradable o esclavizante. Frases como: «Mañana es lunes otra vez», expresadas en un tono de profunda decepción, son usuales cada reunión de domingo. Nos quejamos de nuestro trabajo y esperamos con ansias que llegue nuevamente el fin de semana. Pareciera que aquello en lo que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo se ha convertido en algo que no disfrutamos en lo más mínimo.

Incluso puede ser que tratemos de ser optimistas y aún así el trabajo nos resulte tedioso. Hace algunos años trabajé en una ONG reclutando al personal de campo y de oficina. Para este último grupo se hacía una inducción que incluía una visita a un proyecto social en una zona alejada de la capital. El propósito era que los trabajadores contables y de sistemas pudieran ver cómo su labor impactaba positivamente a cientos de niños. Muchos regresaban motivados a la oficina después de la visita. Sin embargo, este sentimiento se mantenía solo durante un tiempo. Con el pasar de los meses y en medio de las arduas jornadas de trabajo, la emoción se evaporaba.

Algo queda claro: somos prontos para olvidar el propósito de nuestro llamado y tardos para darnos cuenta de que el diseño de Dios para nuestras vidas incluye el trabajo.

Como cristianos, estamos llamados a honrar a Dios con toda nuestra vida, pero a veces parece que solo estamos disponibles para hacerlo cuando vamos a la iglesia. ¿Acaso lo que hacemos en lo cotidiano, de lunes a viernes, no forma parte de nuestra vida? ¿Por qué insistimos en separar nuestra vida laboral o académica de nuestra vida consagrada al Señor? Pareciera que somos expertos en desconectar nuestra adoración del domingo con nuestras labores del lunes.

Nuestras vidas como creyentes funcionan en sentido vertical con Dios y en sentido horizontal con nuestro prójimo y el mundo que nos rodea. Estamos llamados a trabajar para la gloria de Dios y para promover el bien común. Como Lutero decía: «Dios no necesita nuestras buenas obras, pero nuestro prójimo sí».[1]

Para trabajar de buena gana es crucial que comprendamos que nuestras labores «seculares» están íntimamente relacionadas con nuestra profesión de fe. ¿Cómo? Aquí hay tres verdades bíblicas que nos ayudan a entenderlo.

1) Fuimos creados para trabajar.

Estamos hechos a la imagen de un Dios que trabaja. Desde el inicio de las Escrituras podemos apreciar este concepto fundamental. Los primeros humanos recibieron instrucciones de trabajo inmediatamente después de su creación y antes de la caída; el trabajo no es el resultado del pecado. De hecho, Dios mismo trabaja por el puro placer de hacerlo. Por lo tanto, al trabajar nos identificamos con nuestro Creador y con Su hijo Jesús, quien dedicó la mayor parte de Su vida trabajando como carpintero. Ser portador de la imagen de Dios incluye, entre otras cosas, ser un trabajador.

Mientras que tu trabajo no sea deshonesto ni resulte denigrante hacia tu prójimo, es trabajo de Dios. Toda labor puede ser un servicio hacia el prójimo que Dios te ha llamado a amar (Mt 22:36-40). Si tu trabajo es un trabajo que necesita ser hecho, entonces estás haciendo el trabajo de Dios.

Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Dios los bendijo y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra» (Gn 1:27-28).

2) El evangelio transforma el trabajo.

Como todo lo que ha sido corrompido por causa del pecado, nuestro trabajo necesita ser redimido por el evangelio.

En este mundo caído, donde nuestras relaciones están dañadas y la envidia parece ser el ADN de cualquier ambiente laboral, nuestro llamado como cristianos es a ser compasivos y bondadosos. Después de la caída el trabajo se volvió frustrante (Gn 3:16-19), pero por causa del evangelio, el trabajo recupera su propósito debido a que hemos sido redimidos y recuperamos nuestra comunión con Dios.

Ahora laboramos para contribuir con el bien común y recordando la esperanza de que Jesús volverá y restaurará el estado caído de todas las cosas; en la eternidad, el amor, la justicia y la verdad reinarán.

Cuando entiendes que la naturaleza del evangelio es cambiar la forma en que hacemos las cosas, dejas de ver tu trabajo como una maldición y comienzas a verlo como un medio para glorificar a Dios y bendecir a tu prójimo con tus labores. «Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col 3:23).

3) El trabajo es un medio para ser luz.

Los frutos de tu trabajo pueden ser muchos: a través de él puedes proveer a tu casa, puedes adquirir conocimiento y desarrollar tu carácter para crecer en madurez; puedes encontrar amistades con las que crecer laboralmente y a quienes compartir el evangelio.

Desde los que hacen el trabajo más sencillo hasta el más complejo, todos podemos ser colaboradores de Dios a través de nuestras labores para cumplir con Su misión en este mundo. Nuestros trabajos nos proveen una plataforma de servicio e influencia.

Adán labraba la tierra y la cultivaba. José pasó de ser un esclavo a gobernar; a los treinta años se convirtió en el segundo al mando de Egipto. Daniel ganó un puesto de honor entre los gentiles y pudo mostrar el poder de Dios frente al Rey Belsasar. Rut, siendo moabita, acompañó a su suegra anciana y viuda y no dudó en trabajar de forma incansable por su sustento. Pablo y Bernabé hacían tiendas. El mismo Jesús trabajó como carpintero gran parte de su vida; su trabajo ayudaba para el sustento de su familia.

¿Quién sabe lo que Dios hará a través de ti en el lugar al que te ha enviado a trabajar? «Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos» (Mt 5:16).

