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Tú puedes entender el Antiguo Testamento mejor que quienes lo vivieron
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Fuente: Coalición por el Evangelio
«No se servían a sí mismos» (1 Pedro 1:12).
Según los autores del Nuevo Testamento, los autores del Antiguo Testamento sabían que estaban hablando y escribiendo para los creyentes del nuevo pacto, y también tenían cierto nivel de conciencia sobre quién sería Cristo y cuándo aparecería. Con la venida de Cristo, la anticipación da lugar al cumplimiento y los tipos encuentran su antitipo, lo que significa que los miembros del nuevo pacto pueden comprender la plenitud del significado del Antiguo Testamento mejor que los rebeldes y el remanente del antiguo pacto.
La audiencia del Antiguo Testamento
Romanos 4:23-24, 15:4 y 1 Corintios 10:11 resaltan que el autor del Antiguo Testamento escribió su texto en beneficio de los creyentes que viven a este lado de la cruz. Para Pablo, el Antiguo Testamento es Escritura cristiana y plenamente aplicable a los creyentes cuando se lee a través de Cristo.
El apóstol también se lo dijo a Timoteo. Hablando de las Escrituras judías, escribió que las «Sagradas Escrituras… te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Ti 3:15). Así, Pablo afirma: «Toda la Escritura es… útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Ti 3:16-17).
Basándose en este hecho, los autores del Nuevo Testamento citan con frecuencia instrucciones del Antiguo Testamento, asumiendo su relevancia para los creyentes de hoy. Por ejemplo, Pablo recurre a los Diez Mandamientos cuando se dirige a los hijos (Ef 6:2-3; Éx 20:12; Dt 5:16) y toma de textos sobre ejecución de Deuteronomio cuando habla sobre la excomunión (1 Co 5:13; Dt 22:21, 22, 24). Pedro también recuerda el estribillo de Levítico cuando escribe: «sean ustedes santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: “Sean santos, porque Yo soy santo”» (1 P 1:15-16; Lv 11:44-45; 19,2, 20, 26).
Dado que ahora formamos parte del nuevo pacto y no del antiguo, es natural que surjan preguntas sobre cómo debe relacionarse exactamente el cristiano con determinadas leyes o promesas del antiguo pacto. Sin embargo, el punto es que Dios dio el Antiguo Testamento para la instrucción cristiana.
Pablo no fue explícito en cuanto a si era solo intención de Dios, como Autor supremo, escribir el Antiguo Testamento para nuestra instrucción, o si esa era también la intención de los autores humanos. Pedro, sin embargo, lo dejó claro cuando escribió que «a ellos les fue revelado que no se servían a sí mismos, sino a ustedes» (1 P 1:12). Enfatizó que los propios autores humanos sabían que sus palabras en el Antiguo Testamento no eran principalmente para ellos, sino para los que vivirían después de la venida de Cristo. Por tanto, el Antiguo Testamento es más relevante para los cristianos de hoy que para la mayoría en la época del antiguo pacto.
La interpretación de los profetas del Antiguo Testamento sobre la persona y el tiempo de Cristo
En Juan 8:56, Jesús declaró que Abraham esperaba ansiosamente la venida del Mesías. Del mismo modo, Pedro creía que el propio David anticipó la venida de Cristo en el Salmo 16 (Hch 2:30-31), y las últimas palabras de David afirman que esperaba un gobernante justo, quien vencería la maldición e iniciaría una nueva creación (2 S 23:3-7). Asimismo, el escritor de Hebreos enfatizó: «Todos estos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto desde lejos» (He 11:13). El remanente del Antiguo Testamento disfrutó de cierta luz; ellos mismos escribieron sobre el Cristo y esperaron en Él.
Por otra parte, Jesús también declaró que «muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron» (Lc 10:24). Parece que debemos entender que los antiguos profetas de Yahvé veían realmente la belleza y los propósitos de Dios y la esperanza que les aguardaba, aunque también afirmamos que no experimentaron y, por tanto, no comprendieron todo lo que nosotros experimentamos en Cristo. Para ellos, la revelación plena aguardaba un día posterior.
1 Pedro 1:10-12 refleja las dos vertientes de este marco interpretativo. Según Pedro, los profetas eran estudiosos de la revelación previa. Bajo la guía del Espíritu (2 P 1:21), «diligentemente inquirieron y averiguaron» para saber quién sería el Mesías y cuándo aparecería. Aunque tal vez no supieran el nombre de Jesús, tenían una idea general del tipo de persona que sería y de cuándo vendría, y a menudo lo aprendían estudiando las Escrituras (p. ej., Sal 119:2; Dan 9:2). En efecto, la revelación progresó del Antiguo al Nuevo Testamento, pero el desarrollo fue a menudo de la predicción consciente al cumplimiento realizado, no simplemente una predicción de la que solo Dios era consciente originalmente y que ahora reconocemos retrospectivamente.
Como en el caso de Daniel (Dn 12:8-10), el significado completo de algunos textos del Antiguo Testamento trasciende la comprensión de los autores humanos. No obstante, el Nuevo Testamento da testimonio de que estos autores solían comprender sus visiones del final de los tiempos, esperaban verdaderamente al Mesías y sabían algo de cuándo vendría. Además, los intérpretes deben esperar que el uso que los autores bíblicos hacen de la Escritura antecedente surja orgánicamente de los materiales anteriores, sin contradecirlos nunca, porque toda la Escritura viene de Dios (2 Ti 3:16) y los profetas «diligentemente inquirieron y averiguaron» (1 P 1:10) e hicieron interpretaciones guiadas por el Espíritu (2 P 1:20-21).
