Reina-Valera: un legado vivo y la riqueza de otras traducciones
Por: Redacción DCP
Cada septiembre, las iglesias evangélicas en América Latina celebramos el mes de la Biblia. Y no es casualidad. La Palabra de Dios ha sido el motor de los grandes avivamientos, la luz en la oscuridad de las almas y el alimento del pueblo de Dios en cada generación.
Si cerramos los ojos y pensamos en la Biblia que ha marcado nuestra fe, probablemente venga a la mente un nombre familiar: Reina-Valera. Para muchos, escuchar esos versículos con cadencia solemne es como oír la voz de la abuela orando, del pastor predicando, o de la Escuela Dominical repitiendo al unísono: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…”.
La Reina-Valera no es solo una traducción de la Biblia. Es un legado. Una herencia que ha moldeado la identidad de la iglesia evangélica latinoamericana. Y sin embargo, en la providencia de Dios, también contamos hoy con otras traducciones fieles que enriquecen nuestra comprensión y fortalecen nuestra fe.
Este mes de la Biblia es una oportunidad para recordar con gratitud ese legado… y para abrir los ojos a la riqueza de tener más de una versión en nuestras manos.
Un poco de historia: la Biblia del Oso
Corría el año 1569. En una Europa marcada por la Reforma Protestante, Casiodoro de Reina, un monje español convertido a la fe evangélica, emprendió una obra monumental: traducir la Biblia completa al castellano a partir de los idiomas originales. El resultado fue conocido como la Biblia del Oso, llamada así por la ilustración en su portada.
Treinta y tres años después, su compañero Cipriano de Valera revisó la traducción en 1602, dando origen a la versión que, con sucesivas revisiones, llegaría a ser la Reina-Valera. Desde entonces, esta Biblia se convirtió en el texto de cabecera de los creyentes hispanohablantes, transmitido de generación en generación, incluso en tiempos de persecución y escasez.
Las revisiones más conocidas en el mundo evangélico son la de 1909, la de 1960 (quizá la más difundida en América Latina) y la de 1995. Cada una buscó mantener la fidelidad al texto original, a la vez que hacía más accesible el lenguaje a su época.
La Reina-Valera en la iglesia latinoamericana
Hablar de la iglesia evangélica en nuestro continente es hablar de la Reina-Valera. Desde el púlpito de una iglesia rural hasta el salón de una congregación en la gran ciudad, este texto ha sido la voz de Dios para millones.
Fue la Biblia que acompañó a los primeros misioneros. La que encendió los fuegos de la Escuela Dominical. La que se leyó en avivamientos y vigilias. La que se memorizó en himnarios y programas radiales.
Nuestra identidad como creyentes latinoamericanos está profundamente marcada por este libro. No es raro escuchar que alguien diga: “Con la Reina-Valera conocí al Señor.” Y en buena medida, es cierto: fue el instrumento que Dios usó para abrir los ojos de multitudes a la verdad del evangelio.
Las fortalezas de la Reina-Valera
¿Por qué esta versión ha tenido tanto arraigo?
- Porque fue traducida con un profundo respeto a los textos originales.
- Porque su lenguaje, aunque solemne, transmite un sentido de reverencia y majestad que eleva el corazón.
- Porque durante siglos fue la única Biblia accesible a los creyentes de habla hispana, convirtiéndose en el lazo que unió a comunidades y generaciones enteras.
El simple sonido de sus frases es testimonio de ese poder. Decir “Jehová es mi pastor; nada me faltará” en Reina-Valera es tocar una cuerda profunda en la memoria de la iglesia.
Sus limitaciones y desafíos
Pero como toda traducción, la Reina-Valera también enfrenta desafíos. Algunas de sus ediciones más conocidas (como la de 1909 o la de 1960) utilizan expresiones que ya no son parte del castellano actual. Palabras como “fornicación”, “hacedores de misericordia” o “caridad” pueden sonar extrañas o incomprensibles para las nuevas generaciones.
Esto no disminuye su valor, pero nos recuerda una verdad importante: la Palabra de Dios es eterna, pero nuestras lenguas cambian. Y cuando el idioma evoluciona, necesitamos recursos que acerquen el mensaje eterno a los oídos contemporáneos.
Otro desafío es la tentación de absolutizarla. Algunos llegan a pensar que la Reina-Valera es la única traducción legítima. Pero olvidamos que ninguna versión es inspirada; lo inspirado son los textos originales. Toda traducción, por fiel que sea, es un esfuerzo humano por transmitir lo divino.
La riqueza de otras versiones
Y aquí entra la bendición que tenemos hoy: el acceso a múltiples traducciones de la Biblia en nuestro idioma.
- La NVI (Nueva Versión Internacional) ofrece un lenguaje claro y comprensible para el lector moderno.
- La NTV (Nueva Traducción Viviente) enfatiza la frescura y la cercanía en su estilo.
- La Biblia de las Américas busca una traducción más literal y cuidadosa de los textos originales.
- Otras, como Dios Habla Hoy, priorizan la sencillez en su expresión.
Cada versión tiene sus virtudes, y juntas nos enriquecen. Compararlas no debilita nuestra fe; al contrario, la fortalece. Nos recuerda que el mensaje de Dios no está preso de un solo estilo, sino que trasciende culturas, épocas y traducciones.
Cómo aprovechar la Reina-Valera y otras traducciones
Entonces, ¿qué hacer como creyentes y como iglesia?
- Usar la Reina-Valera en la predicación y memorización, pues su cadencia y legado son invaluables.
- Usar versiones contemporáneas en la evangelización y discipulado, especialmente con quienes recién comienzan en la fe.
- Comparar traducciones en el estudio personal, para obtener una visión más completa del texto.
- Enseñar a las nuevas generaciones a amar la Palabra de Dios más allá de la forma lingüística, entendiendo que el poder está en el mensaje, no en la nostalgia.
Así, honramos el pasado sin descuidar el presente. Valoramos la herencia recibida, pero también equipamos a la iglesia de hoy con las herramientas que Dios nos ha provisto.
Conclusión: un legado que nos impulsa
La Reina-Valera seguirá siendo, sin duda, el corazón de la fe evangélica en América Latina. Es la Biblia de nuestros abuelos y de nuestros padres. La que acompañó los primeros himnarios, las primeras campañas, las primeras predicaciones.
Pero el mismo Dios que usó a Reina y a Valera en el siglo XVI, hoy nos da el privilegio de contar con más recursos, más traducciones y más accesos a su Palabra que nunca antes en la historia.
Celebrar el mes de la Biblia es agradecer por lo que hemos recibido… y usar con gratitud lo que tenemos hoy.
La Reina-Valera nos recuerda que Dios habla en nuestro idioma. Otras traducciones nos recuerdan que Dios sigue hablando a cada generación.
Que en este mes de la Biblia podamos decir con convicción:
“Sea la Reina-Valera o cualquier otra traducción fiel, tu Palabra, Señor, es lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino.”