Tu trabajo importa

No es casualidad que hayas llegado al trabajo en el que te encuentras; Dios te puso allí para que seas sal y luz y finalmente, como decía Pablo, realizamos nuestro trabajo «como al Señor y no a los hombres» (Ef 6:7).

Trabajemos de buena gana sabiendo que todo lo que hacemos como creyentes puede ser un reflejo de la obra de Dios en nosotros y una forma de adorarlo. Pongámonos los lentes del evangelio y miremos a través de ellos sabiendo que todo buen esfuerzo, incluso el más sencillo, tiene un eco para la eternidad.

Derribemos la falsa dicotomía entre lo «secular» y lo «sagrado» y dejemos de pensar que solo somos cristianos dentro de las cuatro paredes de la iglesia. Que nuestra adoración sea un olor fragante las 24 horas del día, 7 días a la semana.


[1] Gustaf Wingren, Luther on Vocation [Lutero sobre la vocación], p. 38.

Sobre el autor

Karina Evaristo tiene 27 años y, sirve desde hace más de 10 años como líder de jóvenes en la Alianza Cristiana y Misionera de Comas en Lima, Perú. Es licenciada en psicología, especializada en recursos humanos, y culminó una MBA. Karina está cursando un diplomado en estudios bíblicos en el Instituto Integridad y Sabiduría. Trabaja para una compañía internacional de software y experiencia digital. Estudió en el Seminario Bíblico Alianza del Perú. Puedes seguirla en Instagram: @karievaristo.

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Persona dudando

¿Estoy pecando? 6 preguntas para las áreas grises.

Por: Blake Glosson
Fuente: Coalición por el Evangelio

A continuación encontrarás quince acciones que algunas personas consideran pecaminosas y otras no. Cuenta cuántas de las siguientes las considerarías pecaminosas.

1. Besos con tu novio/novia

2. Ver películas clasificadas R (para público adulto)

3. Escuchar música no cristiana

4. Consumir alcohol

5. Decir malas palabras

6. Tatuarse

7. Asistir a un evento de Halloween

8. Usar las redes sociales

9. Darte un “atracón” de Netflix.

10. Conducir unos cuantos kilómetros por hora por encima del límite de velocidad

11. Faltar a la iglesia un domingo para asistir a un evento deportivo

12. Enviar a los hijos a la escuela pública

13. Apostar en eventos deportivos

14. Gastar dinero en artículos de lujo

15. Jugar a videojuegos que contengan violencia.

BONUS: Permitir que tus hijos hagan cualquiera de las anteriores.

Interpretando tu puntuación

¿A cuántas has respondido con un «sí»?

Si has conseguido 10 o más, ¡eres un legalista!

Si has sacado 5 o menos, ¡eres un antinomiano!

Es broma.

Si te costó responder estas preguntas y respondiste «depende» a muchas de ellas, puede que eso no sea malo.

Muchos cristianos catalogan algunos de estos temas como «áreas grises», una categoría que podríamos definir como acciones que la Escritura no identifica claramente como «pecaminosas» o «no pecaminosas» para todas las personas en todos los lugares y en todo momento.

Dicho de otra manera, un área gris (bíblicamente hablando) es cualquier asunto que no está claramente ordenado, prohibido o permitido en las Escrituras.

Desarrollando discernimiento

Las áreas grises en cuestiones morales siempre han existido para los creyentes (ver Ro 14:1-23). Las nuevas tecnologías y los problemas sociales modernos ofrecen ciertamente manifestaciones únicas de áreas grises, pero los cristianos siempre han necesitado ejercer sabiduría y discernimiento en innumerables situaciones de la vida.

Mi propósito en este escrito no es presentar mi opinión sobre la moralidad de estas posibles áreas grises, sino proveer preguntas que te ayuden a tomar decisiones morales respecto a las áreas grises en tu propia vida, de una manera bíblica y que honre a Dios.

Cuando no estés seguro de si una determinada acción es pecaminosa, hazte estas preguntas antes de proceder:

1. ¿Está el Espíritu Santo convenciéndome de que esto está mal? (Ro 14:23; Stg 4:17).

2. ¿Esta acción hace tropezar a un hermano o hermana? (Ro 14:20; 1 Co 8:9-13).

3. ¿Es esta acción perjudicial en lugar de beneficiosa para mi fe? (1 Co 6:12; 10:23).

4. ¿Esta acción me domina o me controla? (1 Co 6:12; 9:27).

5. ¿Esta acción me hace ser desobediente a alguien que Dios ha puesto en autoridad sobre mí? (Ef 6:1; He 13:17)

6. ¿Estoy juzgando a otros que no están de acuerdo conmigo en esta área gris? (Mt 7:1-5; Ro 14:13).

Si respondiste «sí» a una o más de estas preguntas, es probable que este comportamiento sea pecaminoso o al menos imprudente. Por supuesto, esta no es una lista exhaustiva de todo lo que la Biblia dice sobre las áreas grises y hay innumerables advertencias que podríamos añadir (por ejemplo, cómo distinguir la diferencia entre la convicción guiada por el Espíritu y una culpa legalista o cómo responder a la autoridad abusiva). Sin embargo, esta lista sirve como punto de partida.

¿Cómo seré juzgado?

Dios tiene dos tipos de «voluntad»: Su voluntad oculta y Su voluntad revelada (cp. Dt 29:29). Hay un sentido real en el que Dios nos ha ocultado parte de Su voluntad soberana (por ejemplo, si nos casamos con la persona cristiana A o B, o si vivimos en Greenville o en Dallas), mientras que nos ha revelado claramente otros aspectos de Su voluntad (por ejemplo, debes amar a tu prójimo y arrepentirte de tu pecado).