La incapacidad de los rebeldes para comprender el Antiguo Testamento
El Nuevo Testamento deja claro que la ceguera asociada a la mayoría incrédula del antiguo pacto continuó en tiempos de Cristo. Vemos esta incapacidad, por ejemplo, en los líderes religiosos a los que Jesús se enfrentó en numerosas ocasiones (p. ej., Mt 12:3-7; Lc 16:31; Jn 5:39-40). Los líderes judíos estaban espiritualmente ciegos, incapaces de ver cómo el Antiguo Testamento mismo señalaba a Cristo.
Los evangelios indican las raíces de esa ceguera. En resumen, hablan de una maldad innata hostil a Dios, de corazones duros, de deseos alineados con el diablo y de una pasión por la alabanza de los hombres por encima de la gloria de Dios (Mt 16:3-4; 23:6; Mc 3:5; Lc 11:43; 20:46; Jn 8:42-44). El resultado fue que no podían oír la voz de Dios ni saborear la belleza y los propósitos de Dios en las Escrituras. Allí donde iban los líderes, iba también el resto de la nación (Juan 12:37-41).
Asimismo, otros pasajes del Nuevo Testamento enseñan que la era del antiguo pacto era una era de ignorancia y dureza (Hch 17:30; Ef 4:18; 1 Pe 1:14), en la que el diablo mantenía ciega a la mayor parte del mundo ante las glorias de Dios que culminaban en Cristo (2 Co 4:3-4). Pero en Jesús amanece la nueva creación, con la luz del evangelio rompiendo el horizonte y dispersando las tinieblas y las sombras (4:6).
¿Por qué prolongaría Dios tal temporada de dureza, ignorancia y ceguera? Si Romanos 9:22-24 nos sirve de indicación, Pablo cree que Dios se propuso mover a los que recibían Su misericordia a maravillarse más de Su multiforme gloria en Cristo. El Señor hizo las tinieblas tan profundas y la noche tan larga, para que nosotros, sobre los que ha amanecido la luz, podamos saborear aún más el calor, el brillo y la gloria misericordiosa de Dios envuelta en el don de Cristo.
El retraso del remanente en comprender el Antiguo Testamento
El Nuevo Testamento deja claro que algunos, como Simeón, anticipaban la venida de Cristo y comprendían correctamente Su persona y Su obra, incluida Su misión de sufrimiento (Lc 2:25-35). Sin embargo, muchos de los discípulos más cercanos a Jesús no reconocieron plenamente quién era ni todo lo que las Escrituras anticipaban sobre Él (ver, p. ej., Mr 4:13; 8:31-33).
Lucas enfatizó especialmente el desconocimiento del Antiguo Testamento por parte de los discípulos. Después de Su resurrección, Jesús desafió a aquellos dos en el camino de Emaús por no haber «creído todo lo que los profetas han dicho» (Lc 24:25). Sin embargo, les hizo comprender el significado del Antiguo Testamento (v. 27), cumpliendo así lo que Isaías y Daniel dijeron que sucedería (Is 29:18; Dn 12:10). Del mismo modo, Cristo se apareció más tarde a los seguidores que le quedaban y «les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24:45). El Cristo resucitado permite ahora a Sus seguidores ver en la Biblia cosas que siempre estuvieron ahí, pero que eran inaprehensibles sin la luz y la lente correctas (ver Ro 16:25-26; 2 Co 3:14). En Cristo, Dios «ilumina» los ojos de nuestros corazones (Ef 1:18).
El Evangelio de Juan, en particular, destaca cómo la resurrección y glorificación de Cristo marcan un punto de inflexión en la comprensión de la Escritura por parte de los discípulos. En Juan 2:20-22, por ejemplo, la resurrección de Jesús movió a los discípulos a abrazar de una forma nueva «la Escritura y la palabra que Jesús había hablado». Asimismo, como deja claro Juan 12:13-16, solo cuando el Padre glorificó a Su Hijo, los seguidores de Cristo relacionaron el modo en que las Escrituras del Antiguo Testamento daban testimonio de la entrada triunfal de Cristo.
Conclusión
Los autores del Nuevo Testamento afirman que el Antiguo Testamento fue escrito para los cristianos y que los profetas sabían que escribían para nuestro provecho. Los profetas también sabían algo sobre Cristo y el momento de Su venida, pero el significado completo de sus textos a veces trascendía su entendimiento.
Cumpliendo la profecía de Isaías (Is 6:10; 53:1), la maldad innata y la dureza de corazón de la mayoría de la población judía los incapacitó espiritualmente. En juicio, Dios los endureció, de modo que fueron incapaces de entender Su Palabra o ver Sus propósitos culminando en Jesús (Ro 11:7-8). Solo «por medio de Cristo» esta ceguera es quitada (2 Co 3:14).
Desde el nacimiento de Jesús, algunos como Simeón comprendieron correctamente que el triunfo de Cristo solo llegaría a través de sufrimientos. Sin embargo, la mayoría de los discípulos no comprendieron plenamente el testimonio de las Escrituras sobre la muerte, resurrección y misión global de Jesús hasta después de Su resurrección.
Publicado originalmente en For the Church. Traducido por Eduardo Fergusson.
Sobre el autor
Jason S. DeRouchie (PhD, The Southern Baptist Theological Seminary) es profesor de investigación del Antiguo Testamento y teología bíblica en el Midwestern Baptist Theological Seminary en Kansas City, Missouri. Él editor contribuyente en What the Old Testament Authors Really Cared About: A Survey of Jesus’ Bible (Grand Rapids: Kregel, 2013) y el autor de How to Understand and Apply the Old Testament: Twelve Steps from Exegesis to Theology (P&R, 2017). Su sitio web de recursos es jasonderouchie.com.
