Reflexionando en Semana Santa

Aprovechando una Semana Santa diferente

Por: José «Pepe» Mendoza

Es evidente que esta Semana Santa será diferente. No habrán cantatas, retiros y mucho menos viajes de turismo y recreación que son tan comunes y hasta esperados en estos días. El COVID-19 te obliga a no salir y permanecer encerrado en casa todo el fin de semana. Estoy seguro que para nadie será un fin de semana agradable en todo el sentido de la palabra.  

No podemos negar que estas medidas especiales para este fin de semana son necesarias porque solemos convertir la Semana Santa un tiempo de mucho movimiento, viajes y recreaciónJustamente las autoridades quieren eliminar esas reuniones y celebraciones para reducir los contagios. Seamos sinceros: la Semana Santa tiene poco y nada de reflexión espiritual. Aun los cristianos nos hemos dejado llevar por el “espíritu” del tiempo y, más allá de alguna ceremonia el viernes o un servicio de resurrección temprano en la mañana del domingo, no somos muy diferentes al resto de los mortales, ¿no es cierto? 

El Nuevo Testamento señala la urgencia por mantener viva la centralidad de la resurrección de Cristo en nuestras mentes y corazones. Sabemos que al mundo le gusta robarse, restarle valor y brillo a nuestras celebraciones cristianas. Por ejemplo, en Semana Santa viajamos y buscamos huevitos, en Navidad comemos pavo y nos hacemos regalos y hasta los domingos nos ponen partidos de fútbol para tener la mente más ocupada en la tabla de posiciones del campeonato y menos en la adoración y la predicación de nuestra iglesia. Es posible que no lo hayas visto de esta manera, pero la realidad es que se trata de una batalla espiritual que busca distraer y debilitar nuestras mentes y corazones. 

Yo creo que es posible y hasta necesario que aprovechemos este fin de semana diferente para hacer algo que quizás no hemos hecho los años anteriores. ¿A qué me refiero? Pues a aprovechar este tiempo para afirmar, revalorar y confirmar en nuestras vidas la obra de Cristo en la cruz del calvario y su resurrección victoriosa de entre los muertos. 

El aspecto central y fundamental del evangelio radica en el pago que Jesús hizo por nuestros pecados en la cruz del calvario y su victoria suprema al resucitar de entre los muertos. Todo lo demás es accesorio y dependiente de esta obra gloriosa. Esto es tan importante que Pablo le llega a decir a los corintios, “y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces predicación, y vana también la fe de ustedes” (1 Cor 15:11). Es indudable que estas son palabras mayores porque la palabra “vano” en el original griego es algo “vacío” o que no tiene razón de ser o existir.  

De lo anterior se desprende que si pierdes de vista la resurrección de Jesucristo como elemento central del evangelio, no estás simplemente olvidando un detalle de tu religión, lo que estás perdiendo es el mismo motor que hace posible que tu fe, creencias, prácticas, servicio y demás aspectos del cristianismo operen y tengan sentido. ¿Se dan cuenta porque es tan importante aceitar esta verdad continuamente? 

Podríamos este fin de semana empezar leyendo los cuatro relatos de Semana Santa en los cuatro evangelios. La belleza de estos relatos es que te puedes sumergir en la historia y llegar a convertirte en un observador cercano de esos sucesos trascendentales. Si lo empiezas a ver con detenimiento, quedarás impresionado por la enorme sorpresa que la resurrección produjo en los primeros discípulos. Aunque Jesús repitió en varias oportunidades que esto se daría, ellos nunca lo comprendieron y por eso no estuvieron preparados para tal evento magnífico. 

Vayamos paso a paso. Jesús había entrado triunfalmente en Jerusalén, el apoyo popular era multitudinario, pero todo se vino abajo en unas pocas horas. Fue terrible como todo se fue desmoronando tan rápidamente. Uno de los discípulos más cercanos se había vendido a los enemigos de Jesús y lo había entregado con un beso; Pedro le había negado en el momento en que más lo necesitaba, todos los demás habían huido dejándolo solo. En un juicio sumario, que contó con el apoyo mayoritario del pueblo que antes lo alababaJesús fue condenado a muerte. La poca esperanza que les quedaba a los discípulos se vino abajo. Poco tiempo después lo vieron morir en la cruz en medio de un dolor insoportable. 

Ninguno de ellos tuvo el valor siquiera de pedir el cadáver de Jesús. Fue José de Arimatea, un religioso, el que lo reclamó y enterró. Los discípulos estaban escondidos y solo dos: María Magdalena y María, la madre de José se percataron de dónde había sido enterrado Jesús. La confusión reinaba, la desesperanza era el sentimiento común. Así debía acabar la historia sin resurrección. Sin embargo, contra todo pronóstico y expectativa, ¡Jesús resucitó!  

El relato demuestra con creces la sorpresa y hasta la incredulidad de todos los discípulos. Nadie esperaba algo así. La resurrección de Cristo iba más allá de su comprensión o expectativa humana. Por eso Pablo al hablar de estos sucesos impresionantes dice, “Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co 15:3-4, énfasis añadido).  

Solo las Escrituras y el poder soberano de Dios podrían darles sentido a todos estos sucesos. Reflexionar en la obra de Cristo anunciada en el evangelio, su muerte y resurrección, es una necesidad permanente para los cristianos porque esa obra divina está infinitamente más allá de tu comprensión humana. Requiere que vayas a las Escrituras para poder percibir caminos que son superiores y más altos que los humanos (Is 55:8).  

Si meditamos en estos días en la obra de Cristo, su muerte y resurrección, aprenderemos que la resurrección nos ubica en una nueva dimensión espiritual porque, “con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Ef 2:6). Podremos también percibir nuestra propia resurrección y redirigiremos nuestras vidas hacia “las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col 3:1b). Además, reconoceremos que ya no podremos vivir para nosotros mismos, “sino para Aquel que murió y resucitó por [nosotros] (2 Co 5:15).  

Finalmente, la resurrección de nuestro Señor nos ayuda a poner nuestra esperanza en su retorno porque, no tenemos fe en un dios que se quedó en el pasado, sino que servimos “al Dios vivo y verdadero, y espera[mos] de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts 1:9b-10). 

¡Bendita resurrección de nuestro Señor Jesucristo!

Sobre el autor...

José “Pepe” Mendoza es el Asesor Editorial en Coalición por el Evangelio. Sirvió como pastor asociado en la Iglesia Bautista Internacional, en República Dominicana, y actualmente vive en Lima, Perú. Es profesor en el Instituto Integridad & Sabiduría, colabora con el programa hispano del Southern Baptist Theological Seminary, y también trabaja como editor de libros y recursos cristianos. Está casado con Erika y tienen una hija, Adriana.

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