Entonces, ¿sobre qué aspecto de la voluntad de Dios vamos a ser llamados a rendir cuentas por nuestra obediencia?

El Catecismo Menor de Westminster (pregunta 39) nos ayuda aquí:

Pregunta: ¿Cuál es el deber que Dios exige al hombre?

Respuesta: El deber que Dios exige al hombre es la obediencia a Su voluntad revelada

Las dos últimas palabras son clave: Dios exige obediencia a Su voluntad revelada.

Deuteronomio 29:29 presenta tanto el lenguaje como la justificación de la afirmación de los teólogos de Westminster: «Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley».

Dios no está jugando contigo, viendo si puedes «adivinar bajo cuál sombrero» está el pecado y, si adivinas mal, pierdes. No está deseando secretamente que compres el carro rojo —sin decírtelo— y luego te castiga por comprar el carro azul. Ese no es el tipo de Padre que es nuestro Dios.

Dios quiere que obedezcamos sus mandamientos en las áreas blancas y negras y que busquemos su sabiduría en las áreas grises. Él sabe que no conocemos Su voluntad oculta (Sal 103:14), y no nos condena por ello. Pero con lo que sabemos de Su voluntad revelada en las Escrituras, estamos bien equipados para tomar decisiones sabias que honren a Dios, incluso en las áreas más grises (2 Ti 3:16-17).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.

Sobre el autor

Blake Glosson es estudiante del Seminario Teológico Reformado. Anteriormente, sirvió como director de adultos jóvenes en la iglesia New Covenant Bible Church en St. Charles, Illinois.

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Nuestro Abogado y Defensor Jesucristo: 1 Juan 2:1-2, por Howard Marshall

Por: Howard Marshall
Fuente: Teología para Vivir

Hace unas semanas el ministerio ‘Teología para Vivir’, en colaboración con la Iglesia ‘La Capilla de la Roca’, comenzaron una serie de sermones expositivos en 1 Juan. Cada sermón está acompañado de una exposición de la Palabra en video, el bosquejo y contenido del sermón preparado por el expositor, así como un comentario adicional de acuerdo al pasaje en cuestión. La finalidad de esto es poder ayudar y motivar a los predicadores a predicar expositivamente de las Escrituras. El comentario que se presenta a continuación, esperamos que sirva como un complemento al sermón y el bosquejo, a fin de facilitar aún más a los predicadores la preparación de sus sermones expositivos.

Nuestro abogado y defensor Jesucristo: 1 Juan 2:1-2

  • Para ver el video del sermón, aquí.
  • Para ver el bosquejo del sermón, aquí.
  • Para ver el comentario exegético del sermón, aquí.

Nuestro abogado y defensor Jesucristo: 1 Juan 2:1-2

1 Juan 2:1–2

Verso 1. Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado (Intercesor) para con el Padre, a Jesucristo el Justo.

 

Verso 2. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Comentario.

Verso 1. Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado (Intercesor) para con el Padre, a Jesucristo el Justo.

En este punto hay una breve pausa en el pensamiento, indicada por el «hijitos míos» dirigido por el autor a sus lectores.19 En los versículos anteriores ha tenido muy presentes a sus opositores, y ha citado la clase de afirmaciones que hacen, por las cuales otros miembros de la iglesia podrían ser desviados. Ahora dirige su atención más específicamente a los miembros de la iglesia y les hace una exhortación. El que haya escogido la palabra «hijitos» indica la cariñosa preocupación que tiene por ellos. Cuando los describe como hijos de Dios, emplea otra palabra griega (3:1).20 Es interesante notar que, aunque Jesús ordenó a sus discípulos no llamarse «padre» unos a otros (Mt. 23:9), a menudo se compara la relación del pastor con su congregación con la de un padre con sus hijos, y los pastores no tenían reparos en dirigirse a sus congregaciones como «hijos» (e.g., 1 Co. 4:14, 17; Gá. 4:19; 1 Ti. 1:2; Flm. 10; 3 Jn. 4).

En los versículos anteriores Juan había hecho hincapié en el hecho de que los cristianos no estaban libres del pecado. Era posible que sus lectores interpretaran esto21 como una licencia para pecar. Si una de las características de los cristianos era el pecado, y se podía conseguir el perdón gratuitamente, los lectores bien podían reaccionar como aquellos que decían: «¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?» (Ro. 6:1). Juan, por tanto, tenía que poner muy en claro que lo que él buscaba era que los cristianos no pecaran. El pecado no confesado era incompatible con la comunión con Dios. El propósito de Juan, por tanto, era que sus lectores reconocieran su pecado y lo confesaran, y también que se esforzaran por vivir sin pecado. Es fácil vivir sin pecado si uno niega que sus actos son realmente pecaminosos. Juan desea que sus lectores se den cuenta del hecho de que el pecado lo penetra todo … y que, sin embargo, vivan sin pecar.