La Reforma
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Por: Nick Davies
Celebramos la reforma cada año porque la vemos como nuestro nacimiento como evangélicos, recordando el día en el que Lutero clavó 95 temas de debate en la puerta de una iglesia. Afirmamos las cinco solas, y contamos la historia de Lutero en la dieta de Worms, “…me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía…” Fortalecemos este vínculo por declararnos como hijos de la reforma, y pronunciarnos que siempre estamos reformando.
Pero algunos han observado con precisión que a veces podemos estar enamorados más con la idea de la reforma que con la reforma misma. Simplificamos esta época de casi 400 años entre aquel día en 1517 hasta el siglo 20 cuando esta idea de las cinco solas, tan emblemáticas de la reforma, fue formulada finalmente. Podemos querer una versión refinada de la reforma para poder señalar a nuestro origen como linaje, usando la reforma como un espejo para vernos reflejado en las caras de Lutero, Calvino, Zwinglio.
Sin embargo, nuestro linaje es más rico que la idea que celebramos cada año, y quiero animarlo profundizar en ello. Entre los reformadores hubo desacuerdos, a veces vehemente, sobre la cena del Señor, la relación entre la iglesia y el poder política, lo que sucede en el bautismo, como deben ser los cultos, como interpretar y aplicar la Biblia a la vida cristiana, el alcance de la uniformidad de doctrina en la iglesia, la función de la Ley en la vida cristiana…y esto es solo entre los tres arriba de las primeras dos generaciones de reformadores, sin tocar a Beza, Bucero, Simmons, Cranmer, Melanchthon, Dentière, Knox, Morata, Bucero, y más figuras antes y después. La reforma es liosa, pero ¡hay oro y joyas allá esperandole descubrir!
El día de la reforma es una oportunidad de recordarnos de la riqueza de la enseñanza y doctrina de las primeras décadas de la reforma y los siglos después. Antes de leer uno de los varios “Un nuevo 95 tesis para este siglo”, lea un libro por los reformadores para empezar de conocer de verdad nuestro linaje. Antes de publicar en Facebook o Instagram un meme con las cinco solas, primero lea un credo o libro de la reforma. No va a estar de acuerdo con ellos en todo, pero lo van a desafiar de pensar más profundo sobre la Biblia y nuestra práctica.
En Desarrollo Cristiano hay:
- Las 95 Tesis /Comentario a Gálatas, por Martin Lutero
- La Predestinación y la Providencia de Dios, por Juan Calvino
- Oración: El Ejercicio Continuo de la Fe, por Juan Calvino
También se puede encontrar online transcripciones los credos y documentos claves de la reforma, como Las Confesiones de Augsburgo (Melanchthon con Lutero), Los 67 tesis de Zwinglio, La Confesión Escocesa (Knox), el Libro de Oración Común (Cranmer con ayuda por Bucero).
Que Dios siga fortaleciendo su iglesia en la proclamación de su Hijo, Jesucristo, para su gloria Sola Scriptura, Sola Fide, Sola Gratia, Solus Christus, Soli Deo Gloria

Nicolas Davies es misionero de CSI Australia en Perú.
Libros sugeridos
REFORMA PROTESTANTE
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INTRODUCCIÓN
Hay fechas que siempre recordamos, por distintas razones personales: cumpleaños, aniversario de bodas, etc. Hay otras que, siendo universales, también son personales por otros motivos. Una de ellas es el día de inicio de la Reforma Protestante en el siglo XVI. Y es que para todos aquellos que hemos conocido a Jesucristo y hemos experimentado la salvación que Él obró en nuestro favor, esa fecha es crucial. Significó el redescubrimiento de la verdad bíblica (salvación por fe solamente) que estuvo escondida por siglos en la enseñanza y práctica de la iglesia romana.
La enseñanza bíblica de la justificación por fe solamente fue el principio material que impulsó la Reforma Protestante. Siendo la pregunta crucial: ¿cómo es posible que el pecador reciba la salvación que necesita? Lutero, redescubriendo Ro. 1:17, afirmó que la doctrina de la justificación por la fe solo es el artículo sobre el cual se sostiene o se cae la Iglesia. Esta doctrina de la justificación por la sola fe es la verdad central del cristianismo y la verdadera prueba de la fidelidad de una iglesia al Evangelio.
JUSTIFICACIÓN
Justificación es un término legal, que pertenece propiamente a la esfera del derecho y los tribunales de justicia. Estrictamente hablando es la declaración emitida, por una persona encargada de la administración de justicia, de que alguien que había sido acusado por infracción de la ley es justo ante los ojos de la ley; además, ese veredicto es inapelable.
La controversia con el romanismo se dio por el significado de la palabra justificación. Como sabemos el romanismo se basa en el latín (justificare) mientras que el protestantismo lo hace en el griego (dikaioo). Desde el latín la palabra justificación tendría como significado hacer justo, mientras que desde el griego sería declarar justo. Es como decir que no se ha encontrado suficiente evidencia para probar la culpabilidad, por tanto, el imputado no es inocente, sino que es declarado justo por falta de pruebas. Eso en base a la obra de Cristo en la cruz.
