Sofonías 1:1-14 Debemos tomar en cuenta que en el periodo en que se escribió este evangelio la oscuridad constituía una verdadera limitación para la humanidad. Cuando caía el atardecer y se ponía el sol la gran mayoría de las actividades del día cesaban. Los hombres no poseían aún los medios como para prolongar con iluminación artificial las horas hábiles del día, de manera que la noche imponía serios obstáculos para las actividades de la población. La analogía revela cuán profunda es la incapacidad del hombre de discernir los caminos que debe escoger para echar mano de la vida. Aun a los que poseen mejor vista, la noche no les permite ver nada con claridad. Todo permanece entre penumbras, escondido en un mundo de sombras y siluetas. La necesidad de la luz se intensifica, pues, sin ella, el avanzar en el camino resultará extremadamente tortuoso complejo. La luz de Cristo es más intensa que las tinieblas, de modo que la oscuridad no puede sojuzgarla. El Hijo de Dios, declara Juan, es la luz que tanto necesitan los hombres. Su luz, sin embargo, no posee la cualidad transitoria de las luces que podían fabricar los hombres, tal como una antorcha, una vela o una lámpara. Estas permanecían el tiempo que duraba el combustible que las mantenía encendidas. Cuando por fin se consumía, las tinieblas volvían a imponer su mano tenebrosa sobre todos. Juan afirma que, a diferencia de estos precarios utensilios, la luz de Cristo es más intensa que las tinieblas, de modo que la oscuridad no puede sojuzgarla. Esta luz, a diferencia de las otras luces, posee vida propia, que le permite conquistar, en forma definitiva, los lugares donde anteriormente las tinieblas han reinado sin restricciones. Resulta lógico, entonces, afirmar que a mayor cercanía a la persona de Cristo, mayor luz recibiremos sobre la vida a la que hemos sido llamados. El camino para discernir con más nitidez el Reino no se encuentra en el disciplinado y minucioso estudio de las Escrituras, aunque este puede ser uno de los caminos por los que nos acercamos a su persona. La luz que buscamos no la alcanzamos con la mente, sino con el espíritu. La entrada del Mesías a la Tierra es el anticipo a aquel momento en que las tinieblas dejarán de existir por completo, pues llegará el día en que «no habrá más noche» y el pueblo del Cordero «no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 22.5). Se tomó del libro Dios en Sandalias, de Christopher Shaw, Desarrollo Cristiano Internacional, ©2008-2010. Todos los derechos reservados.
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