Luego de insertar esta nota casi parentética, regresa por tercera vez al tema del perdón. Existe un remedio para aquellos que pecan y lo confiesan, y consiste en el hecho de que «tenemos a uno que habla ante el Padre en defensa nuestra.» Así parafrasea la NIV la palabra griega que generalmente se traduce como «abogado». La palabra castellana se basa en el latín advocatus, que a su vez corresponde al griego paraklētos, y significa literalmente «uno llamado al lado (para ayudar)». En este contexto, indudablemente significa un «abogado» o «defensor», en un contexto legal. Significa una persona que intercede en favor de otro. Hay buena evidencia de que éste era uno de los significados de la palabra griega, y era común en el Antiguo Testamento y en el trasfondo judío del Nuevo Testamento. Pablo también habla de Jesús como el que está a la diestra de Dios e intercede por nosotros (Ro. 8:34). Esta es la idea que se encuentra aquí. No tenemos nada que argumentar ante Dios para ganar el perdón por nuestros pecados, pero Jesucristo actúa como nuestro abogado y presenta su defensa en favor nuestro.22 Se lo describe como justo. A Juan le gusta emplear este adjetivo con respecto a Jesús, especialmente cuando piensa en Jesús como un ejemplo que deben seguir los cristianos (2:29; 3:7). También Pedro describe a Jesús en esta forma cuando contrasta la inocencia de Jesús con la maldad de los que lo mataron (Hch. 3:14; cf. 7:52), pero sobre todo se refería a Jesús como el Justo que murió por los injustos, para llevarnos a Dios (1 P. 3:18).23 Esta es la idea que se encuentra aquí. Jesucristo no solamente no tiene pecados propios por los cuales deba sufrir, sino que tiene la capacidad de interceder por otros, por cuanto no ha sido contaminado por el pecado. Puede, por así decirlo, presentar su propia justicia ante Dios y pedirle que perdone a los pecadores en base a su acto justo.24

Verso 2. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.  

Pero ¿cuál es precisamente el fundamento sobre el cual el abogado basa su caso? Juan pasa a elucidar el pensamiento describiendo a Jesús como «la propiciación» (hilasmos) por nuestros pecados. El único otro lugar del Nuevo Testamento donde se encuentra esta palabra es 4:10,25 y ha dado lugar a considerable debate, por no decir controversia. Cuando la palabra aparece fuera de la Biblia, transmite la idea de una ofrenda presentada por el hombre con el fin de aplacar la ira de un dios a quien ha ofendido. Era un medio de hacer cambiar al dios de una actitud de ira a una actitud favorable dándole algo para compensar por la ofensa que había sufrido. En la versión griega del Antiguo Testamento, sin embargo, el significado es debatible. Westcott y Dodd afirman que, mientras en el griego secular el objeto de la acción del verbo correspondiente es el dios ofendido, en el Antiguo Testamento el objeto es la ofensa misma, y de allí concluyen que «el concepto de la Escritura … no es el de apaciguar a alguien que está airado y que tiene un sentimiento personal contra el ofensor, sino el de cambiar el carácter de aquello que ocasiona desde fuera una necesaria separación y coloca un obstáculo inevitable a la comunión.»26 Esta opinión fue fortalecida al hacer notar que Dios mismo puede ser el que provee el sacrificio. La conclusión era que en las fuentes seculares la palabra significa «propiciación», i.e., un medio para aplacar a una persona ofendida, pero en la Biblia significa «expiación», i.e., un medio para neutralizar el pecado y anularlo. Como ninguna de estas palabras es de uso común hoy día, algunas versiones modernas ofrecen una paráfrasis. La Versión Ecuménica combina las dos ideas al traducir «sacrificio de purificación», ya que el «sacrificio» es algo que se ofrece a Dios y la «purificación» es algo que se hace debido al pecado. La Versión Popular dice: «Jesucristo se ofreció para que nuestros pecados sean perdonados»; mientras que la Biblia para Latinoamérica traduce: «El es la víctima por nuestros pecados».

La interpretación de la evidencia de Westcott y Dodd ha sido fuertemente cuestionada por L. Morris y D. Hill.27 Estos dos eruditos han demostrado que a menudo en el Antiguo Testamento está presente la idea de aplacar la ira de Dios cuando se usa el grupo de palabras en cuestión, y concluyen que lo mismo es verdad en el Nuevo Testamento. El sentido del pasaje en 1 Juan, entonces, sería que Jesús propicia a Dios con respecto a nuestros pecados.28 No cabe duda de que éste es el significado. En el versículo anterior Jesús actúa ante Dios como nuestro abogado. La imagen que continúa en este versículo es la de Jesús abogando por la causa de los pecadores culpables ante un juez a quien se le pide el perdón de una culpa que ellos reconocen. No se le está pidiendo que los declare inocentes, i.e., que diga que no hay evidencia de que hayan pecado, sino más bien que les conceda el perdón por el pecado que reconocen. Para que se conceda el perdón, se realiza una acción con respecto a los pecados que tiene el efecto de volver a Dios en favor del pecador. Si deseamos, podemos decir que los pecados son cancelados por dicha acción. Esto significa que una acción tiene el doble efecto de expiar el pecado y así propiciar a Dios. Estos dos aspectos son inseparables, y una buena traducción tratará de transmitir los dos.29

El sacrificio propiciatorio, naturalmente, es la muerte de Jesús. Esto es evidente por el hecho de que en la afirmación paralela de 1:7 es la sangre de Jesús la que nos limpia de todo pecado. La sangre es una metáfora de la muerte sacrificial.

Se deben notar dos puntos importantes. El primero es que Jesús es tanto el abogado como el sacrificio propiciatorio. Lo que ruega por los pecadores es lo que él mismo ha hecho a su favor. Esto es lo que lo hace para ellos un abogado justo. El segundo punto es que los términos de abogado y sacrificio parecen colocar a Jesús en contraste con Dios como si Dios tuviera que ser persuadido por un tercero de que nos perdone. Una debilidad inherente a la imagen que se emplea aquí es que corre el peligro de presentar a Dios como un juez reacio, a quien el abogado tiene que arrancar el perdón para los pecadores. Pero ésta sería una conclusión falsa. Ya en 1:9 Juan ha hecho hincapié en que Dios es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y en 4:9s. une su poderosa voz al coro del Nuevo Testamento que declara que fue Dios el Padre quien dio a Jesús su Hijo para que fuera el sacrificio propiciatorio por nuestros pecados. Es Dios mismo quien provee el medio de nuestro perdón y paga el costo. El término «abogado», en última instancia es inadecuado para expresar la paradoja del Dios ofendido que perdona por sí mismo nuestras ofensas dando a su propio Hijo para que sea nuestro Salvador.