Permítanme poner esta analogía. Es como si Dios, aparte de Cristo no viera en toda nuestra indignidad, somos culpables por no glorificarlo. El sacrificio vicario de Cristo logra que nuestras culpas sean cubiertas por su sangre y, entonces, cuando Dios nos ve no están nuestras miserias a la vista sino la sangre de Cristo, en virtud de ello no somos considerados culpables. Cristo lo hizo todo, nosotros recibimos los beneficios de su obra en la medida que el Espíritu Santo nos mueve al reconocimiento del pecado y al arrepentimiento. Cuando Dios justifica a los pecadores – y eso es lo que Él hace – los declara exentos de castigo y con derecho a ser recompensados sólo sobre la base de lo que Cristo ha hecho por ellos.
El lema Sola fide, define cual es el único medio por el que se puede alcanzar salvación; esto es cuando Dios por Su gracia da fe al pecador para creer en Cristo y ser justificado por Él, y en consecuencia ser salvo. La fe es un don de Dios (Ef. 2:8), no es autogenerada. Solo la fe salva, y esa fe es en Cristo; el objeto de la fe es Cristo; las obras son la respuesta de amor a lo que Cristo hizo en nuestro favor (Ef. 2:10). Para el romanismo la fe no es suficiente, tiene que ser suplementada con las obras; una forma de decir que es gracia más mérito.
El cristianismo bíblico no es autosotérico; es decir que cada uno puede lograr la salvación por sí mismo, en base a obras meritorias o por pago / compra de indulgencias. Tampoco es sacerdotal o litúrgico, en tanto la salvación no se logra por la intermediación de algún hombre que realiza ciertos ritos particulares. Ni es universalista, por cuanto no enseña que todos los seres humanos han de ser salvos, no se es cristiano en automático. El cristianismo bíblico histórico, neotestamentario, enseña que la salvación solo es posible por la fe en Jesucristo.
Martín Lutero, quien fue un monje agustino, fue liberado de su angustia existencial, de sus tormentos de conciencia cuando estaba enseñando la epístola a los romanos. De nada servía su sacrificio, su flagelación, si no tenía fe. Los castigos autoinfligidos no podían justificarlo, no podían salvarlo. Solo la fe en Jesucristo podía hacerlo. El pecado es un agravio a la majestad de Dios, por tanto, para recibir la exoneración del castigo merecido, debemos sujetarnos a la disposición divina. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados” dice He. 9:22; pero el sacrificio debe ser consistente con la dignidad del ofendido, no según lo considere el ofensor. No hay hombre alguno que pueda ofrecer un sacrificio digno, solo Dios hecho hombre (Mt. 1:21-23). Solo Jesucristo fue capaz de ofrecer el sacrificio que Dios estableció (Hch. 4:11-12).
Este fue el aspecto crucial de la Reforma Protestante en oposición a la enseñanza del catolicismo romano. Martín Lutero fue el personaje central del inicio de la Reforma Protestante, que recordamos todos los años el 31 de Octubre. No fue el único, por supuesto hay otros nombres que lo siguieron: Juan Calvino, Ulrico Zuinglio, John Knox, etc. y hubo otros nombres de los precursores de la reforma: John Wycliffe, Jan Hus. Todos ellos se caracterizaron no solo por su respeto a las Escrituras sino por el reconocimiento que la justificación, la salvación es recibida solo por fe.
Leamos, finalmente, esta declaración del gestor de la Reforma Protestante:
Yo, Martín Lutero, un indigno predicador del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de esta manera profesa y cree; que este artículo, que la fe sola, sin obras, puede justificar ante Dios, nunca será derribado… Este es el verdadero Evangelio… Ésta es la doctrina que enseñaré; y esto el Espíritu Santo y la Iglesia de los fieles han declarado. En esto permaneceré. Amén
Martín Lutero
1483-1546
QUINIENTOS SEIS AÑOS DESPUÉS…
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Por: Pepe Mendoza
El tiempo pasa volando. Algunos no lo ven pasar tan rápido y solo dicen que pasa «sin prisa, pero sin pausas». Lo cierto es que el tiempo no se detiene y en nuestra sociedad contemporánea pareciera que todo tiene fecha de caducidad casi inmediata. La tecnología, por ejemplo, nos lleva a descartar un avance tras otro a una velocidad increíble. En el plano de las ideas ocurre lo mismo. Hace poco me sorprendí a mí mismo descartando algunos libros porque me parecían anticuados y solo tenían más de una década de publicados.
Sin embargo, en medio de estos cambios cada vez más acelerados y de estas declaraciones de obsolescencia cada vez más inmediatas, también es cierto que hay ciertos ejemplos, y sucesos de la vida humana que son inconmovibles porque son fundamentales y representan las bases imperturbables de nuestro entendimiento de la realidad humana. Podremos estar de acuerdo o en desacuerdo con ellos, pero no podremos obviarlos ni pasarlos por alto. Uno de ellos ocurrió el 31 de octubre de 1517.
Martín Lutero, un joven monje agustino alemán, decidió hacer pública su oposición a la práctica de venta de indulgencias papales que ofrecían salvación espiritual a cambio de dinero. Él monje no dudó en clavar el documento con sus 95 tesis o argumentos en contra de tal práctica en la puerta de la iglesia en Wittenberg en esa fecha memorable. Ese documento corrió como reguero de pólvora en la sociedad de la época y pronto fue publicado, difundido y discutido en toda Alemania y luego por toda Europa.
Lutero no tuvo la intención de rebelarse contra la iglesia, sino buscar el diálogo y un posible cambio necesario en las estructuras y prácticas de la iglesia que consideraba contrarias a las Escrituras. Sin embargo, sin desearlo se vio inmerso en una profunda oposición y persecución oficial inesperada que terminó con el cisma de la iglesia y la creación de la Iglesia protestante.