Pero no es esto lo único de lo cual debemos admirarnos.30 En una de las típicas ideas que agrega, Juan añade que la eficacia de este sacrificio no se limita a los pecados del grupo particular de sus lectores, sino que alcanza a toda la humanidad.31 La provisión universal implica que todos los hombres la necesitan. No hay camino a la comunión con Dios excepto por el perdón de nuestros pecados por medio del sacrificio de Jesús. Al mismo tiempo, Juan descarta la idea de que la muerte de Jesús sea de eficacia limitada: la posibilidad del perdón es cósmica y universal. Como suele suceder, Carlos Wesley captó la idea admirablemente cuando escribió:

Sufrió para al mundo redimir; Propiciación por todos realizó; Por los que no vendrán a él El precio de su vida dio.32

La enseñanza de Juan en esta sección se levanta contra los errores de la iglesia de hoy que reflejan los del siglo i. Uno de estos errores es la idea de que los actos pecaminosos no nos privan del acceso a Dios. Los hombres modernos tratan el pecado con ligereza, y en la medida en que creen en Dios, tienen la convicción de que él es bastante tolerante con nuestras flaquezas y faltas. No se toma con la suficiente seriedad el mensaje de que Dios es luz. Probablemente pocas personas negarán que las acciones deliberada y claramente malas son incompatibles con la religión verdadera. Lo que niegan es que alguno de sus propios actos caiga en esa categoría. Hay un rechazo a medir las acciones por las normas de Dios. El otro error es la pretensión de no tener pecado. Sea lo que fuere que se diga posteriormente en esta epístola, aquí Juan se muestra muy firme contra cualquier pretensión de perfección que puedan tener los cristianos. Ninguno de nosotros está libre de pecado; ninguno de nosotros puede pretender que no necesita la limpieza ofrecida por Jesús a los pecadores.[1]

Adaptado de: I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 111-116.

 

Notas:

19 Las versiones castellanas traducen bien el griego teknion, literalmente «niñito», una forma diminutiva que expresa afecto.

20 Respecto a teknion, ver 2:12, 28; 3:7, 18; 4:4; 5:21. Juan usa también paidion (2:14, 18) en el mismo sentido.

21 Tauta se refiere a lo que acaba de escribir, pero el autor puede estar pensando en la epístola en su totalidad; cf. 5:13.

NIV New International Version

22 El significado de paraklētos en Juan 14–16 puede ser diferente del de este pasaje. No es necesario tratarlo aquí. Ver J. Behm, TDNT V, 800–814; R. E. Brown, The Gospel according to John, Nueva York, 1967, y Londres, 1971, II, 1135–1144; O. Betz, Der Paraklet, Leiden, 1963.

23 J. Jeremias, TDNT V, 707, sostiene que lo que aquí tenemos es un título mesiánico tradicional que se remonta a Isaías 53:11; cf. Enoc 38.2; 53.6

24 Posiblemente el pensamiento sea que su defensa no se basa en una vana pretensión.

25 Se emplean otras palabras de la misma raíz: hilaskomai en Lc. 18:13 y He. 2:17; hilastērion en Ro. 3:25 y He. 9:5; y hileōs en Mt. 16:22 y He. 8:12.

26 Westcott, 85–87; C. H. Dodd, «Hilaskomai, its cognates, derivatives and synonyms in the Septuagint», JTS 32, 1931, 352–360; reimpreso en The Bible and the Greeks, Londres, 1935, 82–95.

27 Ver L. Morris, The Apostolic Preaching of the Cross, London, 19653, caps. 5 y 6; D. Hill, Greek Words and Hebrew Meanings, Cambridge, 1967, cap. 2. Ver además R. R. Nicole, «C. H. Dodd and the Doctrine of Propitiation», Westminster Theological Journal 17, 1954–1955, 117–157; ídem, «‘Hilaskesthai’ Revisited», EQ 49, 1977, 173–177; N. H. Young, «C. H. Dodd, ‘Hilaskesthai’ and his critics,» EQ 48, 1976, 67–78.

28 El griego peri; cf. 4:10; 1P. 3:18. Ver también He. 5:3; 10:6, 8, 18, 26; 13:11; Riesenfeld, TDNT VI, 53–56.

29 El problema es si la acción tiene principalmente el propósito de expiar el pecado o de propiciar a Dios. El argumento común de que no puede estar presente la idea de propiciación porque es Dios quien provee el medio no puede aplicarse a este pasaje, ya que es Dios ante quien aboga el Hijo. (Por esta razón H. Clavier se equivoca al interpretar el pasaje en el sentido de que Dios ofrece la propiciación a los hombres con el fin de ganarlos y de que abandonen la oposición a él: «Notes sur un mot-clef du johannisme et de la sotériologie biblique: hilasmos», NovT 10, 1968, 287–304.) El hecho sería que el grupo de palabras puede tener diferentes matices en diversos contextos, y en algunos casos tiene el sentido de expiación (cf. 2 R. 5:18; Sal. 25:11; Sir. 5:5s.), mientras que en otros tiene el sentido de propiciación. Ver además J. D. G. Dunn, «Paul’s Understanding of the Death of Jesus», en R. J. Banks (ed.), Reconciliation and Hope, Grand Rapids/Exeter, 1974, 125–141, especialmente 137–139.

30 Nótese el extraño empleo de de tan avanzada la oración (BD 4752).

31 Cf. Jn. 1:29. La opinión de Westcott (44s.) de que debemos traducir «sino por todo el mundo» parece demasiado sutil.

32 The world He suffered to redeem;

For all He hath the atonement made;

For those that will not come to Him

the ransom of His life was paid.

«Father, whose everlasting love.» (The Methodist Hymnbook, Londres, 1933, No. 75).

[1] I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 111–116.

Sobre el autor...

Howard Marshall (1934-2015),D.D. (Ashbury University); BA (Cambridge University); MA; BD; PhD (University of Aberdeen),ministro metodista Escoces, es considerado uno de los eruditos del Nuevo Testamento más importantes del siglo XX. Fue profesor emérito de Nuevo Testamento y Exegesis de la Universidad de Aberdeen en Escocia. Marshall también ocupo la catedra principal de la Asociación para la Investigación Bíblica y Teológica Tyndale, así también fue el presidente de la Sociedad Británica del Nuevo Testamento, entre otros muchos. Marshall tuvo un largo y fructífero matrimonio con Joyce, de quien tuvo cuatro hijos. Joyce fue con el Señor en 1996. Entre sus numerosas publicaciones tenemos; ‘Lucas: Historiador y Teólogo’(1989); ‘Los orígenes de la Cristología del Nuevo Testamento’ (1990), ‘Hechos’, (1980), ‘Jesús el Salvador: Estudios en la Teología del Nuevo Testamento’ (1990); ‘Un Comentario Crítico Exegético a las Epístolas Pastorales’, (1999); ‘Concordancia al Texto Griego del Nuevo Testamento’, (2002); ‘Mas allá de la Biblia: Pasando de la Escritura a la Teología’, (2004); ‘Teología del Nuevo Testamento: Muchos Testigos, un solo Evangelio’ (1994); ‘Perspectivas sobre la Expiación’ (2007), etc.

Las cuatro partes de la Oración

Por: J.I. Packer
Fuente: Blog Teología para Vivir

LA ORACIÓN: LOS CRISTIANOS PRACTICAN LA COMUNIÓN CON DIOS

 Y les dijo: cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.Lucas 11:2–4

Dios nos hizo y nos ha redimido para que tengamos comunión con Él, y eso es la oración. Dios nos habla en el contenido de la Biblia y a través de él; su Santo Espíritu lo abre para nosotros y nos lo aplica, capacitándonos para comprenderlo. Nosotros le hablamos a Dios entonces acerca de Él mismo, de nosotros y de la gente de su mundo, dándole a lo que decimos la forma de respuesta a lo que Él ha dicho. Esta forma única de conversación en ambos sentidos continúa mientras perdura la vida.

Las cuatro partes de la oración.

La Biblia enseña y ejemplifica la oración como una actividad cuádruple que han de realizar los miembros del pueblo de Dios de manera individual, tanto en privado (Mateo 6:5–8) como en mutua compañía (Hechos 1:14; 4:24). Debemos:

  1. Expresar adoración y alabanza;
  2. Debemos hacer una contrita confesión del pecado y buscar el perdón;
  3. Hemos de manifestar gratitud por los beneficios recibidos,
  4. Hemos de expresar peticiones y súplicas, tanto por nosotros como por los demás.

El Padrenuestro (Mateo 6:9–13; Lucas 11:2–4) manifiesta adoración, petición y confesión; el Salterio contiene modelos de los cuatro elementos de la oración.

Mateo 6:9–13 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

La petición, en la cual la persona que ora reconoce con humildad su necesidad y expresa su confianza total en que Dios la atenderá, usando sus recursos soberanos de sabiduría y bondad, es la dimensión de la oración que se destaca con mayor constancia en la Biblia (por ejemplo, Génesis 18:16–33; Éxodo 32:3133:17; Esdras 9:5–15; Nehemías 1:5–11; 4:4–5, 9;6:9. 14; Daniel 9:4–19; Juan 17; Santiago 5:16–18; Mateo 7:7–11; Juan 16:23–24;Efesios 6:18–20; 1 Juan 5:14–16. La petición, junto con las otras formas de oración, debe ir dirigida de ordinario al Padre, como nos muestra el Padrenuestro, pero se puede clamar a Cristo para pedir salvación y sanidad, como en los días de su carne (Romanos 10:8–13; 2 Corintios 12:7–9), y al Espíritu Santo para pedirle gracia y paz (Apocalipsis 1:4). No es posible que sea incorrecto presentarle nuestras peticiones a Dios como uno y trino, o solicitar una bendición espiritual de cualquiera de las tres Personas, pero es prudente seguir la pauta marcada por el Nuevo Testamento.

Oración en el Nombre de Cristo Jesús.

Jesús enseña que las peticiones al Padre se han de hacer en su nombre (Juan 14:13–14; 15:16; 16:23–24). Esto significa que invocamos su mediación, como el que nos consigue el acceso al Padre, y buscamos su apoyo, como intercesor nuestro en la presencia del Padre. No obstante, sólo podemos buscar apoyo en Él cuando pedimos de acuerdo con la voluntad revelada de Dios (1 Juan 5:14) y nuestros propios motivos para pedir son correctos (Santiago 4:3).