No quisiera entrar en los detalles particulares de las discrepancias doctrinales y teológicas que son conocidas y de las que se han escrito innumerables obras. Solo quisiera resaltar algunos aspectos del carácter de Martín Lutero que es importante recordar y emular en nuestros días.
En primer lugar, Lutero fue un hombre que amó y estudió profundamente las Escrituras. Él no se caracterizó por ser un lector pasivo o superficial de la Biblia. Por el contrario, a través de su biografía descubrimos que Lutero buscó con pasión comprender el mensaje de Dios y, más importante aún, Martín buscó ser impactado por esa verdad al contemplar cómo Dios percibe y considera su creación y a la humanidad. El reconocimiento de la autoridad suprema de la Escritura es notable en su vida y a lo largo de todas sus enseñanzas.
El 18 de abril de 1521, ya algunos años después de su famosa publicación de las tesis, Lutero estaba frente al mismísimo Emperador Carlos V, quien lo había convocado para responder los cargos que se habían levantado contra él debido a la profusa difusión de sus enseñanzas. Se pusieron en una mesa sus libros y panfletos y se le preguntó si eran suyos. Luego de afirmar su autoría, el fiscal Eck lo conminó a retractarse de sus enseñanzas. Su respuesta es una de las frases más profundas jamás dichas sobre el sometimiento a la autoridad de las Escrituras en la vida de un hombre. Él dijo:
«A menos que se me convenza por el testimonio de las Escrituras o por una razón clara, pues no confío ni en el Papa ni en los concilios por sí solos, ya que es bien sabido que a menudo han errado y se han contradicho, estoy obligado por las Escrituras que he citado, y mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo y no me retractaré de nada ya que no es seguro ni correcto ir en contra de la conciencia. No puedo hacer otra cosa. Aquí estoy, que Dios me ayude».
La supremacía de las Escrituras y su sujeción a la verdad inalterable de Dios se demuestra en cada una de sus palabras. Él sabía que su vida estaba en juego e imagino que no fueron fáciles de pronunciar. Era como si estuviera declarando su propia declaración de muerte en ese mismo momento. Sin embargo, él sabía que estaba hablando de un libro único porque estaba convencido de que se trataba de la Palabra de Dios, viva, eficaz y revelada de forma inspirada e inerrante a la humanidad. Tal era su pasión y dedicación por conocer y difundir las Escrituras que tradujo el Nuevo Testamento del griego al alemán en solo once semanas. No se trataba de un plazo de entrega editorial, sino de la necesidad urgente de que sus contemporáneos pudieran también decir con el salmista: «¡Cuánto amo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (Sal 119:97).
Se le atribuyen a Lutero las siguientes palabras: «La Biblia está viva; me habla. Tiene pies; corre detrás de mí. Tiene manos; se apodera de mí». Ese amor por la Palabra y esa sujeción a ella no son características particulares y especiales del reformador, sino que deben caracterizar naturalmente a los cristianos de todos los tiempos. Son de esos aspectos de la vida cristiana que el tiempo, la tecnología o la cultura no pueden cambiar porque son fundamentales para ser simplemente cristianos. Si perdemos esa pasión por profundizar en nuestro conocimiento de las Escrituras y vivirlo en nuestro tiempo, pues simplemente tendremos una etiqueta vacía que no tendrá la más mínima repercusión en nuestras vidas. No debemos olvidar que nuestra espiritualidad es auditiva, crecemos espiritualmente oyendo, maduramos como cristianos al prestar atención a todo el consejo de Dios revelado en su Palabra.
En segundo lugar, Lutero fue un hombre sincero. Quizás esta característica te tome por sorpresa, pero es una gran virtud muy necesaria, pero bastante olvidada en nuestro tiempo. Mucho se ha hablado de la personalidad abierta, transparente y hasta extrovertida de Lutero. Aunque era un académico y un gran pensador, él no se dedicó a solo teorizar alrededor de la teología y la doctrina, simplemente buscando diferencias, aciertos o estableciendo nuevas teorías eclesiásticas.
Por lo que sabemos de su vida, es evidente que su preocupación principal era encontrar respuestas para la propia salud de su alma. Es cierto que sus pensamientos movilizaron un cambio mayúsculo en el mundo entero, pero me parece que el cambio mayúsculo que él realmente anhelaba y se esforzaba por alcanzar era en fortalecer su relación personal con Dios. No es algo inusual porque se trata de la misma actitud que encontramos en el apóstol Pablo:
«Porque nuestra satisfacción es esta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia ustedes» (2 Corintios 1:12).
Encontrar satisfacción en la sinceridad no es fácil porque requiere de la determinación anímica que nos permitirá reconocernos vulnerables, meros humanos y, como dice Pablo, inmensamente necesitados de la gracia de Dios. Además, no se trata de una sinceridad humana que puede ser engañosa, sino de una que «viene de Dios». Martín sufrió al tratar de observar una religión que no le proveía esperanza y menos sanidad a la realidad de un alma muerta en sus delitos y pecados. Los rituales, las confesiones y hasta la vida monacal no le dieron paz a su alma afligida. Quizás esa sinceridad es lo que hizo que le afectara tanto la venta de indulgencias. Tal vez se hacía estas preguntas: «¿Ganar el cielo por dinero?» «¿Cómo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Padre de Jesucristo podría avalar una práctica tan despreciable?»
Lutero era sincero delante de Dios y no dudó en evidenciar la realidad de su vida sin Dios y la necesidad abrumadora de la salvación que solo se encuentra en Jesucristo. Alguna vez escribió una oración con las siguientes palabras:
«Señor Jesús,
eres mi justicia, yo soy tu pecado.