Jesús enseña que es correcto que presionemos a Dios con fervorosa insistencia cuando le presentamos nuestras necesidades (Lucas 11:5–13; 18:1–8), y que Él va a responder una oración así de manera positiva. Sin embargo, debemos recordar que Dios, quien sabe lo que es mejor de una forma que nosotros no lo sabemos, nos puede negar nuestra petición concreta en cuanto a la forma en que se van a satisfacer las necesidades. Con todo, si lo hace, es porque tiene algo mejor que darnos, que aquello que le hemos pedido, como era el caso cuando Cristo le negaba a Pablo la sanidad con respecto al aguijón en su carne (2 Corintios 12:7–9). Decir “Hágase tu voluntad”, rindiendo la preferencia que hemos expresado a la sabiduría del Padre, tal como hizo Jesús en Getsemaní (Mateo 26:39–44) es la forma más explícita de expresar fe en la bondad de lo que Dios tiene planificado.

No hay tensión ni falta de coherencia entre la enseñanza de las Escrituras sobre la preordenación soberana de todas las cosas por Dios y la relacionada con la eficacia de la oración. Dios preordena tanto los medios como el fin, y nuestra oración ha sido preordenada como el medio a través del cual Él hace que se cumpla su soberana voluntad.

Mateo 26:39–44 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.

Conclusión.

Los cristianos que oran con sinceridad, con reverencia y humildad, con la sensación de que son privilegiados y con un corazón puro (es decir, purificado, penitente), encuentran dentro de sí un instinto filial puesto allí por el Espíritu que los impulsa a dirigir su oración al Padre celestial y a confiar en Él (Gálatas 4:6; Romanos 8:15), así como un anhelo de orar que supera su incertidumbre sobre los pensamientos que deben expresar (Romanos 8:26–27). La misteriosa realidad de la ayuda del Espíritu Santo en la oración sólo llega a ser conocida por los que realmente oran.[1]

Tomado de: J. I. Packer, Teologı́a Concisa: Una Guı́a a Las Creencias Del Cristianismo Histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998), 195-197.

J I Packer

Sobre el autor...

James Innell Packer, J.I. Packer(1926-), es un teologo ingles, perteneciente a la Iglesia Anglicana. Ha servido como profesor de Teologia en ‘Regent College’ en Canada. Es considerado como uno de los Teologos de mayor influencia en el siglo XX, y quizá de todos los tiempos. Realizo estudios en la Universidad de Oxford (MA, PhD). Fue profesor de Griego en el Seminario anglicano ‘Oak Hill’ en Londres, antes de ser profesor en ‘Regents’. Ha escrito decenas de libros entre los cuales se cuenta: “Una búsqueda de la piedad: La vision puritana de la vida cristiana”, “Conociendo a Dios”, “La vida en el Espíritu”, “Afirmado el credo de los Apóstoles”, entre muchos otros.

¿Por qué la Biblia es tan importante para los cristianos?

Por: Pepe Mendoza

Antes de responder la pregunta, es importante señalar la diferencia entre las palabras “importante” y “necesario”. Algo es “importante” cuando es conveniente, interesante o se considera superior o influyente. Se habla, por ejemplo, de la importancia de cederle el paso a los ancianos o de la importancia de tener educación universitaria. Ambas situaciones son consideradas importantes por los beneficios que traen consigo, pero no podríamos decir que son absolutamente obligatorias.

Por el contrario, cuando señalamos que algo es “necesario”, estamos diciendo que se trata de algo esencial, indispensable, obligatorio y opuesto a lo voluntario o espontáneo. Por ejemplo, necesitas del aire para vivir; no existe un individuo que diga que el aire le es indiferente. Entonces, podríamos decir que algo es importante en relación con su valor y sus posibles resultados, mientras que algo es necesario porque es absolutamente indispensable e ineludible.

La Biblia no solo es importante, valiosa y útil para el cristiano, sino que también es absolutamente necesaria, indispensable e ineludible. Esto podría sonar extraño en tiempos en que la espiritualidad está marcada o definida por un sentimiento subjetivo y por supuestas premisas individuales autónomas marcadas por el “esto es lo que creo yo… y punto”. Hoy muchas personas se dicen cristianas y hasta muy devotas sin tener siquiera un entendimiento básico o un contacto mínimo con la Biblia. Por eso quisiéramos dejar en claro que la Biblia no solo es importante, sino que es necesaria para los cristianos.

La Biblia no solo es importante, valiosa y útil para el cristiano, sino que también es absolutamente necesaria, indispensable e ineludible

Dios se ha revelado

La fe judeocristiana afirma que el Dios Soberano se ha revelado, es decir, que Él mismo ha descubierto, manifestado y dado a conocer su persona y voluntad. ¿Por qué es necesaria la revelación de Dios mismo? Isaías responde a esta pregunta cuando afirma que los pensamientos y los caminos de Dios son superiores y diferentes a los nuestros. Desde nuestra perspectiva humana y debido a nuestra condición caída no podemos percibir a Dios y sus asuntos (Is 55:9; Ro 3:10-12). La revelación de Dios en la Biblia es importante y necesaria porque si Él no se hubiera dado a conocer, entonces no habría posibilidad alguna de que pudiéramos conocerle por nosotros mismos.

Moisés clarifica que el Señor se ha revelado en las Escrituras (otro nombre para la Biblia) para que le conozcamos, le sigamos y así podamos obedecerle (Dt 29:29). El apóstol Pablo nos dice que su predicación era el resultado de la revelación del “misterio que ha estado oculto desde los siglos y generaciones… [que] ahora ha sido manifestado a sus santos” (Col 1:26). La Biblia es importante y necesaria porque es la revelación que Dios hace de sí mismo y sin ella ¡no podrías conocer a Dios!

La Biblia transforma

La importancia y necesidad de la Biblia no queda reducida al conocimiento revelado de Dios, algo que ya es maravilloso y sublime. Además, la Biblia tiene un poder sobrenatural y transformador; ningún libro humano posee esta cualidad.