Tomaste sobre ti lo que era mío;
pero pusiste en mí lo que era tuyo.
Te convertiste en lo que no eras,
para que yo pudiera convertirme en lo que no era».
Martín Lutero no quiso demostrarle a nadie que era mejor que los demás, tampoco que estaba más cerca de Dios que la gran mayoría o más piadoso que el común de los mortales. No, Lutero vivió en carne propia la realidad del evangelio y se gozó en la obra de Jesucristo a su favor. Simplemente creyó lo que Dios revela del ser humano en las Escrituras y aceptó la única solución que Dios plantea en la Escritura para pasar de muerte a vida: La cruz de Jesucristo.
Como dijimos al inicio de esta breve reflexión, hay ciertos aspectos inconmovibles dentro de la realidad humana que son fundamentales e inconmovibles. Quinientos seis años después de que Martín Lutero clavara las 95 tesis en la iglesia de Wittenberg, todavía resuena la claridad meridiana con que Lutero redescubre en las Escrituras la intensidad del evangelio: «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues el poder de Dios para la salvación de todo el que cree… Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ» (Ro 1:16-17). Sin embargo, también resuena y nos llama a mantener inmodificable entre los protestantes contemporáneos la pasión de Lutero por conocer y sujetarse a las Escrituras y la sinceridad vulnerable con la que demostró que no quería simplemente convertirse en una autoridad en la nueva iglesia, sino realmente en un redimido salvado por gracia con la sangre de Jesucristo.
Es muy probable que los cristianos del 31 de octubre de 2023 no clavaremos ninguna tesis nueva en la puerta de alguna red social, pero sí podremos reflexionar en estas palabras de Lutero que, como dije al inicio, no necesitan cambiarse, sino preservarse para mantener genuina la fe en una iglesia saludable y proclamadora de la verdad del evangelio y que se nutre por la Palabra de Dios:
«¡Que el Dios misericordioso me preserve de una Iglesia cristiana en la que todos sean santos! Quiero ser y permanecer en la iglesia y el pequeño rebaño de los débiles, los frágiles y los enfermos, que sienten y reconocen la miseria de sus pecados, que suspiran y claman a Dios sin cesar pidiendo consuelo y ayuda, aquellos que creen en el perdón de pecados».

José “Pepe” Mendoza es el Asesor Editorial en Coalición por el Evangelio. Sirvió como pastor asociado en la Iglesia Bautista Internacional, en República Dominicana, y actualmente vive en Lima, Perú. Es profesor en el Instituto Integridad & Sabiduría, colabora con el programa hispano del Southern Baptist Theological Seminary, y también trabaja como editor de libros y recursos cristianos. Está casado con Erika y tienen una hija, Adriana.
Puedes encontrar a José “Pepe” Mendoza en:
- Twitter: @pepieri
10 razones para leer la Biblia todos los días
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Por: JOHN PIPER
Fuente: Coalición por el Evangelio
Al comienzo de la semana, en el episodio 1510 (en inglés), hablamos de llevar a alguien a Cristo y el pastor John nos guió a través de cuatro cofres de tesoro. Hoy hablamos con nuevos creyentes, y esto proviene de un correo electrónico de un oyente anónimo que es nuevo creyente. «Pastor John, gracias por este podcast. Estoy abrumado por lo mucho que no conozco de la Biblia. Quiero tener conocimiento de las Escrituras para que puedan guiarme y poder utilizarlas para guiar a otros en el futuro. Pero es demasiado y no sé por dónde empezar. Si estuviera estudiando para un examen en una clase, comenzaría con una lista de temas esenciales que serán evaluados. Pero con la Biblia, siento que la prueba es la vida y no sé lo que necesito saber para estar preparado, si eso tiene sentido. En otras palabras, ¿por dónde empiezo? ¿Cuál es la primera y más esencial cosa que necesito saber para seguir a Cristo leyendo su Palabra?».
Bueno, es muy probable que mi respuesta sea un poco frustrante, porque él está pidiendo una verdad particular en la Biblia y yo voy a responder: «Biblia, Biblia, Biblia, Biblia».
Absolutamente esencial
Nunca he conocido a un cristiano maduro, fructífero, fuerte y con discernimiento espiritual que no esté lleno de las Escrituras, dedicado a la meditación regular de la Biblia y con tendencia a almacenarlas en el corazón a través de la memorización. Eso no es una coincidencia. Por lo tanto, lo que quiero hacer es convencer a nuestro nuevo amigo creyente de que, después de haber llegado a la fe en Cristo, es absolutamente esencial estar dedicado de una manera radical, profunda y experiencial, permaneciendo firme e inquebrantablemente persuadido de que leer, meditar, comprender, memorizar y disfrutar de las Escrituras es absolutamente esencial para la vida cristiana. Esto incluye estar en la Palabra todos los días con el objetivo de encontrarnos allí con Dios y, poco a poco, la gloria de su verdad llenará y transformará nuestras vidas.
Eso puede parecer obvio para algunos, pero no lo es. Conozco bastante bien a cristianos que no hacen esto y no lo hacen aunque han sido cristianos durante años; son apáticos. Piensan que es opcional porque ya saben mucho y leen tantos otros libros. No lo considero un hábito muy bueno en absoluto. Creo que es peligroso.
Diez razones para leer todos los días
Por lo tanto, tengo diez razones por las que creo esto; diez razones para hacer de la lectura, comprensión y memorización bíblica aspectos esenciales para la vida cristiana. Resiste los sentimientos de autosuficiencia que dicen: «No necesito la Escritura todos los días». Estas son mis diez razones.
1. La Escritura salva
«Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan» (1 Timoteo 4:16).
La salvación le ha sucedido al pueblo de Dios, la salvación le está sucediendo en este momento al pueblo de Dios y la salvación sucederá completamente en la resurrección del pueblo de Dios. Está sucediendo ahora a través de un medio. Pablo dice que hay que aferrarse a la enseñanza para asegurar la salvación de sí mismo. Dios nos salva día tras día a través de las Escrituras.
2. Las Escrituras liberan de Satanás
«Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32)
El contexto aquí es que Jesús está mostrando a los líderes judíos que, aunque piensen que no son esclavos, «Ustedes son de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre» (Jn 8:44). Satanás es tu enemigo, joven cristiano. Él es mil veces más fuerte que tú. Por lo tanto, Juan escribe a los creyentes jóvenes:
«Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al maligno» (1 Juan 2:14).
Esta es nuestra única esperanza de derrotar a un enemigo sobrenatural. Cada vez que Jesús era tentado por el diablo (Mt 4:1-11; Mr 1:12-13; Lc 4:1-13), golpeaba con «la espada del Espíritu que es la palabra de Dios» (Ef 6:17). Él la tenía memorizada, por lo que no tenía que llevar un libro en el desierto.
3. Las Escrituras imparten gracia y paz
«Gracia y paz les sean multiplicadas a ustedes en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor» (2 Pedro 1:2).
El conocimiento de Dios obtenido a través de las Escrituras no es idéntico a la gracia, pero Pedro dice que es un medio de gracia. Pedro dice que si queremos tener paz y poder a través de la gracia divina, esto sucede «en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor». Ese conocimiento se encuentra en un solo lugar: la Escritura.
4. Las Escrituras santifican
Jesús oró:
«Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Juan 17:17).
La santificación es el proceso de hacerse santo, es decir, llegar a ser más semejante a Cristo y como Dios, que es perfectamente santo. Esto no es opcional. Hebreos 12:14 dice: «Busquen… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».
No nos volvemos perfectos en esta vida, pero sí nos volvemos santos. Dios santifica a su pueblo. Jesús ora a su Padre: «Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17). No podría ser más claro o más importante.
5. Las Escrituras dan gozo
«… habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo» (1 Tesalonicenses 1:6)
«En la ley del Señor está su deleite, y en Su ley medita de día y de noche» (Salmo 1:2).
La vida sin gozo es insoportable. La vida cristiana es una vida de muchas aflicciones. Pero en todas ellas, Dios sostiene el gozo y lo hace por las Escrituras.
6. Las Escrituras nos protegen del error destructivo
«Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios… Entonces ya no seremos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina» (Efesios 4:13-14).
¿Cómo pueden los jóvenes cristianos dejar de ser hojas sacudidas por los vientos y opiniones culturales y teológicas? Respuesta: «la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios»; conocimiento que experimentan no como la opinión del hombre, sino como la Palabra de Dios. Eso se encuentra en un solo lugar: las Escrituras.
7. La Escritura es la esperanza del cielo
Lo que quiero decir con esto es que la comprensión plena, el goce pleno de la verdad de las Escrituras, solo se experimentará en el cielo.
«Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido» (1 Corintios 13:12).
El conocimiento de Dios —toda la plenitud que un ser creado puede comprender y disfrutar con toda propiedad— no nos será retenido de manera indefinida. Las frustraciones de nuestras actuales limitaciones de comprensión y disfrute serán eliminadas. Qué apropiado es, entonces, que estemos creciendo siempre en lo que será nuestra alegría final en la era venidera.
8. La Escritura será resistida por algunos
«Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros» (2 Timoteo 4:3).
En otras palabras, necesitamos conocer las Escrituras para que no seamos tomados desprevenidos o desorientados por falsos maestros. Necesitamos recibir las Escrituras con regularidad para estar listos para encontrarnos con aquellos que se niegan a recibirlas.
9. El manejo correcto de las Escrituras es aprobado por Dios.
«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15).
Ser asignado a hacer una tarea muy importante y luego encontrar al maestro dando su aprobación a lo que Él te ha pedido que hagas es algo precioso. Todos hemos sido asignados, en cierta medida, a manejar la Palabra de Dios. Qué maravillosa oportunidad de agradar al Señor.
10. La Escritura da y sostiene la vida
«No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4)
La vida espiritual, la vida eterna, al igual que la vida física, debe alimentarse, no con pan, sino con la Palabra de Dios. Si piensas que tienes la vida eterna como una especie de vacunación contra el infierno y que no necesitas alimento, no sabes lo que es la vida espiritual.
Por lo tanto, estas son diez razones por las que los jóvenes creyentes deben desear con todas sus fuerzas —con todo el poder que Dios les da— hacer que la lectura, la meditación, la comprensión y la memorización de las Escrituras sean esenciales, no negociables, en su vida cristiana.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Sergio Paz.
Nota del editor:
El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.
Sobre el autor...

John Piper
GRATITUD HACIA DIOS HOY
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Es probable que en muchos hogares encontremos al menos un ejemplar de la Biblia. Algunas veces producto del trasfondo religioso cultural de nuestra patria, otras por convicción de que su mensaje es pertinente para la vida cotidiana, sea a nivel personal, familiar o social. Podríamos decir que es el libro más vendido a lo largo de la historia en los países occidentales, …pero no quiere decir que sea el más leído, y mucho menos que su mensaje sea puesto en práctica en la vida de sus lectores.