Jeremías afirma por revelación de Dios, “‘¿No es Mi palabra como fuego’, declara el Señor, ‘y como martillo que despedaza la roca?’” (Jr 23:29). Ese inmenso poder inherente transforma, alimenta y convierte tu corazón. David compuso un salmo para mostrar todos los beneficios de la Palabra de Dios: “restaura el alma… hace sabio al sencillo… alegran el corazón…alumbra los ojos…” (Sal 19:7-8). La Biblia es importante y necesaria porque es el único alimento que fortalece tu vida espiritual y es, como dice Pedro, algo que debemos anhelar: “deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación” (1 P 2:2).

Si Dios no se hubiera dado a conocer, entonces no habría posibilidad alguna de que pudiéramos conocerle por nosotros mismos

Muchos quieren saber sinceramente qué es lo que Dios espera de ellos. Lo malo es que tienden a buscar la voluntad de Dios de forma mística y hasta un tanto esotérica, como si se esperase la llegada de una voz audible desde el cielo o alguna señal sobrenatural que muestre una luminosa flecha con la dirección para la vida. Sin embargo, el Señor ha dejado la Biblia como un medio espectacular para mostrar su voluntad, revelando lo que espera de nosotros de forma clara, abundante e ineludible.

Por ejemplo, si te preguntaras, ¿qué es lo que demanda Dios de mí? En la Biblia puedes encontrar la respuesta: “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, Sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?” (Mi 6:8).

La Biblia es importante y necesaria porque allí podemos encontrar luz para nuestro camino (Sal 119:105), la verdad que nos hace libres (Jn 8:31-32) y la forma de vida que le agrada a Dios y le da gloria a su nombre (Tit 3:8).

La Biblia es importante y necesaria para los cristianos porque allí se nos presentan las buenas noticias de salvación en Cristo Jesús (2 Ti 3:15). El evangelio nos anuncia primero la realidad de nuestra condición de separación de Dios, una realidad sin esperanza y con solo la muerte como destino final. Sin embargo, Dios se reveló para mostrar un plan de salvación amoroso, en donde el mismísimo Hijo de Dios vino para rescatarnos y liberarnos de nuestra condición mortal por su sola y absoluta gracia. Ahora en Él somos nuevas criaturas y tenemos esperanza porque esperamos su retorno anunciado con precisión en la Biblia.

¿Podrá un cristiano tener una relación distante y superficial con la Biblia? Por lo que hemos visto ahora, podemos decir como Pablo, ¡de ninguna manera!

Nota: Este artículo fue publicado primero en Coalición por el Evangelio: https://tinyurl.com/2nahedzw

José “Pepe” Mendoza es el Asesor Editorial en Coalición por el Evangelio. Sirvió como pastor asociado en la Iglesia Bautista Internacional, en República Dominicana, y actualmente vive en Lima, Perú. Es profesor en el Instituto Integridad & Sabiduría, colabora con el programa hispano del Southern Baptist Theological Seminary, y también trabaja como editor de libros y recursos cristianos. Está casado con Erika y tienen una hija, Adriana.

Puedes encontrar a José “Pepe” Mendoza en:

 

Oremos por Cuba: 5 motivos para clamar ante nuestro Dios

Por: JOSUÉ BARRIOS
Fuente: Coalición por el Evangelio

Cuba atraviesa una situación delicada a medida que se realizan una serie de protestas contra el gobierno. Mientras las últimas protestas masivas anteriores ocurrieron en agosto de 1994 y se concentraron en el malecón de La Habana, estas nuevas manifestaciones están abarcando toda la isla y resultan ser las más grandes en los últimos 60 años.

La hora es crucial para la nación y la incertidumbre parece reinar, pero como Iglesia creemos en un Dios que es soberano sobre todo y al mismo tiempo es pronto para escuchar nuestro clamor.

Sin importar dónde te encuentres, aquí hay cinco oraciones por Cuba que podemos elevar hoy por el país y la iglesia:

  • Oramos para que Dios tenga misericordia de la Isla y preserve las vidas humanas, en medio de una gran tensión que podría convertirse en un enfrentamiento entre cubanos con un mayor número de muertes (1 Ti 2:1).
  • Oramos para que los gobernantes sean responsables, sabios y justos ante las demandas y el clamor del pueblo (Pr 29:2).
  • Oramos por la economía en el país, que desde el comienzo de la pandemia se ha deprimido más aún, elevando el costo de la vida. Esto afecta la distribución de alimentos, medicinas y servicios (tales como la luz y el agua) en la isla (1 Ti. 6:8).
  • Oramos para que la iglesia pueda ser luz en este tiempo y conducirse con sabiduría, firme en sus convicciones bíblicas, reflejando un Reino que no es de este mundo, y que pueda llevar a otros la esperanza del evangelio (Mt 5:14-161 P. 2:9).
  • Oramos para que el Señor guarde la integridad física y espiritual de Su pueblo y sus pastores, mientras nuestros hermanos creyentes esperan en Él. Que tanto la iglesia como el resto del país puedan gozar de mayor paz en este lado de la eternidad (1 Ti. 2:2).

Nuestro Dios es “Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Ef 3:20). Acompáñanos a orar por Cuba.

Sobre el autor...

Josué Barrios sirve como Coordinador Editorial en Coalición por el Evangelio. Posee una licenciatura en periodismo y cursa una maestría en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer, donde realiza una pasantía ministerial. Puedes leerlo en josuebarrios.com y seguirlo en InstagramTwitter y Facebook.