Nos debemos preguntar: ¿cuál es la razón por la que la Biblia sea un libro tan vendido? Para algunos es un libro que nos provee de sabiduría oriental: libro de Proverbios. Para otros puede ser un libro que nos plantea una filosofía de vida centrada en Dios: libro de Eclesiastés. Otros pueden pensar que nos permite contar historias magníficas de personas increíbles: libro de Jueces (Sansón y Dalila), Ruth o Jonás (por ejemplo). Y otros más pueden pensar en otro personaje del libro: Jesucristo.
En muchos países en el mes de Setiembre se celebra el mes de la Biblia. ¿Por qué Setiembre es el mes de la Biblia? Trataremos de acercarnos a la razón de esa celebración, esa conmemoración, pero primero intentaremos presentar las razones de porque la Biblia ha sido y es objeto de una celebración de esa dimensión.
¿Qué es la Biblia?
En términos puramente materiales la Biblia es una colección de escritos, con distintos géneros literarios, con distintos contribuyentes humanos en un horizonte temporal aproximado de 1550 años. Pero esos elementos no son los más determinantes ni importantes para recordarla una fecha especial. Algunos podrían pedir la misma consideración hacia Miguel de Cervantes Saavedra y su obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (también se celebra su efeméride).
La importancia de la Biblia se debe a que es la Palabra de Dios expresada en palabras humanas. Si el solo hecho de ser una obra compuesta, en un rango temporal muy grande, no es suficiente para llamar nuestra atención a la Biblia, la afirmación de ser el mensaje de Dios a la humanidad debería serlo. Y se trata de una afirmación que no surge de mentes religiosas, sino de una nación (Israel) que tuvo una vivencia espiritual muy cercana con Dios a lo largo de su historia.
En sus dos partes principales (Antiguo Pacto y Nuevo Pacto), compuesta por 66 libros reúne el único mensaje de Dios para la humanidad: los seres humanos pueden alcanzar salvación en Jesucristo, únicamente en Él. La Biblia es un libro salvífico, esa es la particularidad. La singularidad del libro es que nos muestra la condición humana y la obra de Dios en nuestro favor: condenados por el pecado, salvados por Cristo.
¿Cómo se escribió la Biblia?
La Biblia es un libro único en el mundo. Tiene un autor: Dios. Pero a lo largo de 1550 años (aprox.) los autores humanos suman unos 40, provenientes de distintos trasfondos personales, familiares, sociales o políticos. Además, se escribió en diferentes idiomas: hebreo el antiguo pacto (con algo de arameo) y en griego el nuevo pacto. Tenemos en ella también distintos géneros literarios donde predominan la prosa y la poesía con distintos subgéneros. Y habiendo sido escrita materialmente por los hombres, su origen está en Dios mismo, quien la inspiró.
Siendo escrita en tres continentes por diversas personas a lo largo de dieciséis siglos fue preservada por Dios de manera providencial y asombrosa. Por ello, a pesar del tiempo transcurrido desde la primera revelación hasta la última, los distintos materiales en los que fue escrita, fue preservada de manera extraordinaria para que la humanidad pudiese tener acceso a su mensaje y responder a él, en la medida que el Espíritu Santo obre en el lector u oyente.
¿Cómo llegó a nosotros?
La iglesia en sus primeros siglos reconoció el canon de la Escritura. Muchas veces se dice que estableció el canon, como si tuviese mayor poder; la iglesia no hizo sino reconocer el carácter autoritativo y divinamente inspirado de los escritos que dieron sustento y sustancia a la existencia de la propia iglesia. La Iglesia existe por las Escrituras, no al revés.
El canon del antiguo pacto fue “heredado” de los judíos, los escritos del nuevo pacto fueron coleccionados para instrucción de la iglesia. Y eso tiene origen en el propio mandato misionero del Señor: para hacer discípulos de Cristo debía tenerse el material para usar en el discipulado. En la medida del transcurrir del tiempo y la aparición de otros idiomas se hizo necesaria la traducción de los textos del hebreo y griego a las lenguas vernáculas. Ese fue uno de los logros principales de la Reforma Protestante; recordemos que los reformadores impulsaron esa tarea.
Celebramos el mes de la Biblia en Setiembre, porque el 28 de Setiembre de 1569 los hispano hablantes tuvimos la Biblia en nuestro idioma, obra de Casiodoro de Reina, revisada en 1602 por Cipriano de Valera (la denominada Biblia del oso, por el diseño de la carátula). Antes de esa fecha la Escritura se tenía en latín solamente, de manera que el pueblo no tenía acceso directo a la Biblia, sino a través de la mediación sacerdotal.
La traducción a los idiomas vernáculos permitió que los pueblos pudiesen tener acceso directo al mensaje de Dios; el libre examen de las Escrituras fue posible gracias a ese esfuerzo enorme. Hoy tenemos variedad de traducciones, versiones y presentaciones. Podemos decir con gratitud a Dios que el trabajo iniciado por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera ha dado frutos abundantes para la gloria de Dios.
Conclusión
Palabra de Dios en palabras humanas, así se podría resumir lo que es la Biblia; esa es una buena razón para expresar nuestro júbilo por disponer de un ejemplar de ella para nuestra nutrición y desarrollo espiritual. A pesar de la distancia temporal entre el primero de los autores (Moisés) y el último (Juan) el mensaje es uno sólo: Cristo es la solución a la tragedia humana.
Podemos terminar parafraseando una frase que circula por redes sociales: Si no lees la Biblia no pasa nada, pero si la lees tu vida cambiará; ya no vivirás la vida que Dios te dio en relación a tus deseos sino para la gloria de Dios.
¡Dios tenga misericordia de nosotros y Su Palabra siga sirviendo a Sus propósitos salvíficos!
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